Europa ¡Despierta!
A todos nos ha dejado tocados emocional y anímicamente lo que ocurrió este pasado miércoles en París. No estamos acostumbrados a ver este tipo de violencia fría y obscena a plena luz del día en nuestra Europa “civilizada”. Los niveles de odio y desprecio a la vida que nos han escupido en la cara nos ha desconcertado.
No se ustedes pero yo no puedo quitarme de la cabeza la terrible imagen del “finalizado” del policía de 42 años herido en el suelo. Me viene una y otra vez el recuerdo despertando sentimientos muy de las tripas, como solemos decir.
Nos ha descolocado porque no estamos acostumbrados a verlo tan cerca y tan evidente. Pero somos conscientes que este tipo de hechos llevan sucediéndose desde hace mucho tiempo en diversos lugares del mundo. Un genocidio sistemático de quien no acata las reglas de la dictadura del fanatismo. Pero Europa apenas balbuceaba lamentos porque tocaba relativamente lejos de casa, total se asesinaban a diario del mismo modo, con tiros en la cabeza, a decenas y centenas de personas pero no nos tocaba las tripas, ¿quizás? Como mucho nos indignaba la noticia pero era solo eso, una noticia escrita, fría, sin rostro conocido.
Y es que a Europa y al occidente “civilizado” siempre le pasa lo mismo, vive aletargado en su burbuja cómoda del “mientras no vaya conmigo”. Lo mismo ocurre con el ébola que todo el mundo estaba preocupadísimo cuando teníamos un infectado en casa pero cuando dejó de haberlo volvimos al olvido de un virus que sigue matando las vidas de los más débiles, de los olvidados, de los que no cuentan.
Ahora sí, tocó más cerquita y nos entró el miedo. Pero cuidado con las reacciones desde las tripas no paguen justos por pecadores. Se leen y se escuchan muchos comentarios que no diferencian entre quien es una amenaza y quien es un compañero de camino.
El enemigo de la paz y la convivencia no es la diversidad cultural, racial o religiosa. El enemigo es la intolerancia y la dictadura del pensamiento único. El enemigo no tiene rostro blanco o negro o asiático o árabe. El enemigo es la ignorancia de quien ve en el diferente alguien a quien odiar y matar.
No hay mal que por bien no venga, reza el refrán. Y es doloroso aceptar que muy a menudo en la historia, de lo malo ha brotado una semilla de algo bueno. De las guerras ha brotado el grito del ¡basta ya! y el deseo de vivir en paz; de las crisis económicas ha brotado más consciencia de valorar lo que se tiene y de la solidaridad del compartir. Si este horrible e insultante episodio que no se nos va de la cabeza estos días puede traer algo positivo, sin duda, no será que crezca en nuestros corazones el deseo de venganza, de perpetuar la violencia, ni que crezca el racismo o el odio hacia los que no son como yo. Si algo puede enseñarnos un episodio tan macabro como el de París es que Europa despierte de su indiferencia y egoismo, y se atreva a mirar al mundo con ganas de implicarse, con ganas de aportar lo mucho bueno que tenemos y hemos conseguido: el derecho, la justicia y la paz.
A todos nos ha herido en nuestra conciencia la metralla del odio y el sinsentido de la violencia. De nosotros depende que la herida sane buscando los caminos que ayuden a que no vuelva a ocurrir o dejar que la metralla gangrene los corazones y los llene de rencor.
Decía el papa Benedicto XVI en la XLVI Jornada mundial de la paz el 1 de enero de 2013: “El hombre está hecho para la paz, que es un don de Dios.”
La Europa que ha olvidado sus raíces religiosas tiene ante sí un reto de cara al futuro y lo expresaba así Benedicto XVI: “La realización de la paz depende en gran medida del reconocimiento de que, en Dios, somos una sola familia humana”
No se ustedes pero yo no puedo quitarme de la cabeza la terrible imagen del “finalizado” del policía de 42 años herido en el suelo. Me viene una y otra vez el recuerdo despertando sentimientos muy de las tripas, como solemos decir.
Nos ha descolocado porque no estamos acostumbrados a verlo tan cerca y tan evidente. Pero somos conscientes que este tipo de hechos llevan sucediéndose desde hace mucho tiempo en diversos lugares del mundo. Un genocidio sistemático de quien no acata las reglas de la dictadura del fanatismo. Pero Europa apenas balbuceaba lamentos porque tocaba relativamente lejos de casa, total se asesinaban a diario del mismo modo, con tiros en la cabeza, a decenas y centenas de personas pero no nos tocaba las tripas, ¿quizás? Como mucho nos indignaba la noticia pero era solo eso, una noticia escrita, fría, sin rostro conocido.
Y es que a Europa y al occidente “civilizado” siempre le pasa lo mismo, vive aletargado en su burbuja cómoda del “mientras no vaya conmigo”. Lo mismo ocurre con el ébola que todo el mundo estaba preocupadísimo cuando teníamos un infectado en casa pero cuando dejó de haberlo volvimos al olvido de un virus que sigue matando las vidas de los más débiles, de los olvidados, de los que no cuentan.
Ahora sí, tocó más cerquita y nos entró el miedo. Pero cuidado con las reacciones desde las tripas no paguen justos por pecadores. Se leen y se escuchan muchos comentarios que no diferencian entre quien es una amenaza y quien es un compañero de camino.
El enemigo de la paz y la convivencia no es la diversidad cultural, racial o religiosa. El enemigo es la intolerancia y la dictadura del pensamiento único. El enemigo no tiene rostro blanco o negro o asiático o árabe. El enemigo es la ignorancia de quien ve en el diferente alguien a quien odiar y matar.
No hay mal que por bien no venga, reza el refrán. Y es doloroso aceptar que muy a menudo en la historia, de lo malo ha brotado una semilla de algo bueno. De las guerras ha brotado el grito del ¡basta ya! y el deseo de vivir en paz; de las crisis económicas ha brotado más consciencia de valorar lo que se tiene y de la solidaridad del compartir. Si este horrible e insultante episodio que no se nos va de la cabeza estos días puede traer algo positivo, sin duda, no será que crezca en nuestros corazones el deseo de venganza, de perpetuar la violencia, ni que crezca el racismo o el odio hacia los que no son como yo. Si algo puede enseñarnos un episodio tan macabro como el de París es que Europa despierte de su indiferencia y egoismo, y se atreva a mirar al mundo con ganas de implicarse, con ganas de aportar lo mucho bueno que tenemos y hemos conseguido: el derecho, la justicia y la paz.
A todos nos ha herido en nuestra conciencia la metralla del odio y el sinsentido de la violencia. De nosotros depende que la herida sane buscando los caminos que ayuden a que no vuelva a ocurrir o dejar que la metralla gangrene los corazones y los llene de rencor.
Decía el papa Benedicto XVI en la XLVI Jornada mundial de la paz el 1 de enero de 2013: “El hombre está hecho para la paz, que es un don de Dios.”
La Europa que ha olvidado sus raíces religiosas tiene ante sí un reto de cara al futuro y lo expresaba así Benedicto XVI: “La realización de la paz depende en gran medida del reconocimiento de que, en Dios, somos una sola familia humana”