Asesinada en Centroáfrica en 2014, pagó con su vida este compromiso. Periodistas que arriesgan su vida en zonas de conflicto. El ejemplo de Camille Lepage
“No puedo aceptar que las tragedias que viven muchas personas en muchos lugares del mundo queden en silencio solo porque no son rentables”
Durante estos días, se celebra en la localidad suiza de Locarno un festival de cine. Una de las películas que aspiran al máximo galardón es “Camille”, del director francés Boris Lojkine. Se trata de una reconstrucción de los últimos días de la joven fotoperiodista Camille Lepage, que murió asesinada en la República Centroafricana en mayo de 2014. Tenía 26 años. Bucear en esta noticia me ha hecho revivir unos días trágicos que recuerdo como los más duros de mi vida.
Camille Lepage era una periodista francesa con una brillante carrera por delante como fotógrafa en países en conflicto. Su motivación estaba muy clara, bien expreso en una ocasión: “No puedo aceptar que las tragedias que viven muchas personas en muchos lugares del mundo queden en silencio solo porque no son rentables”. Solo tuvo tiempo de trabajar en dos países: Sur Sudan y en la República Centroafricana. A finales de 2013 y los primeros meses de 2014, yo me encontraba en Bangui trabajando como consultor con una ONG y cada dia era una tensión constante de disparos nocturnos, enfrentamientos en las calles de Bangui entre milicias, y un dolor humano evidente en los miles de desplazados que poblaban los recintos de las iglesias y en los camiones cargados hasta los topes de musulmanes aterrados que huían del país para escapar de la limpieza étnica de los “antibalaka”. Camille estaba allí, en el ojo del huracán, para contar al mundo el enorme sufrimiento de la población. Murió, en circunstancias aún no esclarecidas, cuando viajaba en moto con una milicia local en un remoto lugar de la selva centroafricana. Algunas de sus mejores instantáneas fueron publicadas en medios tan prestigiosos como New York Times, The Guardian, Le Monde, Washington Post, Der Spiegel, Libération, Le Nouvel Observateur, La Croix, Wall Street Journal, Al Jazeera y BBC. Trabajo también para organizaciones como el Programa Alimentario Mundial, UNESCO, Amnistía Internacional y Médicos Sin Fronteras.
Pero no se llamen a engaño. Conseguir publicar fotografías en medios tan prestigiosos no se traduce, ni mucho menos, en gozar de una economía holgada. Durante mis años en el Norte de Uganda, durante la guerra del LRA, y más recientemente en Centroáfrica, he tenido ocasión de tratar con numerosos periodistas “freelance” y puedo dar fe de lo duro que es tener que trabajar en lugares donde te juegas la vida teniéndote que pagarte tú mismo todos los gastos. Viajes en avión, visados, alojamiento -las más de las veces en lugares muy modestos- seguro médico, desplazamientos en el terreno… y casi siempre tener que pagar a uno o varios “fixers” en el terreno que te faciliten los contactos, la información que necesitas y tus movimientos.
En contra de lo que muchos pueden pensar, este tipo de periodista no nada, ni mucho menos en la abundancia y -por lo que he conocido- no son muchos los que llegan a obtener un beneficio neto de mil euros al mes, a los que después tendrán que descontar los impuestos que el trabajador autónomo tiene que pagar. La mayor parte de los medios de comunicación dedican cada vez menos gastos a enviar periodistas a lugares en conflicto cuyas historias saben que van a resultar “poco rentables”, y les sale mucho más barato pagar unos pocos cientos de euros por historias o material gráfico de quien ha corrido previamente con todos sus gastos, además de innumerables riesgos personales.
Camille Lepage no es la única periodista muerta en un lugar en conflicto. Les invito a ver la extraordinaria película “A Private War”, sobre la vida de la también fotógrafa de guerra Marie Colvin. Personas así rompen el mito de lo que a menudo se llama el “silencio de los medios de comunicación” ante las grandes tragedias que se desarrollan en los lugares más pobres del mundo. Aunque aún sigue habiendo conflictos de primera y de segunda, según el interés informativo que atraigan, no se puede negar que hay muchos y buenos periodistas que, con profesionalidad y honradez, acuden allí donde hacen falta y se dejan la piel por contar al mundo lo que ocurre para atraer toda la atención que sea necesaria.