Dios laico y virtudes públicas en Ortega

Curso sobre la teología de J. Ortega y Gasset IV.

Decíamos al principio de este capitulo que la lengua estaba ya ahí en el contorno social antes de existir nosotros. Por lo que hablar es consecuencia de haber recibido mecánicamente desde fuera esa lengua.

Hablar, pues, es una operación que se realiza de fuera a dentro. "Mecanica e irracionalmente recibida del exterior, es mecánica e irracionalmente devuelta al exterior". Por el contrario, decir es una operación que empieza dentro del individuo, en un intento de exteriorizar algo que hay en su intimidad. A este fin consciente y racional, emplea todos los medios que tiene a su alcance, uno de los cuales es hablar.

Pero entre uno y otro existe una contraposición que nos permite ver claramente la diferencia: mientras el decir, o intentar decir es una operación propiamente humana del individuo, hablar es ejercitar un uso que no nace en el que lo ejercita ni es suficientemente inteligible por él; tampoco es voluntario sino algo impuesto por la colectividad.

3. Tesis paradógica del decir
Hasta en el decir ve Ortega una cierta paradoja. En un estudio titulado Principios de una nueva Fenomenología formuló dos leyes antagónicas en apariencia que se observan en toda enunciación verbal.

La primera dice así: "Todo decir es deficiente", porque nunca logramos decir lo que nos proponemos. La segunda contrariamente declara: "Todo decir es exuberante". Esto es, lo que decimos manifiesta siempre muchas más cosas de las que nos proponemos decir e incluso algunas que queremos silenciar.

El aspecto contradictorio de ambas proposiciones desaparece al percibir que defecto y demasía se refieren formalmente, como a un nivel, al decir. Pero decir es siempre querer decir tal cosa determinada. Esta cosa concreta es la que no logramos decir de manera plena y satisfactoria. Siempre habrá una cierta inadecuación entre lo que teníamos en la mente y lo que de hecho decimos.

Por otra parte, eso que hemos resuelto decir tiene otros muchos supuestos que callamos, porque creemos que los que nos escuchan los conocen. Es decir, que aunque es poco lo efectivamente dicho, es mucho lo que, sin propósito y contra propósito queda patente.

El primer caso corrobora las limitaciones propias de la lengua, las cuales disminuyen la voluntad de decir. El segundo, por el contrario, pone de manifiesto que la vida es más rica y sobrepasa al instrumento expresivo (La reviviscencia de los cuadros VIII, 493-494).

Otra paradoja que señala Ortega es que para que alguien consiga decir algo ha de ser capaz de silenciar o callar todo lo demás. Él da mucha importancia a la capacidad de renuncia, de ascetismo que supone callar muchas cosas con tal de decir una significativa.

En definitiva, la lengua en su auténtica realidad nace y vive en un combate y compromiso entre el querer decir y el tener que callar. Es más, el silencio, la inefabilidad es un factor intrínseco al lenguaje.

Por eso cada sociedad tiene que hacer una selección en la masa del decir para poder decir algunas cosas y esta selección es el lenguaje. La lengua nace como amputación del decir, cada una de ellas va modelada por un espíritu selectivo en el vocabulario, en la morfología y en la sintaxis.

A este propósito refiere que un especialista en la materia como Meillet decía: "Toda lengua expresa cuanto la sociedad de la que ella es órgano necesita. Una lengua de semi-civilizados no será capaz de expresar teorías filosóficas, pero esto no resulta de su estructura propiamente lingüística. Con cualquier fonetismo, con cualquier gramática se puede expresar cualquier cosa".

Ortega observa en estas palabras de Meillet una tautología y que confunde las necesidades que una sociedad tiene con las que satisface, y la realidad de una lengua con lo que sería un lenguaje perfecto.

No obstante, el lenguaje consiste en una previa retención del decir que acompaña toda su génesis, su organización y desarrollo. Por lo que se puede resumir la primera condición del lenguaje diciendo: "El lenguaje está limitado siempre por una forma de inefabilidad. Esta limitación se halla constituida por lo que en absoluto no se puede decir en una lengua o en ninguna.

Pero sobre esta monta una segunda limitación, a saber, todo aquello que el lenguaje podría decir pero que cada cual silencia por esperar que el oyente puede y debe por sí suponerlo y añadirlo. Este silencio es de distinto nivel que el primero -no es absoluto, es relativo; no procede de la inefabilidad fatal, sino de una consciente economía. Frente a lo inefable llamo a esta consciente reticencia de la lengua lo inefado".

Seguidamente cita unas palabras de Guillermo de Humbolt, el hombre de más sensibilidad en el lenguaje: "En la gramática de toda lengua hay una parte que está expresamente significada y otra que queda tácita y hay que añadir. En la lengua china aquella primera parte se halla en una proporción infinitamente pequeña frente a esta segunda.

En toda lengua, el contexto de la elocución tiene que venir en auxilio de la gramática. En el chino ese contexto es la base para la comprensión y frecuentemente no hay más remedio que derivar de él la construcción (la sintaxis). El verbo mismo sólo se descubre en el concepto nominal".

Los lingüistas, lamenta Ortega, no perciben esto muchas veces, y el hecho de que al hablar una lengua se entienda y se dé a entender lo que esta deja inefado les impide reparar que la lengua no lo dice. En general él no ve con meridiana claridad que se distinga con la debida insistencia entre lo que la lengua dice y lo que "con ella" decimos nosotros (Comentario al Banquete de Platón. Qué es leer IX, 754ss).


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Os recuerdo que estamos en el capítulo primero Filosofía del lenguaje, y durará porque las entregas de cada día son breves para no cansaros. Lo digo porque hoy aparece el epígrafe 3, ya que el 1 y el 2 aparecieron en la entrega anterior. Tenganlo en cuenta los que lean hoy el curso por primera vez. También les digo que hay una Introdución al curso en dos entregas 1 y 2. Los días del curso son martes y jueves, el resto de los días presento artículos de opinión. Y el domingo un texto de reflexión espiritual de alguna persona relevante en la materia.
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