Movimientos cristianos siglo XX: recreación o muerte
El pasado 4.8.22 José Lorenzo publicó un trabajo títulado “El Vaticano mantiene vigilancia sobre 15 fundadores y 80 institutos religiosos diciendo que en las últimas semanas se ha dado “un continuo goteo de noticias que nos hablaban de la vigilancia y actuación directa vaticana con respecto a una serie de nuevas fundaciones, fundamentalmente por cuatro motivos: carisma, gobierno, abusos y censuras teológico-litúrgicas.
Hoy mismo ha publicado Avelino Seco un trabajo en la misma lìnea, diciendo que la estructura del Opus Dei y de Comunión y Liberación está bajo sospecha de Roma.
No voy a estudiar aquí el tema del Opus o de Comunión y Liberaciòn (y de otras instituciones citadas por José Lorenzo). Mi intención es más simple: En ese contexto de crisis , he querido exponer algunas reflexiones sobre la autoridad evangélica, la crisis del cristianismo y el riesgo de muerte de algunos movimientos eclesiales del siglo XX.
No voy a estudiar aquí el tema del Opus o de Comunión y Liberaciòn (y de otras instituciones citadas por José Lorenzo). Mi intención es más simple: En ese contexto de crisis , he querido exponer algunas reflexiones sobre la autoridad evangélica, la crisis del cristianismo y el riesgo de muerte de algunos movimientos eclesiales del siglo XX.
| X Pikaza Ibarrondo
INTRODUCCIÓN. LA AUTORIDAD CRISTIANA
Según el trabajo de J. Lorenzo, el Papa Francisco ha criticado ciertas formas de autoritarismo de varios movimientos cristianos del siglo XX.En ese contexto debemos recordar que el proyecto de comunicación de Jesús suscitó el rechazo de aquellos que pretendían controlar su/la Palabra; y por eso le mataron. Pues bien, en contra de Jesús, algunos movimientos cristianos (católicos) del siglo XX han tendido a convertirse en sectas pseuco-cristianas con tintes de falso espiritualismo.
Algunos de esos grupos parecen olvidar que Dios es la comunicación fundante y fundadora, hecha fuente de encuentro personal para los humanos. No es que primero haya Dios como silencio o vacío (sin comunicación) y luego Dios se comunique, en novedad inesperada. De manera sorprendida y gozosa (uniendo Gen 1 con Jn 1), los cristianos saben que Dios es por sí mismo comunión (trinidad), de manera que hablándonos en Cristo se habla a sí mismo, comunica su misterio. Dios es Trinidad: comunicación personal que se ofrece (Padre), se acoge (Hijo), se comparte (Espíritu Santo).
Más allá del diálogo de Dios, encarnado por Jesús en la historia, no existe posibilidad de conocimiento de Dios para los cristianos, nada, ni tiene sentido la iglesia. En contra de eso, muchos movimientos cristianos del siglo XX han querido retomar y han retomado un modelo de autoridad impositiva y de obediencia represora, contraria al evangelio.
En contra de eso, apoyados en la comunicación concreta de Dios en Jesucristo, podemos afirmar que la iglesia es la comunidad de creyentes que comparten y expanden la Palabra: no es unión de raza, de obediencia sacrificial, ni de sometimiento a un tipo de carismas personales, falsamente cristianos, de dominio de unos sobre otros. vinculado por poderes o ventajas materiales, sino comunidad de la palabra encarnada, eucaristía.
La iglesia no tiene más verdad que la Comunicación en libertad de amor, en respeto mutuo, ni más dogma que la Palabra encarnada y compartida en gracia, entre todos los humanos. Este es el dogma de los dogmas: la comunicación real y salvadora (de amor) para hombres y mujeres. No está Dios en la violencia del sistema, en el orden que se logra condenando. No está Dios en el sometimiento “sacral” (e infantiloide) a unas autoridades sagradas (ni a un tipo de cristianismo hecho secta), sino en la libertad y el amor mutuo, en la línea de Cristo.
