Ana Agüi: “No hay cosa más bonita que entregar tu tiempo a los demás” Luis Torres Basabe: “Esta situación, que todos vivimos con angustia, para las personas que no tienen a nadie es terrible”
Luis Torres Basabe vive en Madrid y es voluntario en organizaciones de la Iglesia desde hace 5 años. Movilizado desde el comienzo de la alerta sanitaria en España, compagina la cuarentena en casa con apoyar el reparto de alimentos de Cáritas y acompañar telefónicamente a personas en situación de soledad de la Vicaría IV
Ana Agüi acude desde hace unas semanas a CEDIA MUJER, a ayudar en la organización de los turnos de comida y acompañar con actividades la cuarentena de mujeres sin hogar
“En un momento como éste, me ofrecí voluntario para lo que hiciera falta”. Padre de familia, Luis Torres Basabe vive en Madrid y es voluntario en organizaciones de la Iglesia desde hace 5 años. Movilizado desde el comienzo de la alerta sanitaria en España, compagina la cuarentena en casa con “echar una mano en cosas puntuales” que van surgiendo en la acción parroquial frente a las consecuencias del coronavirus.
Para apoyar el reparto de alimentos, señala que recoge la comida en su coche y la lleva a CEDIA, el centro de acogida a personas sin hogar que se encuentra en Laguna. “Allí ahora hay un voluntario que se ha encerrado con ellos a pasar el confinamiento”, dice, admirando la entrega.
Responsable voluntario de Comunicación de la Vicaría IV, en Vallecas, de Cáritas, vio la iniciativa de ayudar haciendo los recados de mayores o mediante la escucha telefónica activa, y se apuntó. “Me asignaron llamar a una persona que vive sola y está perdiendo la vista. No tiene ni familia ni la tuvo en la infancia. Una vida muy dura, tremenda”, cuenta Luis Torres, en conversación con Religión Digital. “Se relacionaba un poco en la parroquia, pero ahora está encerrada y sin medios. Le llevan la comida…”, lamenta, reflexionando sobre esa soledad urbana que la emergencia ha dilatado en el tiempo. “Esta situación, que todos vivimos con angustia, para las personas que no tienen a nadie es terrible”, denuncia el voluntario.
“Se relacionaba un poco en la parroquia, pero ahora está encerrada y sin medios. Le llevan la comida…”, lamenta el voluntario, reflexionando sobre esa soledad urbana que la emergencia ha dilatado en el tiempo
Desborde de soledad y necesidades materiales
Positivo, generoso y humilde, Luis Torres anima a otros a acompañar telefónicamente a personas en situación de soledad, confesando que “cuando encuentro personas así en mi camino, me doy cuenta de lo afortunado que soy”. Pero a la vez ha detectado el incremento de llamadas que demandan, sobre todo, ayuda para alimentación. “En la Vicaría están desbordados de llamadas para registrar necesidades. También personas con problemas de vivienda”, dice Torres Basabe. “Eso no va a hacer más que crecer, por desgracia”.
Mañana va a ir a La Cañada Real, donde también colabora con frecuencia, desde antes de estos tiempos de emergencia. Cuenta que allí “no están haciendo mucho caso” de las precauciones sanitarias, pues la situación de infravivienda de muchos casos lo impide y porque, en general, “aquello está como apartado del mundo entero”.
Sin contagios de momento y relativamente tranquilos, los vecinos de La Cañada “las necesidades las tienen todas siempre… Entonces no están atravesando una situación muy diferente de la que tenían antes”, relata el voluntario. Apunta que “han solucionado el tema comidas” (muchos de los niños de La Cañada recibían becas-Comedor) pero muestra su preocupación por la interrupción de su educación. “No tienen acceso a internet, no tienen ordenadores… No pueden seguir las clases online”.
Alertando sobre estas situaciones de pobreza, Luis Torres Basabe explica que la emergencia está descubriendo -y empeorando- sufrimientos que ya existían antes, por lo que es necesario “ser solidarios siempre”, no solo bajo amenaza de contagio de un virus. Recomendando el voluntariado, manifiesta que “te sientes útil, la gente te lo agradece de verdad y aunque no hubiera agradecimiento la labor es enriquecedora de por sí, porque te ves haciendo algo necesario”. Y también, como muchas partes activas de organizaciones de acción social, opina que hay que pensar en lo que viene después del “mazazo” del coronavirus y el encierro que ha producido: “Va a hacer falta que, cuando se levante el confinamiento, nos volquemos todos mucho en seguir arrimando el hombro”.
Techo y sororidad
En la zona de Pacífico, también en Madrid, se encuentra el centro de CEDIA para mujeres sin hogar. A él ha empezado a acudir Ana Agüi Callejas, otra voluntaria de Cáritas Diocesana.
La joven llevaba desde su primer año de carrera participando en el proyecto “La Pajarera”, del Hospital de La Paz, todos los lunes por la tarde. “El hospital tiene disponible esta espacio de ocio para los niños de estancia larga en el hospital, de los 3 a los 18 años. Hacemos manualidades, juegos, dinámicas… lo que sea para que se evadan”, cuenta. Pero, con la llegada del coronavirus, la sobrecarga de los centros hospitalarios y la fragilidad de estos niños, las tardes de juegos tendrán que esperar. Extrañándolo, Agüi preguntó en Cáritas en qué podía involucrarse y le hablaron de la necesidad de ayuda en CEDIA Mujer.
Desde hace unas semanas acude varios días, ayuda en la organización de los turnos de comida… Y ha descubierto un mundo nuevo. “Nunca había trabajado con este colectivo”, dice. “Ahora les dedico mis tardes a ellas. La usuaria más mayor del centro tiene unos 50 años y la más joven unos 20”. Ana describe así la diversidad que se disfruta en CEDIA, donde está teniendo la oportunidad de conocer a muchas mujeres que cargan duras historias y una gran superación. “Lo que más me impactó, al entrar, fue un cartel colgado que habían hecho con una trabajadora social. Dice que “no sé si tendré el virus, pero la corona sí la tengo, porque soy una reina”. La voluntaria relata cómo ese mensaje le ayudó a perder el miedo drásticamente, y poco a poco fue creando vínculos con ellas. “Cuando ven que vuelves otro día más, se alegran mucho. Antes el centro era de pernoctación pero ahora lo han abierto las 24 horas, para el confinamiento”.
Bajo techo y entre esa “soledad sonora” de la cuarentena en compañía, se va generando la sororidad. Ana baila con las usuarias, feliz de contribuir a que aguanten “y mantengan el ánimo”. A ella, por supuesto, también la está beneficiando el voluntariado, la oportunidad que se le puso enfrente y que, por muchos detalles, “engancha”. “Te sientes útil y aprendiendo”, concluye. “Estamos en una sociedad y con gente por algo. No hay cosa más bonita que entregar tu tiempo a los demás”.