Buscando el 'bienser' en el silencio y la soledad Cuaresma, días de desierto
"Esta cuarentena intenta ser una invitación existencial que logre disponernos con otra actitud que resuene con la Vida y no tanto con la satisfacción de todo tipo de placeres-necesidades"
"Los pilares fundamentales de este tiempo cuaresmal son dos: el silencio y la soledad … tan necesarios como el agua que bebemos para saciar la sed sin que seamos conscientes de todo lo que realmente nos aporta"
"Satisfechos en lo esencial solo nos queda buscar el bienser, que no el bienestar, que nos conecte con la felicidad de fondo desde la que uno puede sentir que su vida se va realizando en la entrega"
"No se trata de pasividad … Sino de disponernos interiormente para reconocernos dichosos más allá de las circunstancias"
"Satisfechos en lo esencial solo nos queda buscar el bienser, que no el bienestar, que nos conecte con la felicidad de fondo desde la que uno puede sentir que su vida se va realizando en la entrega"
"No se trata de pasividad … Sino de disponernos interiormente para reconocernos dichosos más allá de las circunstancias"
Aprovechando la coyuntura que nos ofrece estos cuarenta días que vamos recorriendo no está de más hacer una reflexión que pueda proferirnos cierta lucidez de espíritu o conciencia. Su celebración, que ya atesora siglos de tradición, posee su razón de ser aunque pocas veces seamos capaces de conocerla, reconocerla y actualizarla.
Los pilares fundamentales de este tiempo cuaresmal son dos: el silencio y la soledad. El desierto es la imagen simbólica que unifica estos principios que se proponen a modo de dieta depurativa de la interioridad, de ayuno que nos desintoxique. Si bien son archiconocidas las dietas con una finalidad estética, quizá un tanto frívola en los tiempos que corren, también hay otras que procuran salud física tanto a un nivel corporal como espiritual.
Este desierto requiere de la posibilidad de apartarnos, de tomar distancia de la vida en la que andamos inmersos y que, con sus cientos de ruidos, nos aturden hasta límites insospechados. Se hace necesario distanciarse para poder percibir y acoger la realidad de otro modo. Si logramos situarnos desde estas nuevas coordenadas entonces puede darse el centramiento que adviene cuando la atención se repliega sobre uno mismo al carecer de entretenimientos ni distracciones que la secuestren. Al final, no se trata de salir, de desplazarse e ir hasta a algún lugar diferente del que se está, sino que tiene que ver con recogerse, con regresar hasta ese lugar desde el que vivimos, esto es, nosotros mismos.
"El silencio y la soledad son tan necesarias como el agua que bebemos imprescindiblemente para saciar la sed sin que seamos conscientes de todo lo que realmente nos aporta"
Esta cuarentena intenta ser una invitación existencial que logre disponernos con otra actitud que resuene con la Vida y no tanto con la satisfacción de todo tipo de placeres-necesidades en la que tanto nos afanamos aquellos que somos privilegiados. Satisfechos en lo esencial solo nos queda buscar el bienser, que no el bienestar, que nos conecte con la felicidad de fondo desde la que uno puede sentir que su vida se va realizando en la entrega. Para ello hay que tomar distancia, acallando las voces que nos aturden y nos arrojan a la marabunta de las noticias fake que intentan sembrar desconcierto, temor y desconfianza. El silencio y la soledad son tan necesarias como el agua que bebemos imprescindiblemente para saciar la sed sin que seamos conscientes de todo lo que realmente nos aporta.
En nuestros días es algo prácticamente contracultural tomarse unos días para practicar el dolce farniente, el dulce no hacer nada, quedarnos con nosotros mismos sin necesidad de caer en la huida que supone el permanente hacer compulsivo que alimentamos diariamente, en la hiperconexión y la inmediatez que reclama el smartphone, en todas esas prácticas superficiales que nos llevan al autocontentamiento más que a la relación con Dios que pretenden.
No se trata de pasividad, sino de un saber estar con uno para dejar que emerja lo esencial y así aprender a estar con los otros. Solo cuando reconocemos la sencillez que conlleva el puro hecho de vivir somos capaces de captar la gratuidad desde la que existimos y que nos asemeja a Jesús. Y solo cuando tenemos experiencia de ello podemos reconocer el sentimiento espontaneo de agradecimiento que brota tan discretamente.
Depurarnos, limpiarnos a niveles profundos, tiene que ver con disponernos interiormente para reconocernos dichosos más allá de las circunstancias con las que lidiamos día tras día y que, en última instancia, tan solo reflejan cuan necesitamos estamos de compartir lo que somos.
Etiquetas