-- El dogma fundante de la Iglesia es la Palabra hecha principio y centro de comunicación. Creer en Jesús significa creer en la comunicación universal, no impositiva, de todos los humanos. Por eso, los cristianos debemos elaborar una hermenéutica dialogal, concretada en la escucha mutua, en la creatividad no impositiva. Allí donde el dogma se separa de la comunicación y se vuelve verdad en sí, fuera del diálogo humano, se destruye el evangelio.
-- Esta comunicación humana tiene forma pascual, es decir, se ha expresado de una vez y para siempre en el mensaje, muerte y resurrección de Jesús. Hay otros caminos de universalidad y diálogo, expresados en otras religiones y programas filosóficos. Pero sólo el cristianismo puede presentarse (a juicio de sus fieles) como espacio y sentido abarcador de comunicación para todos los humanos.
-La autoridad fundante de la Iglesia no reside en una personas aisladas, presuntamente carismáticas, con poder sobre los otros.… La autoridad es la comunión, es el mismo diálogo hecho presencia de Dios. Donde manda uno sobre otros no hay autoridad cristiana; donde los hermanos/amigos comparten la vida hay autoridad y presencia cristiana de Dios.
2. EN UN MUNDO QUE PARECE CANSADO… DIVIDIDO… AMENAZADO
En los últimos decenios (a lo largo del siglo XX) ha cambiado poderosamente nuestra conciencia cultural. Hemos pasado, con mucha rapidez, casi sin advertirlo, de una situación pre-moderna, marcada por un fuerte predominio cristiano, al mundo postmoderno, sin presencia social de la iglesia, sin razones metafísicas, sin estructuras que se imponen de un modo sacral, desde fuera.
Algunos movimientos religiosos cristianos parecen que están muriendo. Son muchos los que ponen una fecha de caducidad a las formas actuales de vida religiosa e incluso de iglesia cristiana, en forma actual Es como si Dios hubiera perdido su base racional, sus formas sociales en esta nueva sociedad por un lado desbocada y por otro lado falta de horizontes humanos. Es como si tuviéramos que empezar de nuevo, subiendo con Moisés a la Montaña de la Zarza de Yahvé, caminando por el desierto con los patriarcas.
Éste ha sido un tiempo de rupturas. Hemos abandonado viejos y largos caminos. Posiblemente hallaremos nuevos, pero domina en nuestro tiempo el lamento por lo perdido, por obras cristianas que se cierran, por las iglesias que quedan desiertas o convertidas en museos (o en campos de juego o mercado). Estos son, mirados desde occidente, algunos momentos clave de ese corte o fin de etapa.
Se ha dado una ruptura religiosa. En otro tiempo, la iglesia o “sociedad” de los cristianos actuaba como principio unificador del pensamiento y vida social, de manera que los varios aspectos de la realidad se hallaban entrelazados y explicados (arraigados) sobre un fondo cristiano que les daba sentido. Pues bien, la muerte (cultural) de Dios ha roto la unidad humana, escindiendo sus diversos elementos:
¨ El mundo queda sin explicación religiosa, como realidad que parece estar regida por principios de fatalidad, de pura dialéctica vital o material. Dios no se desvela ya en un cosmos que parece conducido por sus propias leyes y estrategias de evolución material.
¨ La vida social ha perdido su sanción divina, es decir, su esperanza de cielo y su riesgo de infierno. Antes parecía signo de Dios: estaba dirigida por una ley sacral que sustenta toda convivencia. Ahora, la sociedad en su conjunto, vive como si Dios no existiera. Los valores y metas de la vida están en otro sitio.
¨ El individuo parece abandonado (¿o confiado?) a su propia voluntad de ser o a su cansancio Antes, cada humano parecía signo de misterio (imagen de Dios): podía cultivar unos valores transcendentes que le definían como autónomo, distinto de todos los restantes individuos, con responsabilidad ante Dios y ante los otros. Ahora, queda encerrado en su propia soledad de gozo o de angustia
Se ha dado una ruptura económica y social. Cuando en el siglo XVIII empezó a caer la religión antigua (católica y protestante), parecía surgir (y sustituirle) la religión del progreso, del hombre por el hombre (en un plano de desarrollo económico y técnico. Nos hemos convertído en una sociedad creadora de bienes de consumo, viviendo sólo para producir y consumir cada vez más cosas, pero sin hondura humana, e pura superficie. Pero esa ruptura, ese progreso se ha vuelto peligroso.
