Cuaresma de 2013
Las claves para el recorrido cuaresmal que comenzamos esta semana nos sugieren la idea del camino, de la peregrinación; una peregrinación envuelta en la provisionalidad y en el abandono; a través de un itinerario difícil, hostil, lleno de riesgos y peligros. Como la de Israel, por el desierto; así va a ser la nuestra. Nuestra experiencia de lucha por la subsistencia no es ciertamente un camino de rosas; es un peregrinar, lleno de encrucijadas y de trampas, luchando por la justicia, por la honradez, con la esperanza puesta en un final feliz, en el que se haga la luz y puedan brillar de nuevo nuestros ojos; esa será este año nuestra pascua. Una pascua nueva, con destellos nuevos, abierta y total.
En el horizonte, la pascua. Porque nunca debemos desorientarnos, perder el horizonte hacia el que peregrinamos. Porque caminamos, como peregrinos de la vida, en la esperanza. Las comunidades cristianas debemos transmitir esperanza. Esa debería ser nuestra consigna. Porque creemos en Jesús; porque creemos que su palabra es sólida, fuerte como una roca; porque el suyo es un mensaje liberador, de vida, de felicidad. Esa es la meta: que seamos felices. Por eso, además de confiar en la palabra de Jesús, aportamos nuestros esfuerzos, nuestra lucha, nuestras denuncias proféticas. Porque la promesa de Dios no anula nuestra colaboración. Porque Dios nos ha hecho, a imagen suya, libres, responsables y autónomos. Por eso espera nuestra colaboración.
Camino, lucha y esperanza; peregrinación y desarraigo. Por ahí debe ir nuestra cuaresma de 2013. Una cuaresma nueva, liberadora; no una repetición rutinaria, ritualista y aburrida. Sin apartar lo ojos, sobre todo, de esa pascua nueva y regeneradora, hacia la cual nos encaminamos.