Misa en el altar del Mundo (Teilhard de Chardin)



Comunión
(cont.)

El Mundo no puede llegar hasta Tí, Señor, en último término, más que en virtud de una especia de inversión, de vuelta atrás, de excentración, en donde queda oculto durante algún tiempo no sólo el éxito de los individuos, sino la apariencia misma de todo logro humano.

Para que mi ser quede decidídamente incorporado al tuyo es preciso que muera en mí no sólo la mónada, sino también el Mundo, es decir que pase por la fase desgarradora de una disminución que no podrá ser compensada por ninguna cosa tangible. He ahí por qué, tras haber recogido en el cáliz la amargura de todas las separaciones, de todas las limitaciones, de todos los fracasos estériles, me lo tiendes. "Bebed todos de él."
(Unamuno tiene un pensamiento semejante cuando dice: el vivir nos mata y la muerte nos torna a dar la vida).

Cómo iba yo a rechazar este cáliz, Señor, ahora que con el pan que me has hecho gustar se ha inoculado en la médula de mi ser la inextinguible pasión de unirme a Tí, más allá de la vida, a través de la muerte. La consagración del Mundo hubiera quedado sin terminar, desde luego, si no hubieses animado con predilección, en favor de quienes iban a creer, después de las fuerzas que matan las fuerzas que vivifican. Mi Comunión sería incompleta (no sería cristiana, sencillamente)si, juntamente con los aumentos que me trae este nuevo día, no recibiese, en mi nombre y en nombre del Mundo, como la más directa participación contigo, el trabajo, oculto o manifiesto, de debilitamiento, de vejez y de muerte que mina continuamente el Universo para su salvación o condenación.

Me abandono irremisiblemente,oh, Dios mío, a las formidables acciones de disolución mediante las cuales tu Divina Presencia sustituirá hoy, así quiero creerlo ciegamente, mi insignificante personalidad. A quien haya amado apasionadamente a Jesús oculto en las fuerzas que hacen morir a la Tierra, la Tierra le estrechará, cuando muera, entre sus brazos gigantes y se despertará con ella en el seno de Dios.

VII.Presencia de Dios en el Mundo

Allí Donde La Primera Mirada de nuestros ojos no percibe más que una distribución incoherente de altitudes, de tierras y de aguas, hemos llegado a unir una red sólida de auténticas relaciones. Hemos animado la tierra al comunicarle algo de nuestra unidad.

Ahora bien, he aquí que por un rebrote fecundo, esta vida, que nuestra inteligencia ha infundido a la mayor masa material que nos haya sido dado tocar, tiende a resurgir en nosotros bajo una forma nueva. Tras haber dado en nuestra visión, su "personalidad" a la tierra de piedra y de hierro, sentimos un deseo contagioso de construir nosotros mismos, a nuestra vez, con la suma de nuestras almas, un edificio espiritual tan vasto como el que contemplamos salido de las causas geogénicas. En torno a la esfera rocosa se extiende una capa auténtica de materia animada, la capa de los vivientes y de los humanos, la biosfera.

El gran valor educativo de la geología es que al descrubirnos una tierra auténticamente una, una tierra que no forma sino un solo cuerpo, puesto que sólo tiene un solo rostro, nos recuerda las posibilidades de organización cada vez mayores que hay en la zona de pensamiento que envuelve al mundo. En verdad, no es posible fijar habitualmente la mirada sobre los grandes horizontes descubiertos por la ciencia sin que surja un deseo oscuro de ver ligarse entre los hombres una simpatía y un conocimiento crecientes, hasta que, bajo efectos de alguna atracción divina, no existan más que un solo corazón y una alma única sobre la faz de la tierra.
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Poesís bucólica de San Juan de la Cruz
Cántico espiritual

Canciones entre el alma y el esposo
(continuación)

ESPOSO

Entrádose ha la Esposa
en el ameno huerto deseado,
y a su sabor reposa,
el cuello reclinado
sobre los dulces brazos del Amado.

Debajo del manzano,
allí conmigo fuiste desposada,
alli te dí la mano,
y fuiste reparada,
donde tu madre fuera violada.

A las aves ligeras,
leones, ciervos, gamos saltadores,
montes, valles, riberas,
aguas, nieves, ardores,
y miedos de las noches veladores:

Por las amenas liras
y canto de serenas, os conjuro
que cesen vuestras iras,
y no toquéis el muro,
porque la Esposa duerma más seguro.

ESPOSA

¡Oh ninfas de Judea,
en tanto que las flores y rosales
el ámbar perfumea,
morá en los arrabales
y no queráis tocar nuestros umbrales!

Escóndete, Carillo,
y mira con tu haz a las montañas,
y no quieras decillo,
mas mira las compañas
de los que van por ínsulas extrañas.
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