¨ Hemos perdido las razones para vivir. La razón instrumental y productiva de la ciencia ha crecido en los últimos decenios de una forma prodigiosa: ha conseguido explorar y conquistar espacio de vida que antes quedaban muy lejanas. Pero, al final, resulta incapaz de responder a nuestros más hondos problemas. Conocemos mucho, pero ignoramos el sentido de lo conocido; dominamos mucho mundo, pero no sabemos para qué lo dominamos; esa razón es incapaz de resolver los problemas primordiales de la vida.
¨ Estamos perdiendo la razón social, es decir, la capacidad de comunicación humana, en el nacer, en el morir, en el compartir la vida. El Dios de la razón moral (es decir, aquel que “premiaba” las buenas obras de los hombres) ha muerto y con él ha terminado la certeza de que nuestras obras de la tierra están relacionadas con el premio o castigo del cielo. Actualmente podemos actuar de una manera programada, tenemos un inmenso poder de producir y dominar la tierra, buscamos cada día nuevos inventos para distraer nuestra soledad, pero apenas podemos comunicarnos, compartir la vida y encontrar un sentido en lo que hacemos. Conocemos la manera de actuar, pero ignoramos para qué hacerlo. La razón práctica no puede resolver ninguno de nuestros grandes problemas.
¨ Estamos perdiendo también la razón estética, es decir, aquella que se encuentra vinculada con el arte de la vida, con la contemplación de la belleza de la tierra, de los hombres. Ciertamente, podemos y queremos gozar sobre el mundo, pero al final estamos solos: tampoco en este campo hemos podido hallar a Dios, y así seguimos buscando músicas nuevas para olvidarnos de la “música callada”, de la soledad sonora… de las voces profundas de la vida. Parece que estamos a merced de pequeños placeres efímeros que pasan y vuelven, sin nunca quedarse, valores que se “pagan” y se valoran según el mercado. Por eso es más fuerte que nunca la búsqueda de evasiones (no sólo en la droga, pero especialmente en ella). Ciertamente, el ser humano sabe crear y disfrutar, pero ignora el sentido profundo de aquello que crea y disfruta. Tampoco aquí parece haber un camino claro de Dios.
Se ha dado una ruptura teológica. Parece que ha terminado el monoteísmo religioso, la presencia personal de Dios de Jesús con el que se dialoga, a quien se ama (y se descubre que nos ama). La verdad filosófica del “ser” no contenta a nadie, y muchos buscan un nuevo tipo de politeísmo, de múltiple verdad, de pluralismo de sentidos de la vida. En el hueco del Dios abandonado y de la Razón destronada han venido a situarse las pequeñas "razones", rodeadas de un halo sacral o religioso. Ciertamente, hay agnósticos y ateos en el mundo. También hay anti-teístas. Pero son más frecuentes aquellos que la Biblia llamaba "idólatras": adoradores politeístas de los viejos o nuevos dioses del mundo:
¨ Hay dioses de la ciencia, y muchos buscan la salvación en ella,pero esos dioses son incapaces de resolver el misterio de la vida: nos permiten dominar el mundo y producir bienes de consumo, pero no nos enseñan a vivir en verdad; más aún, ellos se ha puesto muchas veces al servicio de los intereses de un determinado grupo social o partido.
¨ Hay dioses sociales y económicos, también incapaces de ofrecernos comunicación amorosa. Para algunos, ese dios es el estado; para otros el partido político, una forma de nación, una cultura o sociedad determinada (sea en formas fascistas o liberales), para casi todos el puro dinero (la Mammona de la que habló Jesús, Mt 6, 24). No hay un Dios rico, sino muchos pobres dioses, y por encima de todos el gran Leviatán‒Behemot (cf. libro de Job) del dinero con el que pensamos comprarlo todo, no sólo en el mundo‒mundo exterior, sino en las iglesias.
