En ámbitos marcados por el fundamentalismo islámico, las mujeres carecen de independencia Afganistán: Islam sin glosa. Canto (llanto ) por la mujer

Afganistán, Islam sin glosa. Canto (llanto ) por la mujer
Afganistán, Islam sin glosa. Canto (llanto ) por la mujer eldiario.es

"Integristas" musulmanes han vuelto a tomar el poder en Afganistán, imponiendo una ley islámica “sin glosa”, como si no hubieran pasado catorce siglos desde la “revelación” de Mahoma.

  Muchos son en ese contexto los temas discutidos, empezando por la "ley del Islam": Si la interpretación "afgana" del Islam es la única o si hay otros tan buenas, e incluso mejores, como muchos creen (creemos).

  Discutida es también la forma de presión o imposición político-social que se ha hecho y puede hacerse desde ahora en Afganistán. Vinieron primero los "adelantados" del paraíso soviético y se fueron. Han venido después los "apóstoles" del capitalismo occidental, dirigidos por USA, y acaban de irse. ¿Vendrán ahora los chinos a extender su mercado universal, pero sin entrar en la política y vida interna del país?

  Este problema afgano tiene muchas vertientes y yo quiero hoy evocarlo desde la perspectiva de la mujer en el Corán.

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El primero de los temas: Canto (o llanto) a la mujer afgana

En ese contexto se puede hablar de un canto a la mujer: El Islam ha querido ser y ha sido un homenaje social y religioso a la mujer "casada" (en casa), sometido a la norma de vida del varón (padre, marido) que la “protege”, conforme a una ley que se declara revelada eternamente por Dios

Pero en otra línea se puede hablar de llanto por la mujer tomada como persona libre, con su propia voluntad, dentro de un orden superior donde varones y mujeres han de responder a la misma voluntad de Dios

Las cosas son muy complejas, tanto en Afganistán como en el conjunto de la sociedad musulmana, con sus cien variantes y aplicaciones culturales y sociales. Pero me parece bueno recordar en este contexto algunas cosas que dice el Corán sobre la mujer, pues ellas quieren aplicarse a la letra, sin glosa, en la tierra "liberada" de Afganistán.

 Pero el tema central es que no existe un Islam/Corán sin glosa, es decir, sin presupuestos, sin lectura de conjunto, sin aplicación social.

Por una parte está la "lectura del Corán" como libro "eternamente vivo", las dos cosas: eterno y vivo, cambiante. Son los musulmanes los que han de leerlo e interpretarlo desde las situaciones históricas, sociales y culturales de nuestro tiempo. Ellos tienen la palabra.

Por otra parte está la lectura del Corán entre las "religiones del libro", es decir, en diálogo con el judaísmo, el cristianismo y el budismo, por poner unos ejemplos. Mahoma dialogó con las religiones de su entorno, y así deben hacer los musulmanes de nuestro tiempo, y con ellos los cristianos, judíos, budista, etc. En esa línea he querido escribir algunos trabajos, uno sobre monoteísmo y globalización otro sobre religión y globalización 

    Desde ese fondo me atrevo a presentar una visión de conjunto de la mujer en el Corán... Una visión inicial, que puede ayudarnos a situar el tema no sólo  en Afganistán, sino en el conjunto de las religiones, desde la perspectiva cultural social de este mundo en crisis, año 2021.

Los pilares de la vida,igualdad de todos los creyentes

Editorial Verbo Divino :: Monoteísmo y globalización

Siendo un genio religioso, Mahoma/Muhammad fue un profeta del juicio de Dios, un reformador social, un conductor de masas, un estrega político. Así consiguió vincular a las tribus árabes dispersas, dándoles una conciencia "mesiánica" y presentándolas como pueblo destinado a convocar en unidad (en umma) a todas las naciones y razas de la tierra[1].

