Jesús en Qumram. La voz que clama en el desierto
Los manuscritos del Mar Muerto, los polémicos y desconocidos textos de Qumram, la fuente Q. La secta de los esenios, maldita por los judíos y olvidada por los cristianos. Un lugar mágico, que respira silencio, estudio, pasado, ruptura. La historia de la muerte de un profeta a manos del rey Herodes. "Yo soy la voz que clama en el desierto, preparad el camino al Señor", y la leyenda, o no fue un sueño, de Juan el Bautista preparándose en las grutas de piedra antes de anunciar la llegada del Mesías.
¿Estuvo Jesús en Qumram? Las hipótesis parecen indicar que sí. El Evangelio de Mateo, hallado casi en su integridad en los pergaminos esenios, casi por casualidad, como suceden las cosas que de verdad importan. Una vida de asceta, ocupada en el estudio, la contemplación, donde se masca el aroma del desierto, de la ausencia de uno mismo. Desde donde se puede percibir que el anuncio no puede quedarse en sí mismo, sino que ha de ser universal. Y hacia esa senda que se encaminó el Nazareno, el primo de Juan, el profeta esenio.
El mismo Jesús que, antes de arrancar su vida pública, regresó al desierto, apenas a unos kilómetros de Qumram, durante cuarenta días y cuarenta noches. Hasta el Monte de las Tentaciones, sobre la actual Jericó, cuna de todos los males, no en vano la ciudad a más baja altitud de la Tierra. La que más cerca queda del Infierno, si es que éste no se ha posado en mitad de la guerra y el sufrimiento de un pueblo palestino que pese a todo no pierde la sonrisa.
Jesús, que dijo "No" al Demonio, y se embarcó en esta historia de Amor y Vida que estamos reconociendo, camino hasta la muerte en Jerusalén, donde ya dormimos, cuyas calles perdidas y extravagantes apenas hemos alcanzado a atisbar. El puente de Calatrava se yergue, como una excepción, en una ciudad a la que le cuesta envejecer. El mismo Jesús que pasó una y tantas veces por el desierto hasta recorrerlo, hasta hacerlo suyo, de Jericó a Betania, con Marta y María y Lázaro el Resucitado por el Hijo del Hombre.
Atrás quedaron los viñedos, el lago fértil, la Galilea reconstruida a ocho metros sobre la tierra que pisó Jesús. Camino de Jerusalén aspiramos el mismo aire, sufrimos el sudor y el dolor de pies, las dudas, la escasez de ideas. Sólo a través del silencio es como Jesús descubre el poder del ruido de las risas de los niños, de las mujeres, de los amigos, de la vida, de la ciudad que nunca duerme y siempre traiciona, de la ciudad de las mil caras, de los templos destruidos, de la mano del hombre que sigue echándole un pulso a Dios.
De la Tierra Santa que ha visto verter, ayer y hoy, tanta sangre inútil. Judía, sarracena, cruzada, palestina, israelí... La ciudad de los 613 preceptos que apenas se nos asoma y ya nos cautiva. Y nos saca del desierto. Y nos lleva a seguir los pasos del Maestro.