¨ Hay finalmente dioses de la vida o, quizá mejor, del gozo tomado en sus formas más concretas: desde un tipo de placer erótico sin amor (que al fin deja de ser placer), hasta el disfrute económico de las cosas que se compran (que han fin dejar de hacernos disfrutar). Pueden ser al principio dioses buenos (en la línea de las antiguas divinidades griegas: Afrodita, Diónisos, Apolo...), pero al fin acaban siendo insuficientes: nos dejan en manos de los propios poderes vitales; no logran conducirnos al Amor en el que todos podemos encontrarnos. Son dioses que al final condenan al conjunto de la humanidad al hambre, a las pateras, a la lucha despiadada por el mantenimiento de nuestros privilegios (con miedo de que vengan otros y nos los roben).
¿Condenados al desencanto?
Las rupturas anteriores han producido algunos frutos buenos de humanidad, pero en el fondo se percibe un fuerte desencanto, más cercano al Qohelet (=Eclesiastás, todo es vanidad de vanidades) que a Job (yo emplazo a Dios, para que me responda…). Más que la angustia por el sufrimiento y la injusticia, nos domina el cansancio de la vida. Es como si todo nos diera lo mismo, como si se hubieran perdido los caminos en la vida sobre el mundo. Estos son algunos de sus rasgos:
¨ Desencanto político. Los cambios de los últimos decenios no han logrado aquello que prometían; las utopías (ligadas en parte al marxismo y en parte a un liberalismo capitalista) han perdido fuerza. Por eso nos cuesta creer en la política. Parece que la sociedad se estabiliza y siguen dominando los poderes fácticos (dinero, ansia de dominio, grupos partidistas, naciones imperialistas) sin que exista un deseo eficaz y profundo de verdad al servicio del humano.
¨ Desencanto religioso. Las esperanzas de transformación, ligadas al Vaticano II, parecen haber fracasado en la Iglesia católica, tras un tiempo de anti-concilio. Mucha gente sigue dejando la fe o por lo menos la iglesia organizada, por simple cansancio o desinterés. La religión aparece sin fuerza (no hay profetas verdaderos), a no ser que se ligue al sistema, como institución que defiende más sus propios privilegios; algunos la toman como "reserva medieval" de tipo folklórico, en medio de un mundo secularizado.
¨ Desencanto social y económico. Parecía que el dinero podría resolver casi todos los problemas; pero los problemas siguen donde estaban y aumentan. Junto a los adelantos materiales ha crecido también el desempleo, la falta de incentivo en el trabajo, la condena a muerte o esclavitud de media humanidad hambrienta, con la angustia interior y la esterilidad del “mundo rico”. Mucha gente se encuentra preocupada (casi angustiada) por el paro. Otros viven bien con lo que tienen, pero se despreocupan de los demás. La mayoría pasa hambre o sufre privaciones, mientras al resto le sobran las cosas.
¨ Desencanto afectivo. Los hombres y mujeres de estos últimos decenios han conseguido una fuerte libertad sexual y afectiva, tanto en perspectiva biológica (se ha separado el pretendido place sexual no sólo de la fecundación y despliegue de la vida, sino del enriquecimiento de la misma vida de los pretendidos “amantes”), como en perspectiva personal. La familia cerrada ha perdido parte de su importancia; se multiplican las relaciones afectivas que no están reguladas por el matrimonio, cosa que en principio puede ser buena, pero que puede al fin secarse en la infecundidad humana. El erotismo ha perdido su halo de sacralidad (y de riesgo de pecado) y ha tendido a convertirse en porneia, como dice Jesús en San Mateo), para volverse signo de unión interhumana o expresión de búsqueda de gozo compartido... Pues bien, en el fondo de gran parte de nuestro mundo sigue habiendo un tipo de insatisfacción erótica, difícil de expresar. Hay también en este plano un fuerte desencanto.
Teorías del desencanto. La modernidad no ha conseguido aquello que quería.
