Importas tú y la iglesia que te debo. Carta a un hater
"No es justo con vos que me vaya sin haber luchado por rehacerla y dejártela distinta"
A eso urgente y definitivo espero haber dedicado y estar dedicando la mejor parte de mi vida, la mayor parte, cada vez más parte. Tal vez no, pero él sabrá perdonarme. Lo sé. Y también sé que vos lo necesitas tanto como yo. Me refiero al sentido, a la libertad, a sacudirte la pesada armadura que tienes y que a veces (como dijo mi hija en su poesía) te hiere más que la misma batalla. A descubrir que la cruz no es el origen de todos esos artificios que llamas religión, y a los que te aferras tanto, sino la señal de que podemos vivir, amar y servir hasta el extremo, y que a eso se llega cuando el ser humano es más importante que el dogma, el rito o la tradición, porque el domingo se hizo para nosotros y no nosotros para el domingo. Porque el criterio definitivo de la cercanía con dios es qué hicimos con el hambre y con el frío, con la sed y la soledad, cuando no la estábamos sintiendo nosotros.
Así que, recuerda maifren, que digo y hago todo esto también por ti, no contra ti. De modo que no importan tanto tus discusiones con ésto que creo o que cuento, o que te resulte herético o poco ortodoxo, o que te parezca divertido usar lo que hago en contra mía o de mis amigos, o que reduzcas al ridículo la fe de los que se han luchado este sacudirnos lo nocivo del viejo catolicismo abusivo que de poco le ha servido a la América Latina de pobres y de víctimas (algunas, víctimas de eclesiásticos) para dejar de ser una tierra de pobres y de víctimas, para ser una tierra más prometida que religiosa, que es todo el punto de la fe en Yahveh y en Jesús. No importa bro. Importas tú, y la iglesia que te debo, porque esa vieja y árida iglesia que defiendes, y que yo quisiera deshacer ladrillo por ladrillo, esa institución a veces tan dañina, que llena a sus feligreses de prejuicios y complejos que dios desea arrancarnos de dentro, también yo la sostuve con mi silencio, mi obediencia y mi fanatismo, y no es justo con vos que me vaya sin haber luchado por rehacerla y dejártela distinta, a ti y a él. Sí, distinta, porque ambos se merecen algo mejor.