Carlos María Galli, teólogo argentino, concedió una entrevista para Religión digital, en el contexto del Congreso latinoamericano y caribeño “Teología en clave sinodal para una Iglesia sinodal”, que tuvo lugar en la sede del Celam en Bogotá del 9 al 11 de agosto 2024.

Galli es sacerdote y profesor titular en la facultad de teología de la UCA (Universidad Católica Argentina), donde es decano y coordina un grupo de investigación. Ha presidido la Sociedad Argentina de Teología y colaborado en la Conferencia de Aparecida (2007). Es asesor del Celam y miembro de la Comisión Teológica Internacional y de otras comisiones teológicas. Participa en la 16ª Asamblea general ordinaria del Sínodo de los obispos sobre la sinodalidad en calidad de experto y facilitador.

Padre Galli, ¿podría hablarnos de su amistad con el papa Francisco?

Muchas gracias. Bueno, gracias por la invitación a hablar con todos los amigos en Europa, en España y en toda América.

Supe de Jorge Bergoglio en el año 74; pero empezamos a tratarnos en el 86, porque él tenía como profesora de alemán a la misma señora que había sido profesora mía una década antes.

Cuando él fue a Alemania a preparar su tesis doctoral sobre Guardini que luego nunca completó.

¿Pero estuvo cerca de terminar?

No, no, pero investigó y ahí abrevó para consolidar un estilo de pensamiento que trata de integrar todas las variantes, las diferencias, las contraposiciones, lo que llama la unión de las oposiciones en tensión, pero buscando ir hacia adelante.

Eso es la forma que ha tratado de dirigir la iglesia.

Por ejemplo, yo digo siempre que significa canonizar el mismo domingo de la misericordia a Juan XXIII y a Juan Pablo II, dos papas con estilos distintos, los dos sucesores de Pedro, cada uno en su tiempo y que Francisco, otro sucesor de Pedro, reconoce el mismo día para mostrar cómo la Iglesia es un poliedro con muchos matices.

Pero digamos, el trato con monseñor Bergoglio creció cuando fue hecho obispo auxiliar de Buenos Aires en el año 92 y sobre todo cuando se convirtió en arzobispo de mi arquidiócesis en el 98.

Yo era vicedecano de la Facultad de Teología y luego fui decano dos periodos mientras él era gran Canciller de la Universidad Católica Argentina y también cuando fue dos periodos presidente del Episcopado.

Entonces, en ese contexto trabajamos mucho juntos.

Y luego yo fui convocado por el Papa Benedicto a trabajar como perito en la Conferencia Episcopal de Aparecida donde Bergoglio fue electo como presidente de la comisión de redacción; y los peritos ayudamos a recoger la reflexión y el diálogo de los obispos en el llamado Documento de Aparecida.

Yo siempre digo: Bergoglio colaboró con Aparecida guiando la reflexión, haciendo el consenso, las grandes líneas pastorales, por ejemplo, conversión pastoral y misionera.

Y luego, cuando lo eligieron obispo de Roma en 2013, Aparecida colabora con Francisco porque él toma de Aparecida grandes líneas de la iglesia latinoamericana y sin pretender imponerlas a nadie, las propone en su programa pastoral de una iglesia en salida para la iglesia entera.

¿Cuáles pueden ser los legados de Francisco?

Es difícil decirlo mientras está ejerciendo el pontificado.

Pienso en tres.

El primero, retomar con decisión grandes orientaciones del Concilio Vaticano Segundo. Una nueva fase de recepción y de impulso del Concilio Vaticano Segundo que está cumpliendo seis décadas y que es la gran brújula para la Iglesia del siglo XXI, sobretodo en cuanto a renovación o conversión de la Iglesia en la frescura del Evangelio al servicio de nuestra querida humanidad doliente.

Una segunda línea es todo lo que estamos viviendo en torno al proceso de la sinodalidad en la Iglesia. Ya él dijo en 2015 que la sinodalidad es lo que Dios espera de la Iglesia en el tercer milenio.

La sinodalidad es caminemos juntos y reunámonos para seguir caminando juntos. La iglesia es sinodal porque es un pueblo en camino y es la asamblea del pueblo de Dios. Camino y asamblea. Nos reunimos para seguir caminando, caminamos y nos reunimos para discernir juntos este camino ahora se está concretando en la 16.ª Asamblea ordinaria del signo de los obispos, concebida como un proceso, no sólo como un acontecimiento desde 2021 tuvo su primera fase de celebración el año pasado; tendrá la segunda en octubre de este 2024.

Ahí se abren muchos temas, pero lo principal es decir aspirar y pedir al espíritu de Dios que nos guíe en la conversión, barra reforma sinodal y misionera de la Iglesia.

Un tercer legado en relación al servicio de la teología en el mundo.

El Papa dice yo no soy teólogo ni hijo de teólogos, recordando al profeta que dijo yo no soy profeta ni hijo de profeta.

Quiere decir: él es un pastor y un pastoralista, alguien que siempre piensa desde Dios, la pastoral, la evangelización, pero al mismo tiempo ha propuesto en su enseñanza cotidiana y en sus grandes documentos la alegría del evangelio Laudato si, alabado sea; Amoris Laetitia, (sobre) el amor en la familia; Fratelli tutti, todos hermanos.

Ha propuesto nuevas líneas de renovación teológica para que los teólogos las asumamos, las trabajemos y las relancemos al servicio de la iglesia en el futuro.

Segundo aspecto, no ha habido en estos 11 años, que yo conozca, ningún proceso o juicio doctrinal a la labor de teólogos o de teólogas, cosa que fue frecuente en otros periodos.

Y en cierto modo podemos decir que desde que existe la antigua Congregación del Santo Oficio o después del Concilio, la Congregación para la Doctrina de la Fe, es la primera vez en cientos de años de historia que esa institución, que es un organismo al servicio del Papa y de la Iglesia, no ha hecho procesos doctrinales a investigadores o profesores de teología. Creo que esto debe ser alguna de las notas que queden a la hora de hacer el legado del Papa Francisco en la Iglesia.

Muchas gracias padre Galli.

 Gracias a todos los amigos de Religión digital. Muchas gracias por todo.