Ha fracasado el intento racional de explicar la realidad y de resolver técnica o políticamente los problemas del ser humano; queríamos cambiar el “mundo de Dios” y corremos el riesgo de crear un mundo para la muerte (como sabe Gen 2‒3: El día en que comáis el fruto del árbol del conocimiento sin amor moriréis…). De esa forma, el progreso de los pueblos (la Populorum Progressio de Pablo VI, 1967) se ha vuelto Populorum Regressio, un regreso de los pueblos al Pais de la Muerte…).
No creemos en las ideologías del progreso burgués, pues han conducido al triunfo inhumano de algunos privilegiados, condenando a la mayoría de los pueblos y gentes a la muerte. No creemos en la racionalidad de un tipo marxismo y de otros pensamientos revolucionarios, pues siguen otra cara de lo mismo, como sucede en China. pues también han fracasado: no lograron mejorar la vida a los humanos, terminaron siendo dictaduras. No creemos en la racionalidad política. Ciertamente, los viejos estados nacionales tuvieron un sentido en el pasado, pero ahora sólo los defiende de verdad unos pocos fanáticos, fascistas o nacionalistas (los demás se aprovechan de los estados, los defienden por egoísmo o por mala propagando, ya no creen en ellos. Muchos ya no creen en el amor. Dicen que la vida es un camino en que no existe sentido de conjunto, no es posible el enamoramiento que dure, la donación gozosa de dos personas, abiertas en amor para siempre, suele tomarse muchas veces como algo imposible o sin sentido.
Sólo conocemos "retazos", fragmentos de realidad. Ha muerto la "razón", interpretada como "diosa", verdad plena, sólo quedan "pequeñas razones", verdades limitadas, que valen solamente en un espacio diminuto de nuestra realidad.
Triunfa el fragmento. Significativamente, hemos perdido el sentido de la totalidad y solamente quedan valores aislados, que valen sólo un tiempo, pues también ellos pasan y se pierden. Se ha dividido el espacio y el tiempo: no hay un orden de sentido para el conjunto de la realidad.
- Avanza el neo-individualismo. Mientras sociedad e historia ruedan sin meta o solución, cada humano vuelve a encontrarse cerrado en sí mismo. Individualismo significa soledad e indiferencia ante aquello que no sea el propio goce. Ya no merece la pena luchar contra nada: somos lo que somos y estamos donde estamos, sin mayores ilusiones. Cada uno/una vive sólo para misma,
- De ahí puede pasarse a un neovitalismo teñido de populismo, que sólo busca las diversas emociones intensas del instante, la ilusión de los caudillos que apelan al poder por el poder, a la nación por la nación, en una lucha renovada de todos contra todos.
Ciertamente, no hay camino. Más que itinerario hacia Dios parece haber un infinito cruce de caminitos que no llevan a ninguna parte. Por eso, algunos proponen soluciones duras, es decir, arreglar las cosas un poco por la fuerza, con mucha autoridad, con fundamentalismos.
¿Soluciones duras, fundamentalismos?
En esta línea han surgido gran parte de los movimientos cristianos del siglo XX. Muchos han buscado y buscan en la iglesia soluciones duras…Es normal que algunos justifiquen y promuevan una vuelta a la institución, a los valores del orden, tanto en lalínea de neoconservadurismo occidental (político, económico), como de fundamentalismo religioso, sea musulmán o cristiano.
¨ Hay una búsqueda neoconservadora de tipo social,adornada a veces con aires paganos, simbolizada otras veces con toques religiosos (defensa de la libertad cristiana, de los valores de occidente). El sistema capitalismo de occidente quiere consrvar sus conquistas (indudables en el plano de la libertad formal), para justificar de nuevo su dominio sobre el mundo. Estos son los que hablan de la exigencia de una globalidad, que acaba marginando siempre más a los pobres.
Lógicamente, para defender el nuevo crecimiento capitalista, algunos han buscado el apoyo de lo religioso, como si Dios fuera el Gran Conservador, garante de la razón de un tipo de derecho/derecha fuerte. Este apoyo es más débil en países de tradición "anticlerical" (como Italia y España), es más fuerte países de tradición más secular (Estados Unidos, quizá Inglaterra, Alemania). Pero en uno y otro caso son muchos los que piensan que para que triunfe el sistema capitalista neo-conservador debe obtener el respaldo de las "religiones" (del judeocristianismo).
