Sinodalidad, Inclusión y opción por los pobres del nuevo papa El Papa que espero

“No podemos elegir un Papa que se crea capataz. Ni uno que pretenda negar la diversidad y la diferencia”, afirma el periodista, escritor y hombre de fe Alberto Linero.

Alberto Linero y el conclave

Periodista, escritor, docente y conferencista internacional Alberto José Linero, perteneció a la comunidad de los padres Eudistas durante 25 años. Muy temprano en la mañana, en el programa "El man está vivo", transmitido de lunes a viernes en el canal Caracol de Colombia y por varios años se ha convertido en director espiritual de muchas personas entre las que me incluyo.

Alberto, tuvo a bien permitirme publicar aquí en Religión Digital un interesante artículo que escribió a propósito del cónclave luego de la muerte del papa Francisco. A continuación, el texto del artículo:

Estoy seguro de que la elección de un obispo de Roma tiene que ser algo más que una junta de humanos guiados por estrategias políticas para imponer un candidato. Si solo fuera eso, la Iglesia sería una ONG más. Creo que el cónclave es una expresión de comunión, de espiritualidad y de apertura a algo que va más allá de los intereses personales.

Estamos próximos a la elección de un nuevo Papa y, como hombre creyente y periodista, me he preguntado cuál es el perfil que la sociedad actual exige para el líder espiritual de los 1.406 millones de católicos que hay en el mundo.

Entiendo que, al interior de la comunidad eclesial, se da una dialéctica rígida y a veces violenta entre dos facciones bien organizadas:

Una, conservadora y reaccionaria –creería yo–, que supone que todo cambio es herejía, que confunde el Evangelio con viejas costumbres, que teme al placer y que cree que puede dictarle a los hombres y mujeres de este siglo cómo deben vivir en su intimidad y cotidianidad.

Y otra, que se sabe fiel a las opciones existenciales de Jesús de Nazaret, y que trata de responder con autenticidad a los desafíos de las dinámicas sociales actuales, sin miedo a hacer cambios en su liturgia, moral y pastoral.

Como creyente, me identifico con esta segunda opción. Es más: creo que es la única manera de responder acertadamente a la exigencia del Espíritu del Evangelio, porque la otra nos condenaría a ser uno de tantos museos que existen hoy en el mundo. Desde esa percepción que tengo de la vida eclesial –en la que viví como ordenado 25 años y en la que hoy vivo como bautizado–, creo que el nuevo Papa debe tener por lo menos estas tres características:

1. Un Papa que crea en la sinodalidad

El legado más grande de Francisco, más allá de sus gestos de humildad y sencillez o de sus nombramientos, fue invitar a toda la Iglesia a vivir en un espíritu de sinodalidad. Es decir, a caminar juntos desde la comunión, no desde el autoritarismo clerical.

La Iglesia, ante todo, es un pueblo que se escucha, dialoga y discierne la voluntad de Dios en la historia. No podemos elegir un Papa que se crea capataz. Ni uno que pretenda negar la diversidad y la diferencia. Ni mucho menos uno que declare herejía todo cambio.

2. Un Papa que crea en la inclusión

Estoy convencido de que la diversidad es invención de Dios. Seguir creyendo que solo los varones pueden ser ordenados es desconocer que para Dios no hay acepción de personas. Seguir marginando a quienes tienen orientaciones sexuales diversas es seguir viviendo bajo el esquema fariseo que Jesús cuestionó.

Negarle la comunión a quien ha fallado en su proyecto matrimonial es transformar la Eucaristía –que es medicina para el corazón– en un premio para los perfectos. Pensar que la liturgia debe ser hierática, en latín, nublada por el incienso, es no querer hablarle al hombre y la mujer de hoy. Seguir exigiendo el celibato como única opción para el ministerio presbiteral es seguir creyendo que la genitalidad es enemiga de Dios.

Alberto Linero

3. Un Papa que esté siempre del lado de los desfavorecidos

Esta es la única forma de vivir a la manera de Jesús, quien siempre estuvo junto a los despreciados por los “buenos” de su tiempo. Un Papa así pondrá su liderazgo frente a aquellos que aún creen que el mundo debe ser una copia de sus estrechas visiones. Será la voz de quienes no tienen voz, el defensor de los derechos de los más pobres.

Esto exige un liderazgo claro, sencillo y profundamente espiritual, fundamentado en el silencio, la contemplación, el diálogo con Dios y la vida encarnada en los valores del Reino. Un Papa no es un jefe. Es un servidor con opciones de vida claras y concretas.

Ese es el Papa que espero. Sé que no soy más que un periodista que expone sus ideas, y no tengo otra pretensión que esa. También soy un creyente de comunión, y estaré abierto a la elección que el Espíritu Santo y los cardenales decidan.

Ayer, volví a ver con Alcy la película Cónclave, y me quedé resonando con las palabras del cardenal Thomas Lawrence, interpretado magistralmente por Ralph Fiennes: “La certeza es gran enemiga de la unidad, la certeza es enemiga mortal de la tolerancia. Incluso Cristo no estaba seguro al final. ‘Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?’, gritó en su agonía a la hora novena en la cruz. Nuestra fe es algo vivo, precisamente porque camina de la mano con la duda. Si solo hubiera certeza, sin duda, no habría misterio, y por tanto no habría necesidad de fe. Oremos para que Dios nos conceda un Papa que dude, que peque y pida perdón, y siga adelante”.

https://contextomedia.com/el-papa-que-espero/

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