25 años sin Rahner (3). Apéndice. Una relación con Ratzinger.

Sigo con el tema de dos intervenciones anteriores sobre Rahner, retomando un material que utilicé otra vez en este blog, pero que me parece muy significativo para situar el tema de la teología católica en la actualidad, a los veinticinco año de su muerte. Él y Ratzinger (hoy Benedicto XVI) han sido, por diversas razones, los dos teólogos más influyentes de la Iglesia Católica en la segunda mitad del siglo XX. Por eso quiero fijar sus conexiones y diferencias. Ellas nos ayudan a entender mejor el pensamiento católico de la actualidad.

Conocimiento

Rahner era veintitrés años mayor y se conocieron en una reunión de teólogos del año 1956 (→ J. Ratzinger, Aus meinem Leben. Erinnerungen, München 2000, p. 82). Michel Schmaus, profesor de dogmática de München, había suspendido la habilitación de Ratzinger, pero Rahner le ayudó a presentarla de nuevo y aprobar, de modo que con su ayuda Ratzinger pudo convertirse en Catedrático de Teología. A partir de ello se produjo un primer acercamiento entre ambos teólogos.

K. Rahner estaba muy satisfecho de los artículos que el joven Ratzinger había escrito para su Lexikon für Theologie und Kirche, especialmente por su buen estudio sobre el infierno, en el que Ratzinger superaba una visión objetivista de la condena eterna. Ambos tenían una misma visión de la colegialidad de la iglesia, de forma que escribieron juntos un famoso libro titulado Episcopado y primado (1961; trad. española, Barcelona 1965), poniendo de relieve el carácter colegiado y fraterno de la comunión de las iglesias.

Más tarde, en el tiempo de la primera sesión del Concilio, el año 1962, colaboraron en la redacción del documento sobre “Las fuentes de la revelación”, publicando después un libro famoso, titulado Revelación y tradición (1965; trad. española en Herder, Barcelona 1971). Este libro y el anterior, dedicados a unos temas centrales del Vaticano II, han marcado y siguen marcando la convergencia del Rahner maduro y del joven Ratzinger en el despliegue de la teología y de la vida de la Iglesia católica. Tras el Concilio (1963-1965) ambos empezaron a distanciarse teológicamente.

Ciertamente, podemos recordar que Ratzinger había dedicado una recensión muy positiva a la obra enciclopédica de Rahner, Curso Fundamental sobre la fe (Herder, Barcelona 1979) en Theologische Revue (74 (1978), pp. 177-186) y había puesto de relieve los valores de su teología, en un trabajo-homenaje, publicado en 1979, cuando Rahner cumplió los 75 años (cf. K.-H. Neufeld, Die Brüder Rahner, Freiburg i. Br. 1994, p. 344). Pero sus posturas teológicas (o, quizá mejor, eclesiales) se fueron distanciando de una forma considerable. El año 1979 la Facultad de Teología quiso nombrar a J. B. Metz (alumno de Rahner) como sucesor de → H. Fries, para la cátedra de Teología Fundamental de München, pero Ratzinger, que era ya arzobispo de la ciudad, se opuso, rechazando así la apertura social del discípulo de Rahner. Esas diferencias se expresaron con más fuerza en el campo eclesial.

Un libro con Fries. Por una visión distinta de la Iglesia

El año 1983 Rahner y Fries publicaron un libro titulado Einigung der Kirchen – Reale Möglichkeit (Unión de las iglesias. Una posibilidad real) donde proponían unos caminos concretos de unidad – no de unificación – entre las comunidades evangélicas (luterana y reformada) y la iglesia católica romana. En ese momento, el cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe, rechazó duramente esas propuestas, presentándolas como “una acrobacia teológica artificial que por desgracia no responde a la realidad”, ignorando el tema de la verdad. Desde ese fondo se entiende el juicio posterior de Ratzinger sobre Rahner, a quien compara con otros teólogos, en una página que resulta significativa para entender el pensamiento católico del siglo XX:

«El encuentro con Balthasar significó para mí el comienzo de una amistad que debía durar toda su vida, una amistad para la cual yo sólo puedo mostrar gratitud. Yo nunca he vuelto a encontrar hombres con una formación teológica y cultural tan extensa como Balthasar y De Lubac y no sería capaz de decir todo lo que debo a mi encuentro con ellos. Congar, respondiendo a su espíritu conciliador, intentaba mediar siempre entre las posturas opuestas y con esa paciente apertura él cumplió sin duda una misión importante; era un hombre de una inmensa laboriosidad y, a pesar de su enfermedad, mantenía siempre una intensa disciplina de trabajo. Por el contrario, Rahner se había dejado dominar cada vez más por la conjura de las retóricas progresistas y se había dejado insertar dentro de unas posturas políticas de tipo aventurista, que en realidad resultaban difícilmente conciliables con su teología trascendental. Las controversias sobre aquello que nosotros, como teólogos de este tiempo, podíamos y debamos hacer resultaban inmensamente vivas y exigían además una gran dosis de resistencia física. Rahner y Feiner, el ecumenista suizo, abandonaron finalmente la Comisión que, a su juicio, no servía para nada, porque esa Comisión no estaba dispuesta a asumir sus tesis, que en la mayoría de los casos eran de tipo radical” (J. Ratzinger, Aus meinem Leben. Erinnerungen, München 2000, 156).