Esa búsqueda neoconservadora ha llegado a ciertos estamentos de la iglesia, y se expresa en forma de fortalecimiento de la estructura: da la impresión de que buscamos seguridades, que sólo el sistema puede ofrecer. Algunos hablan de una hipertrofia de las organizaciones y estructuras religiosas, en el campo cristiano. Da la impresión de que se quiere suplir la valta de vida y libertad, la falta del carisma, con la seguridad institucional.
¨Hay un riesgo de endurecimiento y legalismo religioso, no sólo en el islam y en ciertas formas de religión muy vinculada a una cultura (en la India), sino en el mismo cristianismo Son muchos los creyentes que tienen miedo a los cambios sociales, culturales, religiosos; les parece que para mantener el orden resulta indispensable un tipo de "imposición" sacral. Por eso, las religiones (y de un modo especial el cristianismo católico) pueden tender a cerrarse en sí mismas, en un tipo de fe sin razonamiento, de uniformidad social sin verdadera libertad.
¨ El Dios fundamentalista es un “Señor” que aparece lleno de seguridad, como alguien a quien se conoce bien y que puede exigir de sus devotos un comportamiento regulado, uniforme, en plano intelectual y social. La religión fundamentalista suele estar guiada por el miedo más que por la libertad, como si Dios fuera un "valor" que debe conservarse a la fuerza y se debiera ayudar a los humanos, para que ellos se mantengan religiosos, para bien de ellos mismos.
¨ ¿Movimientos religiosos de tipo fundamentalista? Ciertos grupos religiosos parecen buscar una seguridad en Dios y en la religión, con formas de vida fascista en el fondo. Tienen miedo a la libertad, a la creatividad abierta al amor. Les da impresión de que los seres humanos son memores de edad: de que hay que dirigirles y encauzarles. Por eso se multiplican instituciones que ofrecen seguridad a sus miembros, tanto en el plano espiritual (se les dice lo que tienen que sentir y vivir) como en el plano social: se les dirige desde los principios de una obediencia sacralizada en nombre de Jesús. … Muchos movimientos religiosos del siglo XX han sido grupos neo-fascistas de poder religioso, de culto a la autoridad, de dominio religioso por el miedo.
¨¿Un Dios de evasión?
El "dios" de muchos postmodernos aparece como Alguien que nos hace transcender los problemas de este mundo, no para resolverlos sino para que ellos no nos determinen o dominen (orientalismo, gnosis, esoterismos etc.). Ese "dios" se encuentra vinculado en esta línea al gran rechazo de los problemas de tipo social, de las dificultades de la historia, conduciéndonos a un plano de tranquilidad superior, en línea de misterio.:
¨ Hay un riesgo oriental, que se expresa algunos hinduismos y budismos de importación. Ante el budismo (e hinduismo) auténtico debemos tener siempre gran respeto, pero los grupos orientalistas de occidente suelen reflejar actitudes de huida espiritual y social. Su "dios" nos hace olvidar los problemas de este mundo.
¨ Hay un riesgo esotérico (gnosis, neo-misticismos vinculados a la tradición hermética y gnóstica, espiritismo...). Ofrecen un aspecto positivo, pues destacan las potencialidades interiores del ser humano, pero pueden hacernos perder contacto con la realidad social, con los pobres del mundo.
¨ Hay un riesgo de sectas cristianas, de tipo apocalíptico, carismático etc. Ciertamente, ellas ofrecen elementos de cercanía humana, de comunicación cordial, pero corren el riesgo de separar a los creyentes de las tareas cristianas de anuncio y testimonio del reino.
¨ ¿Vida religiosa como secta espiritualista? El orientalismo es riesgo en la medida en que puede sacarnos de la tradición de Jesús y del compromiso con la historia. Pues bien, en contra de eso, la vida religiosa cristiana tiene que estar encarnada en la realidad social, en la complejidad del mundo. No se evade a un tipo de paraíso espiritual donde tiene los problemas resueltos desde arriba, sino que ofrece un camino de experiencia y vida compartida... Por eso, la verdadera contemplación cristiana tiene que estar centrada en la historia de Jesús y abierta hacia el diálogo de los hombres y mujeres en la historia.
