¡Estad siempre alegres! (Flp 4, 4)
Jesús siempre estaba alegre como unas castañuelas.
¡Ha sido el hombre más alegre, feliz y equilibrado que ha habitado este mundo!
Su corazón Jamás dejó de ser alegría, porque estaba cada día con su Padre.
¡Aún en los días anteriores a su Pasión,
sus amigos no sospechaban nada a pesar del tormento que le iba a llegar!
Cuando estaba solo, se alegraba con su Padre y con todas las criaturas que le acompañaban
Cuando estaba con sus discípulos, siempre estaba haciendo bromas,
para darles a entender que la Vida es Alegría por ser ya Vida, a pesar de que no la sabían vivir.
Cuando estaba con el pueblo siempre mantenía y contagiaba la alegría verdadera del que sabe lo que tiene que hacer.
La alegría de Jesús es para siempre, no se compra en los mercados de este mundo.
La verdadera alegría es serena, paciente, humilde y envuelve todo lo que mira.
Pidan y recibirán, para que su alegría sea completa (Jn, 16-24)
¿Y yo me río de mi mismo
y soy alegría para los demás?
¿O soy alegría del mal espíritu: triste y vacía, que no sabe vaciarse, ni llenarse?