MF 5. Débora, Madre de Israel, Generala de su Ejército

Ella es juez y res profetisa, es "Generala de la tropa israelita", defensora del pueblo, patrona del ejército judío, es la Abeja triunfadora.
Su figura y su gesto, su presencia y su canto de victoria ha sido esencial para el establecimiento y triunfo del Israel en el Norte de la Tierra, entre la llanura de Esdrelón y Galilea.
Un día me encontré con ella, en forma nueva, en un consulado de Israel. Fue en Atenas, en un momento que bien recuerdo (el año 1981). Su memoria me sigue sacudiendo, cada vez que vuelvo a contar la Historia de Israel en su principio. De ello trataré quizá otro día. Hoy quiero presentar a Débora la antigua.
Buen día a todos. Con ella os dejo.
1. Un fondo histórico.
La “historia de Débora, integrada en el libro de los Jueces, consta de un relato (Jc 4) y de un canto (Jc 5), estrechamente vinculados, y se encuentra entrelazada con la “historia” de Yael, de la que trataremos después. Se trata de una historia ejemplar, ubicada en el norte de Israel (en el entorno de Galilea), en el contexto de la conquista israelita de la tierra, en el momento en que Sísara, general del rey cananeo de Jasor (actual Galilea), provisto de carros de guerra, domina el territorio. Entonces aparece ella:
En aquel tiempo, Débora, una profetisa, mujer de Lappidot, era juez en Israel. Se sentaba bajo la palmera de Débora, entre Ramá y Betel, en la montaña de Efraím; y los israelitas subían donde ella en busca de justicia. Esta mandó llamar a Barac, hijo de Abinoam, de Quédes de Neftalí, y le dijo: «¿Acaso no te ordena esto Yahvé, Dios de Israel: Vete, y en el monte Tabor recluta y toma contigo 10.000 hombres de los hijos de Neftalí y de los hijos de Zabulón; yo atraeré hacia ti al torrente Quison a Sísara, jefe del ejército de Yabín, con sus carros y sus tropas, y los pondré en tus manos?».
Barac le respondió: «Si vienes tú conmigo, iré. Pero si no vienes conmigo, no iré, porque no sé cuándo me dará la victoria el Ángel de Yahvé». «Iré contigo - dijo ella - sólo que entonces no será tuya la gloria del camino que emprendes, porque Yahvé entregará a Sísara en manos de una mujer» (Yael). Débora se levantó y marchó con Barac a Quédes (Jc 4, 4-9).
La historia sigue con la batalla contra Sísara, que muere en manos de Yael, de la que hablé ayer (Jc 4, 7-24), y con el canto de la misma Débora (5, 1-31), que había tomado la iniciativa, planeando la guerra contra los cananeos.
Profetisa, mujer de Rayos. Juez y general del ejército de Israel
El texto la presenta como nebiah, mujer profetisa, que habla en nombre de Dios y que juzga, es decir, dirige y salva a los israelitas. Es también Mujer de Lappidot (=Rayos), pero el marido no interviene, de forma que nombre puede ser simbólico, de manera que ella aparecía como Mujer del Fulgurante, Esposa del Rayo. El canto la presenta luego como Madre de Israel (Jc 5, 6) y éste es quizá el nombre que más le conviene.
Todo el relato está lleno de alusiones simbólicas, de forma que puede y quizá debe interpretarse como expresión de un mito antiguo: Débora (la Abeja), Mujer del Fulgurante, juzga a Israel bajo la Palmera (Signo de la Diosa), en los días del hijo de Anat (Diosa de la Vida y de la Guerra; cf. Jc 5. 6). Es como si hubiera querido desmitologizar un relato anterior de la mujer/diosa salvadora, proyectando sobre Débora, israelita antigua (acompañada por Barac, el Relámpago), unos signos sacrales (paganos) de tipo femenino.
De ese fondo emerge ella, esposa del cielo tonante, bajo el signo de Diosa de la tierra, como mujer que defiende a su pueblo (es madre de Israel). La Ley posterior de varones guerreros no ha podido borrar su recuerdo de profetisa/juez/madre en el origen de Israel. De todas formas, en la raíz de su relato se encuentra también el recuerdo histórico de una batalla decisiva entre israelitas y cananeos, en la llanura de Esdrelón, a los pies del Tabor, por el control de amplias zonas de la tierra, y así aparece ella con autoridad para convocar la guerra santa, dirigida por a Barac, el Relámpago.
Barac consigue vencer a Sísara en una batalla que concede a los israelitas el control de casi todo el norte del país de Canaán. Los pobres soldados de a pie de Israel logran atraer a los ricos carros de combate cananeos a una zona pantanos, con el río Quisón desbordado, y les vencen, en un día de gloria cuyo recuerdo ha marcado la historia israelita antigua en el norte de Israel.
b. Un canto de victoria.