Ratzinger está aludiendo a los años en que él y Rahner fueron miembros de la Comisión Teológica Internacional. Ratzinger cumplió los ocho años (del 1969 al 1977, en que fue nombrado obispo). Rahner, en cambio, dimitió el año1974, por razones distintas a las que propone Ratzinger, es decir, porque pensaba que la Comisión no cumplía sus objetivos, porque estaba controlada por Ratzinger y no era ya lugar de diálogo libre y abierto entre teólogos de tendencias distintas. Ratzinger afirma que Rahner dimitió porque la Comisión no aceptaba sus tesis “radicales”, propias de un “conjurado progresista”. Quizá está expresando así su miedo ante la libertad teológica de Rahner, que fue creciendo a medida que pasaban los años, abriéndose al ecumenismo, es decir, al encuentro con las iglesias nacidas de la Reforma, y abriéndose también al diálogo con el comunismo. En este contexto resulta muy significativa la actitud que ambos tomaron ante la Teología de la Liberación.

El último Rahner, un apoyo a la teología de la liberación


Rahner se comprometió a favor de la Teología de la Liberación, ante todo por su servicio en América Latina.

«Una vez escribí un trabajo sobre la Teología de la Revolución. Yo lo presenté incluso ante la Comisión Teológica Internacional de Roma, fundada por el Papa. Ciertamente, allí tiraron muy pronto ese papel al cesto de papeles, pero yo lo he publicado. Esta teología y la “Teología de la Liberación”, que ha surgido en América Latina, tienen también ciertos puntos de contacto conmigo ya por el hecho de que, por ejemplo Scannone, un teólogo argentino que escribe sobre esos temas, fue mi alumno en Innsbruck. He tenido algunos vínculos con Gutiérrez, que es el auténtico fundador de esa Teología de la Liberación, pues nosotros nos relacionamos a través de la revista teológica internacional Concilium, de la que soy cofundador» (Anzeiger für die katholische Geistlichkeit, marzo de 1979, p. 78).


En este contexto se sitúa un hecho significativo. Enfermo ya de muerte, a principios del año 1984, Rahner se enteró de que la Congregación de la Doctrina de la Fe, dirigida por Ratzinger, quería que los obispos peruanos condenaran a → Gustavo Gutiérrez, llamándoles para ello a Roma. Pues bien, el 9 de marzo de 1984, desde el hospital donde iba a morir muy pronto (el 30 de marzo), Rahner dictó todavía algunas cartas, entre otras un escrito dirigido a la Conferencia Episcopal de Perú a favor de Gustavo Gutiérrez. Fueron casi sus últimas palabras escritas. A los pocos días, el 30 de marzo falleció como había vivido: con la felicidad de ser hijo de Dios (cf. H. Vorgrimler, Karl Rahner, Santander 2004, 168-169). Ratzinger, en cambio, quiso que los obispos de Perú condenaran a G. Gutiérrez e hizo publicar dos documentos en contra de marcando el pensamiento católico de la actualidad.

Bibliografía. Las obras completas de K. Rahner están siendo publicadas en por Karl Lehmann, Johann Baptist Metz, Karl-Heinz Neufeld, Albert Raffelt, Herbert Vorgrimler y Andreas R. Batlogg, en Samtliche Werke I-XXXI (Freiburg im Breisgau 1995ss). En castellano la traducción más importante es Escritos de teología I-VII (Madrid 1961-1969, además de las que hemos citado ya (Espíritu en el Mundo, Oyente de la Palabra y Curso fundamental de la fe). Visión de conjunto de su obra en www.ub.uni.de/referate/04/rahner/rahnersc.htm. Sobre su teología, además de la obra ya citada de H. Vorgrimler, cf. M. González, La relación entre trinidad económica e inmanente. El “axioma fundamental” de K. Rahner y su recepción. Líneas para continuar la reflexión (Roma 1996); V. Holzer, Le Dieu Trinité dans l’histoire. Le différend théologique Balthasar-Rahner (Paris 1995); G. J. Zarazaga, Trinidad y comunión. La teología trinitaria de K. Rahner y la pregunta por sus rasgos hegelianos (Salamanca 1999); C. Schickendantz, Autotrascendencia radicalizada en extrema impotencia. La comprensión de la muerte en Karl Rahner (Santiago de Chile 1999).
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