Desde ese fondo en que se unen religión y sociedad ha de entenderse la función de la mujer. Es evidente que Mahoma ha mejorado la condición de las mujeres de su sociedad y de su tiempo, haciendo que pudieran presentarse como miembros plenos de la nueva comunidad islámica. Varones y mujeres han sido creados como iguales ante Dios; por eso han de cumplir, en un principio, los mismos deberes religiosos, especialmente la oración y la limosna:

 Al creyente, varón o mujer, que obre bien le concederemos ciertamente una vida buena  y le remuneraremos con arreglo a sus mejores obras (Corán 16, 97).

Dios ha preparado perdón y magnífica recompensa para los musulmanes y las musulmanas, para los creyentes y las creyentes, los devotos, sinceros, pacientes y humildes... (Corán 37, 36). Desde aquí se entienden los cinco pilares de la vida musulmana: 

  1. - Confesión de fe (sahada). Es musulmán el que confiesa que hay sólo un dios y que Mahoma es su profeta, sometiéndose a su poder, aceptando su revelación.
  2. - Oración (Salat y azala). Por cinco veces al día se someten los musulmanes ante el poder de Dios, en gesto de sumisión orante donde se vinculan alma y cuerpo, palabra y gtesto extenro (inclinación, dirección hacia la Meca).
  3. - Tributo social o limosna legal ( zakat). El musulmán es un hombre que pone sus bienes al servicio de la comunidad creyente, en gesto de limosna, que tiende a suscitar la comunicación de bienes entre todos los fieles.
  4. - Ayuno (sawm). Un mes al año (en Ramadán) cesa la vida exterior y los creyentes ayunan: se centran en la plegaria y el encuentro fraterno, en las labores del espíritu y en todo lo que implica sumisión a Dios. Sólo en la noche comen, beben, trabajan o se aman, retomando desde otra perspectiva el ritmo normal de la existencia.
  5. - Peregrinación (hayy). Si es posible, los musulmanes deben volver una vez en la vida a sus raices: peregrinar a la Meca, actualizando el recuerdo de fe de Abraham, rehaciendo el compromiso de fidelidad de Mahoma.

Todos estos preceptos valen por igual para varones y mujeres. A este nivel no hay distinción religiosa. Todos están igualmente llamados por Dios, todos se someten a su voluntad, como creyentes.  

En ese plano fundante no hay por lo tanto distinción entre varones y mujeres: la transcendencia de Dios y su palabra de revela­ción les ha igualado en la misma exigencia de sometimiento y buenas obras.

En un sentido, la comunidad musulmana es básicamente igualitaria en plano religioso: no admite distinción entre sacerdotes y laicos, entre nobles y plebeyos. Todos los creyentes se identifican e igualan desde el común sometimiento a Dios. A ese nivel, desde la perspectiva de los cinco pilares de la religión, no hay diferencia entre varones y mujeres.

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Ciertamente, el Islam resulta igualitario. Acepta como un hecho la esclavitud (sobre todo para los no creyentes), pero tiende a superarla dentro de la comunidad musulmana, destacando la exigencia de comunicación social y económica entre los creyentes. También admite la desigualdad entre las razas, pero desde el punto de vista de fe (y de la comunidad sagrada o umma) tiende a superarla: todos los creyentes participan de la misma suerte del Islam, forman una com­unidad igualitaria, bajo la enseñanza de Mahoma (el Corán) y sus representantes.           

Supremacía del varón

Pero dentro de esa igualdad se acepta y de alguna forma se acentúa la división entre varones y mujeres. En esta perspectiva, el Islam ha sido y sigue siendo una religión (¿una sociedad?) profunda­mente patriarcal, por no decir machista. Quizá pudiéramos añadir que su experiencia social está fundada en dos grandes principios: la supremacía del varón en el nivel político y familiar; y la separación de varones y mujeres en la vida cotidiana, fuera del ámbito familiar propiamente dicho.