Jc 5 reelabora poéticamente la historia anterior, en forma de canto, interpretándola como expresión de la presencia operante de Yahvé que protege a sus fieles. Cambian algunos matices: la batalla se libra en la llanura, a la orilla del Quisón, junto a Meguido (cf. Jc 5, 19-21) y no en la falda del Tabor (como supone Jc 4, 15). Pero en su conjunto relato y canto se corresponden
Tras del canto de María, hermana de Moisés (Ex 15, 1-18), éste es el segundo gran canto de victoria que la Biblia ha puesto en boca de mujer (Jc 5, 2-31), aunque la introducción posterior de Jc 5, 1 supone que es un canto compartido (de Débora y Barac), como Ex 15 suponía también que el canto de María era suyo y de Moisés. Estrictamente hablando, este canto es sólo de Débora, que aparece como mujer vencedora, que celebra la victoria y libertad que Dios ha concedido al pueblo, a través de Barac y de Yael. Éstos son algunos de sus versos:
Oid, reyes; escuchad príncipes:
yo cantaré, cantaré para Yahvé,
yo tocaré para Yahvé, Dios de Israel.
¡Oh Yahvé, cuando salías de Seir,
cuando avanzamos por los campos de Edom!
La tierra temblaba, chorreaban los cielos,
también las nubes destilaban agua;
los montes se agitaban ante Yahvé,
el de Sinaí, ante Yahvé, Dios de Israel.
En tiempos de Samgar, hijo de Anat, en tiempos de Yael,
los caminos no se utilizaban, l
las caravanas buscaban sendas tortuosas;
ya no había campesinos, no los había en Israel,
hasta que surgí yo, Débora, surgí como madre de Israel…¡
¡Despierta, despierta, Débora!
¡Despierta, despierta, entona un canto!
¡Álzate, Barac! ¡Prende a tus presos, hijo de Abinoam!
Llegaron los reyes, combatieran,
combatieron los reyes de Canaán,
en Taanac, junto a las aguas de Meguido,
no ganaron ningún botín de plata…
¡Bendita entre las mujeres Yael,
esposa de Jéber, el quenita…! (cf. Jc 5, 3-20)
Poema de la mujer victoriosa
Es un canto fuerte, un himno al Dios que combate a favor de su pueblo naciente, un poema de mujeres: por un lado están Débora (5, 7. 10) y Yael (5, 24-27), las vencedoras; por el otro están la madre y esposa de Sísara, que aguardan vanamente el retorno del vencido (5, 28-30). Al principio del canto emerge el yo enfático de Débora, dos veces repetido (Jc 5,3), como grito de afirmación que se alza entre los campesinos antes oprimidos de Israel. Es la voz de la cantora, que pide silencio a los oyentes poderosos, a los príncipes y reyes del entorno israelita, disponiéndose a cantar la Yahvé, para que escuchen y acaten su victoria.
Es la voz de Débora que vuelve en 5, 7 diciendo: “hasta que surgí yo Débora, Madre de Israel…”. (Conforme a la vocalización hebrea que aceptamos, ella tiene la palabra y canta, en primera persona, destacando su figura de madre, matriarca del pueblo).
Pero esa voz en primera persona (Jc 5, 2-11) aparece después en dos imperativos en tercera persona: «¡Despierta, despierta, Débora! ¡Despierta, despierta, entona un canto! ¡En pie, Barac! ¡Prende a tus presos, hijo de Abinoam!» (Jc 5, 12). Así se unen Débora y Barac, ella con su canto de guerra, él con su estrategia militar. Todo nos permite pensar que estos dos imperativos (¡Despierta, Débora! ¡Álzate, Barac!) transmiten una voz divina que pone marcha a la madre y al caudillo israelita.
Antes eran los hombres los que invocaban a Dios y le cantaban. Ahora es Dios el que responde, suscitando dos agentes para la vida/victoria del pueblo. Por una parte se halla Débora, que tiene la palabra como profetisa (cf. 4, 4-5) y así convoca al pueblo, le concede nuevo aliento y canta el himno de victoria. Por otra parte está Barac, que dirige la batalla, en gesto de poder, y así puede apresar a los cautivos.
El resto del himno celebra la victoria de los seguidores de Yahvé, a quienes Dios se manifiesta combatiendo a su favor, desde las estrellas, con el agua de una gran tormenta que permite que las aguas del torrente Quisón se desborden por toda la llanura, impidiendo que los carros de combate de Sísara maniobren.
Así se cuenta la batalla de las aguas del Quisón que puede y debe interpretarse como teofanía creadora para las tribus del norte israelita.
Esta teofanía se encuentra vinculada al recuerdo del origen israelita (Sinaí) y cumple la función que en otros textos tiene el paso del Mar Rojo: Yahvé se ha desvelado una vez más como salvador, en circunstancias difíciles, concediendo él mismo la victoria, cantada por una mujer. En el caso de las aguas del Mar Rojo, que habían anegado a los egipcios mientras pasaban a pie enjuto los hebreos, la cantora era María. En el caso de las aguas del Quisón que permiten caminar a la infantería israelita, mientras los carros de Sísara se traban, la cantora de la victoria de Yahvé es Débora (además, una mujer Yael cumple aquí una función esencial, como veremos; cf. Jc 5, 24-27).