Crisis de autoridad, crisis afectiva. Habíamos creado instituciones fuertes de vida religiosa, a partir de la gran Reforma Gregoriana del siglo X‒XI d.C., fundada en el espíritu de los Monjes‒Soldados (monjes feudales) de Cluny, que de formas diversas han marcado el cristianismo durante un milenio, hasta el día de hoy. Queríamos un cristianismo triunfante (es decir, una iglesia militante, en el sentido del miles gloriosus de la comedio romana, que en el fondo era un soldado ridículo. Desde el siglo X, la Iglesia occidental ha querido aprender a mandar, a organizar el mundo por la fuerza, a través de un tipo de conquista espiritual, olvidando que toda conquista es una forma de violencia anticristiana, toda vitoria es una derrota. Ese tipo de Vida Religiosa, que nace con Cluny y Gregorio VIII (en la raíz de occidente), que se divide y expande en dos líneas complementarias por medio de Ignacio y Calvino, se encuentra actualmente en una crisis de identidad radical, en la que pueden destacarse estos momentos.
¨ ¿Inmadurez psicológica? Autoritarismo.Es como si los hombres y mujeres no fueran capaces de desplegar por si mismos su identidad de amor, su libertad, y necesitaran ser dirigidos desde fuera… Como si fueran menores de edad, afectivamente inmaduros, psicológicamente enfermos, necesitados de un “señor/señor” no de un amor/amor que les capacite para vivir. En este contexto surge el autoritarismo, no la verdadera autoridad, que consiste en hacer que crezcan otros. Esa situación ha desembocado en el riesgo de la vida religiosa y cristiana como “refugio” donde vengo (venimos) para evitar problemas personales, para que nos manden… Este fenómeno se ha dado siempre, pero ha crecido en los últimos tiempos: algunos aspirantes a la vida religiosa vienen a ella buscando un refugio, un tipo de padre, pero no el verdadero padre, sino un sustituto.
¨Eclipse del padre/madre real (del padre que hace crecer), búsqueda de sustitutos neuróticos de padre. En este contexto resulta significativa la palabra alemana “Ersatz”, que significa sucedáneo… Las cosas y relaciones dejan de ser “auténticas”, lo que son, y se vuelven sucedáneos, es decir, sustitutivos. Frente al “padre” que hace crecer, que se mantiene cerca soltándonos para que iniciemos el vuelo y seamos, la nueva sociedad y de un modo especial la Iglesia se ha dejado llevar por una “neurosis” de autoritarismo: Imponerse, hacer cosas, regularlo todo…, así imponerse con un tipo de jerarquía reguladas de forma enfermiza, para así colonizar el mundo, en vez de liberarlo desde el evangelio. La Iglesia (especialmente a través de obispos y vida religiosa) ha tejido su triple w.w.w (red de autoridad sagrada, de conciencia, de afectos…). En esa línea, un tipo de “santa obediencia” ha significado la tumba del evangelio.
Pero nos resulta difícil pasar a la fraternidad, al diálogo comunitario, a las obras compartidas desde el propio diálogo. Por eso, la búsqueda cristiana de algunos movimientos religiosos se puede haber convertido para algunos en refugio para el puro individualismo, para para la sumisión neurótica, para el dominio represor de algunas autoridades de grupos y movimientos cristianos.
¨No amor real, sino represión sexual. El conjunto de la Iglesia, y de un modo especial en ciertos movimientos cristianos (con el celibato del clero) había crecido en un mundo afectivamente cerrado, de manera que la castidad estaba muy vinculada a la represión y negación (más que a la liberación para el amor). Por eso también algunos movimientos cristianos han entrado en crisis, no sólo por el cambio en las costumbres afectivas, en la visión del "placer", sino también por un celibato entendido en forma de represión, más que como despliegue de una superabundancia de amor en libertad personal, en comunión respetuosa y fecunda con los otros.