 - La supremacía del varón está bien determinada por ley: Los hombres tienen autoridad sobre las mujeres en virtud de la preferencia que Dios ha dado a unos más que a otros y de los bienes que gastan (los varones para mantener a las mujeres). La mujeres virtuosas son devotas y cuidan de su castidad en ausencia de su marido... Amo­nestad a aquellas de quienes temáis que se rebelen, dejadlas solas en el lecho, pegadlas... (Corán 4, 34).

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Esta supremacía se expande a todos los aspectos de la vida que aparece cuidadosa­mente reglamentada. Las mujeres carecen de independencia personal y social propiamente dicha (al menos en el aspecto mundano de la vida).

  • Por eso, la vida concreta de los musulmanes tiende a dividirse en dos campos bien separados: varones y mujeres no conviven en lo externo; no se encuentran en lugar abierto, no dialogan en público. Por eso, ellas tienden a llevar un velo en la cabeza, como para ocultar su feminidad (su encanto y belleza) ante aquellos que no pertenecen al círculo de intimidad de su familia.
  • Ellas habitan básicamente dentro de la casa, construyendo de esa forma un mundo femenino, separado del mundo exterior de los varones, a quienes encuentran sólo en la intimidad de la casa familiar o en el lecho. 

Una vida profundamente erotizada

Tanto el Corán como el conjunto de la sociedad musulmana ofrece a quien se acerca desde fuera la impresión de que la vida se encuentra fuertemente erotizada (dominada por el deseo sexual) de tal forma que todo encuentro personal de un varón y una mujer que no sean familiares o esposos tiende a interpretarse como sospechoso. Por eso, ambos deben separarse. Lógicamente a las mujeres les toca la peor parte. Ellas han de llevar una vida aislada (con otras mujeres). De esta forma se tienden a separar los dos campos vitales.

- En un nivel externo varones y mujeres no se encuentran, no dialogan; de esa forma evitan el peligro del "contagio sexual", el riesgo de la pasión.

- Por el contrario, en nivel de intimidad ellos dialogan en profunda confianza familiar o en clima de amor plenamente sexuali­zado. De esa forma parece que todo encuentro del varón con la mujer en clave de intimidad está marcado por la confianza familiar (padres-hijos, hermanos) o por la urgencia de la unión sexual.

Leyendo con hondura ciertos textos del Corán y observando sobre todo la conducta de diversas sociedades musulmanas en el plano de la relación entre varones y mujeres, recibimos la impresión de que la sociedad en cuanto tal se encuentra amenazada por un fuerte estallido de violencia sexual que puede desatarse y destruirlo todo. Pues bien, para evitar ese estallido y defender de alguna forma a las mujeres, la ley tradicional islámica se ha sentido obligado a reglamentar su relación con los varones y mujeres, permitiéndola sólo en el campo del matrimonio (con la posibilidad de poligamia y concubinato) o en un plano estrictamente familiar.

De esta forma se vinculan una reglamentación social muy fuerte (dirigida sobre todo a asegurar la castidad de las mujeres, para servicio de los varones) y una profunda libertad sexual, asumida y cultivada especialmente por esos mismos varones.

A ellos se les dice Vuestras mujeres son para vosotros campo labrado... (Corán 2, 223). Ellas son tierra fecunda, propiedad de los maridos (campo donde siembran).

Partiendo de un Dios que se ha mostrado como transcendente (más allá de todo sexo, superando toda hierogamia), el Islam ha tendido a reglamentar legalmente las relaciones sexuales, pero siempre desde la perspectiva del varón.

Ciertamente, los varones deben respetar la voluntad de las mujeres, de manera que no pueden tomarlas ­por la fuerza (Corán 4, 19). Per­o ellos reciben la palabra de la ley, ellos regulan y sancionan su cumplimiento: 

- Casaos con las mujeres que os gusten: dos, tres o cuatro.

 - Retribuid como cosa debida a aquellas de quienes habéis gozado como esposas (en matrimo­nio libre,de carácter temporal) (Corán 4, 24).

