¿Dónde estaba el resto de la Conferencia Episcopal? ¿Qué tenían que hacer para no acudir ayer a La Almudena? La soledad del cardenal Cobo

La soledad del cardenal Cobo
La soledad del cardenal Cobo Archimadrid

¿Dónde estaba la Conferencia Episcopal? Se puede disculpar a Luis Argüello, presente en el Sínodo. Y algunos podrán decir que se trataba de un acto organizado desde y para Madrid. Y que las víctimas debían ser las únicas protagonistas. Pero, ¿dónde estaban los demás obispos? ¿Dónde estaban los responsables de decidir -porque seguirá siendo la CEE la que decida- las reparaciones que 'merecen'? ¿Dónde los autores de los informes que ponen en duda los relatos de las víctimas?

Estaba solo, pero no lo estaba. Junto a él, los preferidos del Señor, que no son precisamente los miembros de jerarquía alguna, sino las víctimas, los supervivientes. Queda mucho trabajo por hacer, y unos compromisos escritos -y grabados- que no les dejaremos incumplir. Aunque, en eso, también nosotros nos acabemos quedando solos

El cardenal José Cobo es bajito. Delgado. No viste capisayos. No llama la atención. "Parece un cura", me decía una señora mayor después de sonarse la nariz, muy emocionada tras escuchar el relato de las víctimas de abusos, a los pies de la escalinata de Bailén de la catedral de La Almudena. Cobo parecía más pequeño todavía escuchando, en silencio, los testimonios de los supervivientes. Después, como el mejor anfitrión, se ocupó de abrir la puerta central de la catedral para las víctimas, a las que acompañó, antes, durante y después del acto. Completamente solo. O casi.

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Porque, a pesar de que el acto debía ser por y para las víctimas, sin protagonismo episcopal (y así se evidenció con la presencia del cardenal, sentado en la silla episcopal del altar, sin nadie más, asumiendo en carne propia los pecados y los delitos de la Iglesia de Madrid), se notó, y mucho, la ausencia de mitras. Apenas tres de los cuatro obispos auxliares de Madrid (a Martínez Camino no se le esperaba, tampoco a Rouco -Osoro se encontraba fuera, con un compromiso anterior) y, en tercera fila, sentado junto al pueblo, al obispo de Teruel y Albarracín, José Antonio Satué. Una muestra más de lo que ya vimos en marzo pasado, cuando el cardenal de Madrid a punto estuvo de no ser elegido siquiera presidente por una cúpula episcopal que, por desgracia, cada vez está más lejos de lo que quiere Bergoglio.

Cobo abraza a una de las víctimas
Cobo abraza a una de las víctimas Archimadrid

¿Dónde estaba la Conferencia Episcopal? Se puede disculpar a Luis Argüello, presente en el Sínodo. Y algunos podrán decir que se trataba de un acto organizado desde y para Madrid. Y que las víctimas debían ser las únicas protagonistas. Pero, ¿dónde estaban los demás obispos? ¿Dónde estaban los responsables de decidir -porque seguirá siendo la CEE la que decida- las reparaciones que 'merecen'? ¿Dónde los autores de los informes que ponen en duda los relatos de las víctimas?

La escasísima presencia episcopal -también podríamos hablar de la política- contrastaba con la presencia, casi en su totalidad, de los responsables de la CONFER. La misma Iglesia, con dos maneras de afrontar el desafío: unos, porque han comenzado a ponerse del lado bueno de la historia; Otros, porque no queda más remedio. Unos, desde el abrazo, las lágrimas y la acogida; otros, siempre a remolque, siempre con 'peros'... siempre esperando a que amaine la tormenta.

El pueblo de Dios, con las víctimas de abusos

Junto a Cobo y a los auténticos protagonistas de esta vigilia, muchos hombres y mujeres, laicos, religiosos, clérigos, algunos de ellos con décadas de trabajo callado en la diócesis de Madrid, en la Iglesia española. Buenos samaritanos, apóstoles de la misericordia mucho antes de Francisco, que no se limitaron a entrar a la catedral, o a colocarse detrás de las autoridades, sino que apoyaron, desde el centro de la plaza, con un silencio emocionado, los relatos de los supervivientes. Que hicieron, en definitiva, lo que se les pide a las autoridades: callarse, escuchar, y hacer lo que las víctimas nos digan. El santo pueblo de Dios en camino y, este lunes por la tarde, en escucha activa. En abrazo silencioso.

Este lunes, en la catedral, Cobo estaba solo. Estaba solo, pero no lo estaba. Junto a él, los preferidos del Señor, que no son precisamente los miembros de jerarquía alguna, sino las víctimas, los supervivientes. Queda mucho trabajo por hacer, y unos compromisos escritos -y grabados- que no les dejaremos incumplir. Aunque, en eso, también nosotros nos acabemos quedando solos. Bendita soledad la de su compañía. La del Cristo sufriente. La de, también, el Jesús resucitado. Justificado. Reconciliado. Y, también, indemnizado.

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