En contra de lo que a veces se piensa, creo que la crisis no ha terminado. Más aún, creo que lo más importante de la crisis aún no ha comenzado. Más aún, creo que muchas de nuestras instituciones tienen sus años contados, especialmente las del siglo XX. Morirán sin haber cumplido su posible tarea de evangelio.
3 ¿En tiempos de crisis (de tribulación) no hacer mudanza? Este consejo de S. Ignacio es bueno, para no ponernos nerviosos, para no andar de un lado para otro buscando soluciones rápidas, muy a la última moda. Soy muy contrario a las últimas modas: a que os digan lo que tenéis que hacer, a que andéis a la última solución que se le ocurre a alguien. Teniendo esto en cuenta, yo haría algunas observaciones de tipo general:
– No tener miedo a morir... La vida o muerte de los movimientos cristianos del siglo XX resulta quizá secundaria. Por encima de todo está sólo el amor, la transparencia del evangelio, el ideal cristiano. La muerte de muchos de esos movimiento no es ninguna desgracia dentro de la historia del evangelio y de la Iglesia Por tanto, no estar angustiados, no hacer las cosas simplemente para evitar que llegue la muerte de algunas de esas instituciones.
–Una vez que no se tiene miedo a morir..., no tenerle miedo a los cambios básicos. Muchas de las obras de esos movimientos cristianos pueden cambiar, cesar... en muy pocos años, pues el mundo va rápido. En ese sentido, tenemos que ser capaces de hacer cambios, sin agobio, sin prisa inmediata..., en línea de fidelidad a lo central de la vida religiosa (experiencia de Dios, fraternidad) y en la línea del propio carisma.
– Estamos en un período constituyente... en el sentido básico del término. De lo que seamos ahora va a depender nuestro futuro.... Por eso serán necesarias muchas mudanzas, pero no por el placer de cambiar, sino por fidelidad al carisma, dentro de nuestro propio mundo...
– Estos cambios pueden implicar a veces un gran sacrificio... Pero puede tratarse de un sacrificio creador, al servicio del evangelio
Líneas clave de actuación. Presupuestos:
–Los movimientos cristianos sólo subsistirá en la medida en que tenga personas que lo quieran y que estén dispuestas a buscar la fidelidad básica al carisma, en línea de fraternidad fuerte... Es evidente que tienen que amar a
– Los movimientos cristianos sólo subsistirá en la medida en que su carisma de fondo emerja con fuerza y sea capaz de ilusionar y atraer a personas que lo compartan, no sólo en perspectiva laical sino en compromiso de vida religiosa. Ciertamente, puede haber carismas.... que por sí mismos resultan inactivos, porque no encuentran personas que los encarnan. Pero es muy difícil que un movimiento cristiano tenga un futuro a no ser que se vea con gran claridad el Carisma fundante, que se ponga en práctica de un modo creador, ilusionado.
–Los movimientos cristianos solo podrán avanzar y mantenerse vivos en la medida en que creen espacios de fuerte y sencilla fraternidad, donde los miembros estén muy a gusto, en gran libertad, ilusionados por lo que hacen, en madurez humana, afectiva
–Los movimientos cristianos tendrá que ser capaz de presentar su propio tipo de vida, con sencillez pero con fuerza, dentro de la sociedad y de la iglesia. No puede haber ansiass de exhibicionismo, pero tampoco miedos. No puede haber hipocresías (tenemos que mostrar lo que somos), pero tampoco ocultamientos... Tenemos que ser como una ciudad elevada sobre el monte, que se vea lo que somos, lo que vivimos, cómo lo hacemos... Eso significa que tiene que haber un contacto real y concreto con las personas del entorno. Más aún, eso significa que tiene que haber una presencia (acción) vocacional. No basta con que hagáis buenos trabajos, en línea clásica... Tenéis que llegar a la gente con vuestros trabajos, viviendo en medio de la realidad, con vuestra distinción propia, religiosa.
–Los diversos movimientos cristianos tiene que realizar su propio camino..., con creatividad, sin buscar soluciones que vengan de fuera, en un planos económico o social Ciertamente, tenemos que acudir a Dios, pues esta vida sólo tiene sentido si es que hay fe en el Cristo, en su proyecto de reino, en su camino de gratuidad...