 Ciertamente, varones y mujeres tienen una misma responsabi­lidad religiosa, en el plano más profundo, de manera que unos y otras podrán recibir en la vida futura la misma recompensa (Ibid 4, 32)[2]. Pero en el camino de este mundo los papeles de unos y otros son distintos. Mahoma ha sancionado, y en parte ha suscitado con sus principios religiosos, un tipo de sociedad estamental donde los dos sexos cumplen funciones muy diferentes[3].

Cerradas en sus casas, colocadas al servicio de las necesidades del marido (intimidad, goce sexual, descendencia) las mujeres musulmanas son, al mismo tiempo, esclavas y reinas. Son esclavas que se adquieren y alimentan y así deben mantenerse fuera de los círculos externos de influjo social. Pero, al mismo tiempo, desde la intimidad del hogar, ellas dirigen la vida de los varones como reinas que saben mantener el orden de la casa.

Lógicamente, los musulmanes siguen afirmando (al menos en parte) que esa misma diferencia de funciones entre los sexos sirve para destacar y salvaguardar la verdadera igualdad entre varones y mujeres. Así dicen que el Islam ha sido la primera religión y cultura del mundo que ha identificado a varones y mujeres en todo lo referente a la economía y matrimonio.

 Los derechos de las mujeres ante sus maridos son similares a los que los maridos tienen ante ellas. Esta declaración debió haber causado, sin duda, una gran agitación en una sociedad que nunca había reconocido derechos a las mujeres... Ahora se daba a las mujeres una posición igual en todos aspectos a la de los hombres... Esta declaración provocó una revolución no sólo en Arabia sino en todo el mundo, puesto que la igualdad de derechos de la mujer y el hombre no fue nunca antes reconocida por ninguna nación o reformador [4]

Mahoma ofreció a la mujer derechos que antes no tenía en plano social y  religioso

Es posible que muchos lectores del Corán y observadores de la sociedad musulmana no estarán de acuerdo con esa observación. Ciertamente, Mahoma ofreció a la mujer derechos que antes no tenía en plano social y  religioso y textos del Corán admiten la reversibilidad de varones y mujeres incluso en el plano del encuentro sexual: ellas son vestidura para vosotros y vosotros lo sois para ellas (2, 187)[5].

Pero en su conjunto, el Corán no es un texto universal, pues su mensaje y tarea  social esta revelada (proclamada y aplicada) para varones. Sólo ellos reciben directamente la inmensa mayoría de las palabras de Dios; sólo ellos parecen sujeto activo (responsable) de los mandatos de la gran revelación divina. Las mujeres están allí; pero aparecen casi siempre de un modo pasivo, como objeto de la acción (del deseo o justicia) de varones. En esa perspectiva se entienden estos textos:

-La mujer es naturaleza para el varón: "Te preguntan por la menstruación. Dí: es una impureza. Así pues, absteneos de las mujeres mientras dure y no vayáis a ellas hasta que no estén puras. Vuestras mujeres son para vosotros un campo de siembra; id a vuestro sembrado según queráis" (Corán 2, 222-223) El esposo es cielo, la esposa tierra; el esposo viene, la esposa espera. Ella es naturaleza, por eso vive todavía bajo el imperio de los ritmos de la menstruación interpretada como fuente e impureza. Estamos al nivel de las viejas religiones cósmicas.

Para comprender hombre y mujer en las religiones (Para leer, vivir,  comprender) : Pikaza Ibarrondo, Xabier: Amazon.es: Libros

El esposo puede tener muchas (siempre que las compre o pague), la esposa pertenece a un sólo esposo. "Casaos entonces, de entre las mujeres que sean buenas para vosotros, con dos, tres o cuatro; pero si teméis no ser equitativos... entonces con una sola o con las que posea vuestra diestra (vuestras esclavas) (4, 3) Se os prohíben (para el matrimonio) vuestras madres, hijas, hermanas... y las mujeres casadas, a excepción de las que posea vuestra diestra (es decir, vuestras esclavas). Aparte de esto se os permite que busquéis esposas con vuestros bienes, como hombres honrados, no como fornicadores (4, 23-24).