La tristeza de los vencidos
En este contexto se inscribe el final del canto, uno de los pasajes más duros de la tradición israelita. Sísara ha muerto ya, pero sus mujeres (su madre y sus esposas) le esperan impacientes, seguras de que vendrá con mucho botín, para cantar en su honor el gran himno de la victoria. Pero Débora sabe que no vendrán:
Desde la ventana, asomada por la celosía, grita la madre de Sísara:
¿por qué tarda en llegar su carro,
por que se retrasan sus carros de guerra?
La más sabia de sus princesas (=esposas) le responde...
¡Están tomando y repartiendo el botín:
una cautiva, dos cautivas (¡un útero, dos úteros) para cada macho,
paños de colores para Sísara… (Jc 5, 28-30).
De esa manera, tras haber cantado la gloria de Débora y Yael, el canto evoca la vana esperanza de la madre de Sísara y sus damas, que representan al pueblo derrotado. Mientras la madre de Israel (Débora) canta gloriosa, la de Sísara espera inútilmente la vuelta de su hijo, consolada en vano por la más sabia de sus damas (quizá la esposa principal Sísara): «¡Estarán repartiendo el botín, un útero, dos úteros para cada macho!».
Esta frase es transparente en su crudeza: según costumbre de guerra, tras vencer a los enemigos, los soldados triunfadores debían recogían y repartían el botín: raham, rahamataim (un útero, dos úteros, una mujer, dos mujeres) le rosh geber (para cada “cabeza” de macho o soldado).
Tras una guerra de varones, las mujeres vencidas se convierten en útero o sexo, objeto de pasión de los triunfadores, que siguen viendo en ellas una especie de enemigo al que deben vencer y sujetar (cf. Dt 21, 10-14). En contexto de guerra, la mujer es útero para la pasión del varón; por su parte, el varón guerrero triunfador es puro sexo masculino (geber, en sentido de miembro viril).
Sísara y los suyos habían querido convertir a las mujeres israelitas en útero para su deseo, en vientre para su semilla. Así lo repiten en vano la madre y princesas del héroe derrotado, esperando verle llegar desde la ventana con sus soldados vencedores y con úteros cautivos al estribo de su carro. Pero en contra esa ley de guerra masculina se había alzado Yael, a la puerta de su tienda (quizá para invertir esa lógica de opresión y cautiverio de las mujeres).
Bibliografía
Sigo tomando el tema de mi libro Mujeres de la Biblia Judía, Clíe, Valdecavalls 2013.
Para el libro de los Jueces en conjunto y para Débora en particular, resultan fundamentales las obras de
--M. BAL, Death and Dissymmetry. The Politics of Coherence in the Book of Judges (Studies in the History of Judaism), Chicago 1988 y
-- M. NAVARRO, Violencia, sexsimo, silencio: In-conclusiones en el libro de los Jueces, Verbo Divino, Estella 2013
Cf. También:
S. Eder, Wie Frauen und Männer Macht ausüben: eine feministisch-narratologische Analyse von Ri 4, Herder, Freiburg im B. 2008; J. Cheryl Exum, Was sagt das Richterbuch den Frauen?, Katholisches Bibelwerk Stuttgart 1997; Fragmented women: feminist (sub)versions of biblical narratives, Trinity Press, Valley Forge Penn 1993; I. Fischer, Gottesstreiterinnen: Biblische Erzählungen über die Anfänge Israels. Stuttgart 1995.
Sobre el canto de Débora:
J. S. Ackermann, Prophecy and Warfare in Early Israel; A study of the Debora-Barak Story, BASOR 220 (1975) 5-13; M. Bal, Anti-Covenant. Counter-Reading Womens's Lives in the Hebrew Bible, JSOT SuppSer 81, Sheffield 1989, 113-132; M. Buber, La fede dei profeti, Marietti, Casale Mo 1983, 13-18; M. D. Coogan, A Structural and Literary Analysis of the Song of Deborah, CBQ 40 (1978) 143-166; N. K. Gottwald. The Tribes of Yahweh: A Sociology of the Religion of Liberated Israel, 1250–1050 BCE, SCM, 1980; B. Lindars, Deborah's Song: Women in the OT, BJRL 65 (1983) 158-175; P. Tamarkin, Uncovering Jael and Sisera. A New Reading, Scandinavian Journal of the Old Testament, 19 (2005) 24 – 47; J. W. Wats, The song of Deborah, en Id, Psalms and Story (JSOT SuppSer), Sheffield 1992, 82-98; A. Weiser, Das Deboralied, ZAW 71 (1959) 67-97.
Versión novelada de la historia de Débora, en edición impresa y on-line: Ann Burton, Deborahs Story (http://www.fantasticfiction.co.uk/b/ann-burton/deborah-s-story.htm).