"Hay que revisar, rehacer y replantear constantemente las propuestas" Fe, fraternidad, misericordia, justicia... sin estas claves, no hay escuela católica
Una propuesta educativa de calidad y contextualizada a las realidades económicas, sociales y políticas; y con unos valores que, a partir de la esperanza, toman en cuenta las capacidades y potencialidades de cada persona y el compromiso con la construcción de una sociedad justa, equitativa y en paz
Conviene preguntarnos con frecuencia qué es lo católico de la misión educativa o, mejor, qué hace que una propuesta educativa escolar sea católica. Reconozco el valor de muchos trabajos escritos sobre el tema y que dan pistas importantísimas para responder esta pregunta.
No me gusta pensar en términos de que existen muchas cosas exclusivas de la educación católica, sea en la educación formal o no formal, en la educación básica o en la universitaria. Más bien me gusta plantear que hay varios temas que son inherentes a la educación católica y, que, sin ser exclusivos de alguna institución en particular, si no se dan en nuestra propuesta harían que la oferta educativa que presentamos no sea católica.
En otras palabras, algunos temas que asumimos como fundamentales pueden encontrarse en otras propuestas educativas, incluso las de carácter laicista o estatal. Quizás, si existiera una especificidad nuestra, es algo de estilo propio hecho explícito en una interrelación educativa a partir de una espiritualidad basada en los valores católicos centrales de la fe, la fraternidad, la misericordia, la justicia y otros de mayor sabor en la espiritualidad como la alegría y la prevención que, correlativamente, requieren ser resignificados para el mundo de hoy.
Podría ampliar un poco más la afirmación con los siguientes componentes: una espiritualidad que invita a encontrar a Dios y encontrarse con Él en la persona de los estudiantes y los colegas, que anuncia a Jesucristo fundamentalmente por la manifestación del rostro misericordioso de Dios; una relación pedagógica respetuosa, creativa y propiciadora del crecimiento de las personas; una opción basada en la construcción de comunidad, en la preocupación por los pobres, la justicia y el cuidado de la casa común; una propuesta educativa de calidad y contextualizada a las realidades económicas, sociales y políticas; y con unos valores que, a partir de la esperanza, toman en cuenta las capacidades y potencialidades de cada persona y el compromiso con la construcción de una sociedad justa, equitativa y en paz.
En palabras del Hno. Carlos Gómez, fsc “no soy quién para hacer juicios de valor ni mucho menos para cuestionar siquiera “la catolicidad” de las obras educativas”. No obstante, conviene siempre, como decía Bertrand Russell, “en todas las actividades es saludable, de vez en cuando, poner un signo de interrogación sobre aquellas cosas que por mucho tiempo se han dado como seguras”; entre otras cosas, porque fue siempre muy propio de muchos fundadores de congregaciones religiosas dedicadas a la educación, revisar continuamente sus prácticas, reescribirlas, probarlas, rehacerlas y replantearlas.
Nota: estos son los inscritos al Encuentro de Pastoral Educativa para América