- El poder pertenece al varón. "Los hombres están al cargo de (tienen autoridad sobre) las mujeres en virtud de la preferencia que Allah ha dado a unos sobre otros y en virtud de lo que en ellas gastan de sus riquezas. Las habrá que sean rectas, obedientes y que guarden, cuando no las vean, aquello que Allah manda guardar (es decir, la fidelidad a los maridos). Pero aquellas cuya rebeldía temáis, amonestadlas, no os acostéis con ellas, pegadlas; pero si os obedecen no busques medio contra ellas" (4, 34).

  Esos textos no requieren mucho comentario. Es evidente que la relación matrimonial se establece en forma de dominio del varón (que tiene pode) y de exigencia de fidelidad de la mujer (que se mantiene sometida dentro del orden familiar de la casa). En esta perspectiva han de entenderse gran parte de los valores y premios que establece el Corán, tanto para este mundo como para el venidero:

 - El amor de lo apetecible aparece a los hombres engalanado: las mujeres, los hijos varones, el oro y la plata por quintales colmados, los caballos de raza, los ganados, los campos de cultivo... todo esto es breve deleite de la vida de acá. Pero Dios tiene junto a si un bello lugar de retorno (3, 14).

Difícilmente pueden encontrarse cosas más bellas en el mundo: mujeres, hijos, caballos , campos... Esta es la dicha del varón patriarca, este el deseo de un hombre que sabe apetecer y disfrutar los valores de este mundo. Nada se dice de ellas, las mujeres, nada de sus deseos, en varones y moradas, en cariños y caballos… No se les ha preguntado. Están silenciosas, sometidas a una religión que aceptan, pero que no es suya.

  • Esos mismos son los valores del cielo, que viene presentado siempre como paraíso para varones: Los que teman a Dios estarán en cambio en lugar seguro: entre jardines y fuentes, vestidos de satén y de brocado, unos enfrente de otros... Y les daremos por esposas a huríes de grandes ojos (44, 51-54; Cf 52, 20 etc).
  • Una y otra vez retorna el mismo gran motivo: un cielo de varones donde ya no habrá caballos, ni oro y plata... Pero habrá jardines y mujeres, eso es cielo. Este fué el primer paraíso, este será el último: un edén de varones, con huríes hechas cuerpo de gozo para ellos. En contra de lo que sucede en Gen 2-3, estas evas finales del Corán carecen de libertad; ni siquiera pueden pecar.

 Esta es la paradoja, este el reto. Si se toman como clave hermenéutica los textos que sancionan la unidad religiosa de varones y mujeres tendrían que desaparecer todas las diferencias por razón de sexo; para ello habría que abrogar o reinterpretar un número considerable de aleyas (quizá hasta suras) del Corán, presentándolas como ya anticuadas. Sólo en esta caso el Islam podría presentarse como religión del futuro, en diálogo de igualdad con occidente.

Por el contrario, si mantienen su autoridad las aleyas del sometimiento femenino antes citadas el Islam puede acabar encerrándose en una especie de duro integrismo social (más que religioso), contrario al movimiento de igualdad y liberación que propugna la cultura ilustrada de occidente. Pero lo que digo del Islam lo puedo afirmar también de cierto moralismo y división social de algunos grupos cristianos que parecen más cercanos al islam que al evangelio. Desde esta perspectiva, y como esquema general, quiero recordar algunos de los significados que recibe el cuerpo de la mujer en la tradición musulmana (y en la de occidente):

 - Cuerpo de conquista. Libre en religión, libre en la intimidad de su hogar, la mujer seguiría siendo en el fondo un territorio que el varón debe ocupar y explorar pra realizarse como humano.

