El 'renacer' de las sectas esotéricas en África En el nombre de Jesús, !Fuego!
Crece el numero de catolicos africanos que, acosados por innumerables desgracias a diario, buscan en sectas pentecostales soluciones instantaneas. Muchas de ellas están dirigidas por pastores que se aprovechan de la vulnerabilidad de sus fieles para sacarles el poco dinero que tienen
"Templos donde se anuncian milagros los martes, curaciones los sábados y otros prodigios no me acuerdo que día de la semana"
| José Carlos Rodríguez Jose Carlos Rodriguez Soto
‘En el nombre de Jesus ¡Fuego!” La primera vez que pase por allí delante de camino a tomarme un café, no pude evitar quedarme de piedra. Desde dentro de un local que anunciaba una Iglesia Universal en la capital centroafricana, la voz agitada y fuerte de un hombre encontraba un coro unánime de cientos de personas que repetía cada una de sus proclamas: “Fuego!”
A la entrada del concurrido templo, se anuncian milagros los martes, curaciones los sábados y otros prodigios no me acuerdo que día de la semana. Es una de las innumerables iglesias “renacidas” o “del despertar” que uno se encuentra en multitud de capitales africanas. Los cultos de todas ellas, invariablemente, se centran en la figura de un pastor carismático para el que nunca falta una colecta especial durante la plegaria. A juzgar por algunos de los coches que he visto que conducen, parece que la recogida de diezmos no se le debe de dar nada mal.
Sectas esotéricas
He vuelto a pasar por allí esta mañana al volver de hace mi carrera matutina y dirigirme de nuevo a la cafetería a comprar un cruasán antes de ir al trabajo. Y no he podido evitar acordarme del documento final de los obispos africanos que, en su reciente asamblea general del SECAM celebrada en Kampala (Uganda) mostraban su preocupación por “la proliferación de sectas esotéricas donde abundan las referencias a la brujería y se prodigan en supuestos milagros de curación, que atraen a muchos católicos”.
Llevo tres décadas trabajando en países africanos, pero de todos los que conozco no me visto ninguno como la República Centroafricana donde esté tan arraigada la creencia en la brujería, un tema que no es para tomarselo a broma. He conocido personas que se han gastado todos sus ahorros en perseguir a alguien que supuestamente era el o la causante de todas sus desgracias, sobre todo de enfermedades que afectaban a los miembros de su familia, o que han llegado a cambiarse de casa por estar convencidos de que en su interior había espíritus malignos que causaban todas sus desgracias. Y como la iglesia Católica no ofrece (al menos que yo sepa) remedios instantáneos para combatir estas supuestas fuerzas ocultas, hay creyentes que, tras haber escuchado testimonios de amigos y parientes, empiezan a frecuentar estas sectas y terminan convirtiéndose en sus adeptos.
Las curaciones supuestamente milagrosas son una de las razones por las que prosperan. En un país donde la mayor parte de la gente come una vez al día, no hay servicios médicos de base gratuitos y donde un maestro apenas gana al mes unos 50 euros, y eso cuando le pagan, hay personas que están enfermas siempre. Una misma persona puede sufrir, durante pocos meses, una sucesión de paludismo, infecciones respiratorias, fiebres tifoideas, hipertensión… y al no poder permitirse pagarse el tratamiento acaba poniendo su confianza en congregaciones donde el pastor de turno promete la salud instantánea a cambio de tener una fe ciega en lo que él dice.
Y al final uno se encuentra esto mismo en bastantes iglesias católicas, en cuyos aledaños no es raro encontrarse con puestos que venden botellas que anuncian aceite espiritual, agua bendita con propiedades supuestamente curativas o estampas o saquitos de sal que prometen sanación inmediata.
Me da pena cuando veo a tantas personas que lo pasan tan mal en su vida diaria y buscan consuelo y remedios en lugares donde tengo motivos para sospechar que simplemente les están timando y ofreciendo soluciones falsas.
Por cierto, recuerdo una ocasión en la que una de estas iglesias se incendió, cosa que no es de extrañar si se piensa en los niveles tan desastrosos de seguridad que hay en los edificios de Bangui. Afortunadamente, no había nadie dentro. No faltaron los que, en serio o medio en broma, achacaron el siniestro a la fuerza con la que el pastor pedía durante sus predicas, a voz en grito, en el nombre de Jesus, que viniera el fuego de lo alto.
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