Andrés de Betsaida en la literatura apócrifa

Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Andrés en el resumen de Gregorio de Tours (XI)

El capítulo siguiente (c. 24) lleva como epígrafe “Sobre cuarenta muertos resucitados”. Para el autor del apócrifo, el poder de Dios es generoso e ilimitado. El que es todopoderoso no está limitado por ninguna condición. Por esa razón, su poder está fuera de toda hipérbole. La desmesura no tiene lugar ni en su ser ni en sus actos. Puesto que todo lo trasciende, sus apóstoles participan de esas cualidades. El relato resumido aquí por Gregorio es una buena prueba de lo que decimos.

Cuando Andrés terminó su paseo por las orillas del mar, se sentó y dirigió la palabra a los que le seguían. La lección quedó interrumpida por un extraño incidente. Un cadáver fue depositado por el mar a los pies del Apóstol. Era una vez más un signo del cielo que provocaba en el predicador un lógico interrogante. Dios hablaba de muy diversas maneras, también con el sorprendente gesto de arrojar un cadáver a los pies de su discípulo. Era una oportunidad de interrogar a Dios y de investigar su voluntad. Así lo entendió Andrés que se dispuso a resucitar al difunto para que hiciera una exégesis de lo sucedido.

Siguió el ritual de costumbre en la conducta de Andrés. Después de una sentida oración, lo tomó de la mano, lo levantó y le devolvió la vida. A continuación llegó la pregunta, que había servido de excusa para el milagro: “Cuenta todo lo que te ha sucedido”, le intimaba el Apóstol. Una aparición tan inesperada como repentina debía tener un sentido oculto que era necesario desvelar. Y en efecto, el resucitado hizo una relación detallada, en la que no faltaba su personal identificación personal. Era hijo de Sóstrato, ciudadano de Macedonia. Regresaba de Italia cuando tuvo noticias de Andrés y de la nueva y desconocida doctrina que predicaba, una doctrina acompañada y confirmada con signos, prodigios y grandes curaciones. El predicador afirmaba que era discípulo nada menos que del Dios verdadero. Sus hechos eran tan grandes y clamorosos que el joven sospechó que podría tratarse del mismo Dios.

Tuvo unos deseos incoercibles de ver al personaje. Y cuando navegaba con criados y amigos, se levantó una temible tempestad que dio con ellos en el fondo del mar. Al ver al Apóstol y experimentar sus poderes, tuvo el presentimiento de que se encontraba delante del personaje que buscaba. Se postró ante él y le dirigió unas palabras que envolvían una suprema súplica. Pedía que Andrés reuniera a los náufragos dispersos y los resucitara como había hecho con él. Porque había reconocido que “tú eres el siervo del Dios verdadero”. Con el esperado prodigio podía devolver la vida a los ahogados y abrirles el camino hacia la fe.

“El santo Apóstol” oró con las manos extendidas pidiendo por el regreso de los náufragos desaparecidos. Su oración tuvo un resultado eficaz e inmediato. Una “ola obediente” (unda famulante) trajo los treinta y nueve cadáveres hasta la orilla. El joven, cuyo nombre era Filopatro, y todos los presentes levantaron su voz entre lágrimas suplicando que todos resucitaran. Con una cierta concesión al estilo redundante de los originales HchAnd, el Apóstol oró para que todos los muertos se reunieran en el mismo lugar. Luego preguntó a Filopatro quién prefería que resucitara primero. Su elegido fue un compañero de lactancia, llamado Varo. Pero a continuación fue resucitando a todos con una fórmula poco menos que ritual: “Te resucita Jesucristo, el hijo de Dios vivo”.

De esta manera, prosigue el texto, resucitaron los restantes treinta y ocho, que glorificaban a Dios con una sencilla profesión de fe. El procónsul Lesbio ofreció a Filopatro bienes abundantes para que pudiera seguir junto al Apóstol escuchando su doctrina. Era para su mentalidad la mejor forma de captar la benevolencia del predicador taumaturgo.

El capítulo 25 anuncia que va a tratar de las dificultades que tenía una mujer para dar a luz. La mujer tenía el bello nombre de Caliopa, la de bellos ojos, pero estaba casada con un asesino y había concebido de forma ilegítima. Legado el momento del parto, estaba sumida en grandes dolores y no podía terminar su embarazo. Encargó a su hermana que fuera a visitar a la diosa Diana, que solía prestar su ayuda a las parturientas según creían sus devotos.

De forma sorprendente, el diablo se apareció de noche a la intermediaria y le dijo: “¿Por qué me invocas inútilmente, si yo no puedo ayudarte?” El texto da por supuesto que el diablo aparecido era la diosa Diana. Un diablo que, de forma extraña, le recomendó que se dirigiera más bien al apóstol Andrés, quien se encontraba en Acaya y podía con seguridad ayudar a su hermana y librarla de sus pesadumbres. Se levantó la mujer y se dirigió al Apóstol a quien contó lo ocurrido. Andrés partió sin demora, llegó a Corinto y entró en la casa de la mujer enferma. El procónsul Lesbio estaba con él y fue testigo del veredicto que pronunció ante la parturienta en apuros: “Sufres dolores insoportables, porque hiciste un mal casamiento y concebiste con engaño. Y por si faltaba algo, acudiste a consultar a los mismos demonios”.

El remedio a sus dolores llegaría a la mujer por la fe en Jesucristo. Sin embargo, la criatura nacería muerta ya que había sido concebida indignamente. Y en efecto, la mujer creyó y aunque su hijo nació muerto, quedó liberada de sus dolores.

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro

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CURSO DE PRIMAVERA DE LA UNIVERSIDAD CASTILLA-LA MANCHA
Sede de CUENCA

Curso sobre: “ATEOS Y CREYENTES. Argumentos a favor o en contra de la fe”.

Fecha: 11-13 de marzo 2010


PROGRAMA:


Jueves 11 de marzo 2010

17,00-18,45
¿El estudio de la Biblia nos lleva a la fe o al ateísmo?
Xavier Pikaza y Antonio Piñero

19,00-20,45

Las religiones orientales ¿se basan también en la fe?Agustín Paniker y Juan Masiá


Viernes 12 de Marzo 2010

17,00-18,45
¿Qué sería la fe para Jesús de Nazaret?
Alexander Zatyrka y José Manuel Martín Portales


19,00-20,45
¿Es necesaria la fe para vivir?
Fernando Bermejo y Abdelmumin Aya


Sábado 13 de marzo 2010

17,00-18,45
Fe cristiana y paganismo. Dos creencias enfrentadas
Jacinto Choza y Jesús Garay

19,00-20,45
La experiencia mística, ¿culminación o superación de la fe?
Santiago Catalá y Yaratullâ Monturiol

13,45. CLAUSURA


Para más información Vicerrectorado de Extensión Universitaruia

e-mail: extension.universitaria@uclm.es

http://extensionuniversitaria.uclm.es
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