- Campo de recreo, ámbito de gozo. El cuerpo de la mujer es jardín de delicias para el varón; allí puede gozar, allí despliega su más hondo placer, su dicha más profunda.

- Campo de siembra. El varón es ante todo "padre"; quiere descendencia a la que dar su nombe, desea hijos y por eso necesita una mujer sometida: para tener la se seguridad de que su descendencia es suya, suyo el fruto del campo en el que siembra.

- La posesión suprema Ciertamente, la mujer tiene derechos y no puede ser utilizada sin más como objeto de compraventa; pero cierta visión social la ha presentado en el fondo como posesión o tesoro que los varones controlan; por eso ellas deben estar recluidas, como algo que sólo los maridos pueden contemplar y disfrutar.

- Cielo o premio final ratifica esa visión. La mujer del Corán acaba siendo paraíso para los varones. Ellas no valen en sí mismas (para sí); son en el fondo el descanso del guerrero macho, cielo de loa arriesgados conquistadores del Islam. Así aparecen lo más grande; pero son a la vez lo más pequeño: un cuerpo sin alma, máscara sin pensamiento o voluntad (como diría la fábula antigua). Allí donde el cuerpo femenino es más perfecto (es Hurí de cielo), la mujer concreta acaba siendo menos importante.

Mujer en el tiempo: pasado y futuro

  El futuro de la religión musulmana depende de muchos factores, pero uno de los más importantes será su manera de entender a la mujer. Estas son, a mi juicio, las tres afirmaciones principales que se pueden hacer en este plano:

- Por un lado, Mahoma ha concedido autonomía religiosa a la mujer, dándole, al menos en principio, una responsabilidad religiosa y social y una dignidad sacral que antes no tenía.

- Pero, al mismo tiempo, al convertir el sometimiento en máxima virtud religiosa, y al poner como norma de vida social a los varones, Mahoma ha corrido el riesgo de sacralizar un nuevo tipo de sometimiento femenino. De hecho, el Islam ha funcionado y sigue funcionando en muchos lugares como principio de sumisión para las mujeres, relegadas a la vida privada, sin capacidad de autonomía cultural, social y política.

- El problema está en saber si el Islam va a poder realizar una lectura nueva de Corán, en clave de igualdad y reciprocidad entre varones y mujeres. La historia de los musulmanes tiene la palabra.

  Pensamos que las transformaciones religiosas y sociales de la nueva sociedad musulmana pondrán un punto de interrogación sobre muchos puntos de su tradición. Para ello será necesario que los nuevos musulmanes descubran y acentúen algo que los cristianos hemos destacado hace tiempo: la diferencia entre el mensaje primordial de la Escritura y las condiciones socioló­gicas o culturales del tiempo de su surgimiento. En esa línea habría que distinguir:

  1. -La experiencia creyente de Mahoma, con su descubrimiento de la transcendencia de Dios, con la exigencia humana de sometimiento (Islam) y con la búsqueda de una comunidad universal de creyen­tes, con los pasajes donde el Corán habla de la igualdad "religiosa" (o mejor escatológica) de varones y mujeres.
  2. - Los elementos cambiantes que están determinados por una cultura y sociedad determinada: entre ellos se encuentra la visión de la mujer como ser subordinado, la posibilidad de la poligamia etc etc.

Pues bien, esa distinción no resulta nada fácil, como nos recuerdan las mismas discusiones teóricas y prácticas que ofrece el Islam moderno. Los musulmanes se encuentran hoy dividido, fragmentados en tendencias diferentes. Sin embargo, de un modo general defienden una visión literalista del mensaje de Mahoma, impidiendo así que las mujeres puedan "liberarse" al modo occidental.

Esta visión de la mujer no es sólo una postura reactiva, un gesto de rechazo propio de aquellos movimientos fundamentalistas que atraviesan el mundo musulmán, desde Marruecos a Indonesia, pasando por el Líbano y por Persia. En el fondo hay un deseo de fidelidad a la palabra revelada. Esta es palabra que repiten algunos de los mayores pensadores del Islam actual. 

