Misa en el altar del Mundo (Teilhard de Chardin)
Comunión
(cont.)
Señor, Jesús, acepto ser poseído por Tí, y conducido por la indefinible potencia de tu Cuerpo, al que me sentiré ligado, hacia las soledades a las que yo solo jamás me hubiera atrevido a acercarme. Institntibamente como cualquien otro Hombre, me gustaría montar aquí abajo mi tienda sonre una montaña elegis.
Como todos mis hermanos, tengo también miedo del porvenir, demasiado misterioso y demasiado nuevo, hacia el que me empuja la duración. Después me pregunto tan ansioso como ellos, hacia dónde va la vida... ¡Ojalá esta Comunión del pan con Cristo revestido con las potencias que delatan el Mundo me libere de mi timidez y de mi negligencia!
Me arrojo, oh, Dios mío, fiado en tu palabra, en el torbellino de las luchas y de las energías entre las que se desarrollará mi poder de percibir y de experimentar tu Santa Presencia. A aquel que ame apasionadamente a Jesús oculto en las fuerzas que hacen crecer la Tierra, la Tierra maternalmente le tomará en sus brazos gigantes y ella le hará contemplat el rostro de Dios.
Si tu reino, Dios mío, fuese de este Mundo, me bastaría àera poseerle confiarme a las potencias que nos hacen sufrir y morir engrandeciéndonos palpablemente a nosotros o a aquello que nos es más querido que nosotros mismos. Mas como el Término hacia el que se mueve la Tierra está al otro lado no sólo de cada cosa individual sino del conjunto de todas las cosas, como la labor de Mundo consiste no en engendrar en sí mismo una Realidad suprema, sino en consumarse por unión en un Ser preexistente, resulta que para llegar hasta el centro resplandeciente del Universo no le basta al Hombre vivir cada vez más para sí ni tampoco en convertir su vida en una causa terrestre, por muy grande que sea...
VI Presencia de Dios en el Mundo
Como el Biólogo materialista que cree suprimir el alma al demostrar los mecanismos fisicoquímicos de la célula viviente, los zoólogos ham creído que inutilizaban a la Causa primera al descubrir un poco mejor la estructura de su obra. Es hos de dejar de lado un problema tan absurdo. No; el transformismo científico, estrictamente hablando, no prueba nada en favor o en contra de Dios. Consta simplemente el hecho de un encadenamiento en lo real.
Nos presnera una anatomía, y en modo alguno una razón última de la vida. Afirma: "Algo se ha organizado, algo ha cecido". Pero es incapaz de discernir las condiciones últimas de este crecimiento. Decidir si el movimiento evolutivo es inteligente en sí o si exige, por parte de un Motor primero, una creación progresiva y continua, es un problema que atañe a la metafísica.
El transformismo, es fuerza repetirlo sin tregua, no impone filosofía alguna. ¿Quiere esto decir que no insinúa ninguna por su parte?. No, ciertamente. Pero aquí resulta curioso observar que los sistemas de pensamiento que mejor se acomodan con él son precisamente, acaso, aquellos que se creía que eran los más amenazados. El Cristianismo, por ejemplo, se halla fundado esencialmente sobre la doble creencia de que el hombre es un objeto especialemte continuado por el poder divino a través de la creación, y que Cristo es el término sobrenatural, pero, físicamente, asignado a la consumación de la humanidad. ¿Puede pedirse una visión experimental de las cosas más en consonancia con estos dogmas de unidad que aquella en que descubrimos seres vivientes no artificialmente yuxtapuestos los unos a los otros para un discutible fin de utilidad o placer, sino ligados, a título de condiciones físicas, los unos a los otros en la realidad de un mismo esfuerzo hacia más ser?...
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Poesís bucólica de San Juan de la Cruz
Cántico espiritual
(continuación)
Esposa
Mi alma se ha empleado
y todo mi caudal en su servicio:
ya no guardo ganado
ni tengo ya otro oficio,
que ya sólo en amar es mi ejercicio.
Pues ya si en el ejido,
de hoy más no fuere vista ni hallada,
diréis que me he perdido,
que andando enamorada,
me hice perdidiza y fui ganada.
De flres y esmeraldas,
en las frescas mañanas escogidas,
haremos las guirnaldas,
en tu amor florecidas,
y en un cabello mío entretejidas,.
En sólo aquel cabello,
que en mi cuello volar consideraste,
mirástele en mi cuello,
y en él preso quedaste,
y en uno de mis ojos te llegaste.
Cuando tú me miraba
su gracia en mí tus ojos imprimían:
por eso me adamabas
y en eso merecían
los míos adorar lo que en tí vían.
No quieras despreciarme,
que si color moreno en mí hallaste,
ya bien puedes mirarme,
después que me miraste,
que gracia y hermosura en mí dejaste.
Cogednos las raposas,
que está ya florecida nuestra viña,
en tanto que de rosas
hacemos una piña,
y no parezca nadis en la montiña,
Deténte, cierzo muerto,
ven, austro, que recuerdas los amores,
aspira por mi huerto,
y corran sus olores,
y pacerá el Amado entre las flores.