Se dice (desde occidente) que las mujeres deben ser iguales a los hombres. Tal afir­mación sólo podría hacerla una mujer que hubiera dejado de estar orgullosa de ser mujer y no comprendiera plenamente todas las posibil­idades inhe­rentes al estado femeni­no. . . Para una mujer , el intento de emular la condición masculina significa en el mejor de los casos convertirse en un hombre de segundo orden, lo mismo que le ocurriría a un hombre si tratara de emular el estado femenino. . . . Ante Dios el hombre y la mujer son iguales. Tienen que realizar los mismos ritos islámicos y, ante él, deben asumir una misma responsabilidad por sus actos. . . Pero en el nivel cósmi­co, que significa los niveles psicoló­gico, biológico y social, sus papeles son complementarios (S. H. Nasr, Vida y pensamiento en el Islam, Herder, Barcelona  287).

 Quizá no valga el modelo occidental de liberación de la mujer, marcado por el tipo de cultura laicista; quizá deba buscarse una forma de liberación más profunda que no se encuentre marcada por un tipo de vida de varones (y varones occidentales, machistas, agresivos, posesivos). Pero el modelo de sometimiento femenino de muchas sociedades islámicas resulta todavía mucho más limitado, pues parece que algunos (muchos) musulmanes han terminado por absolutizar una forma histórica de subordinación femenina , declarándola sagrada y normativa.

 Es posible que existan dentro del islam aspectos y matices que nosotros, occidentales, no podamos juzgar con suficiente claridad, de tal manera que nuestra visión de sus problemas resulta demasiado negativa (deficiente). Pensamos, sin embargo, que sólo una profunda transformación social podrá llevar a los seguidores de Mahoma hacia un futuro de justicia y de verdad universal, de tal manera que varones y mujeres puedan encontrarse y respetarse como autónomos, iguales, a la luz del misterio de Dios.

NOTAS

[1]Pero aquí donde se encuentra la grandeza puede hallarse el gran peligro o riesgo: la posible desintegración moderna (o futura) de ese tejido social (religioso) que dice fundarse en las palabras y gestos de Mahoma puede llevar a la ruptura religiosa. En ese aspecto, un Islam secularizado en la línea occidental moderna resulta difícilmente concebible: la revelación de Dios se expresa en el conjunto de la vida del pueblo (en un plano político, social, cultural y económico). Por eso, el Islam de estos últimos decenios está reaccio­nando con violencia frente a lo que pudiéramos llamar la "amenaza occidental de secularismo". La sociedad se defiende reple­gándose en sí misma y buscando su seguridad (y pervivencia) en las propias tradiciones socio-religiosas.

[2] La igualdad de varones y mujeres está garantizada en plano religioso, de tal forma que el Corán hablan con frecuencia de musulmanes y musulmanas, haciendo ver que unos y otros son iguales ante Dios (cf Corán 16, 97; 33, 35). Queremos acentuar esta perspectiva, pues a veces se olvida: como realidad espiritual y como creyente, la mujer es igual que el varón en el Islam.

[3] Los varones guían la sociedad y conquistan el mundo, con­forme al ideal de la misma guerra santa. Mientras tanto, las mujeres permanecen en la casa: así forman la intimidad y el misterio, cultivan amor oculto y bien guardado que mantiene encendida la llama de la vida en este mundo. esto supone de hecho una jerarquizáción enla que tienen predominio los varones no sólo en el campo social y familiar sino incluso en el campo religioso.

[4] Comentario Corán 2, 228, en el Qurán de la Ahmadiyyah , Lahore 1986, pág 111, nota 302.

[5] Para un estudio actual del tema puede servir de introducción L. Badawi, Islam, en J. Holm y J. Bowker, Women in Religion, Pinter P, London 1994, 84-112, donde se hallará más bibliografía.

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