Cuaresma de 2013

Repetimos. Comenzamos de nuevo la experiencia. Un año más la Iglesia nos invita a repetir la experiencia cuaresmal. Pero no vamos a limitarnos a repetir mecánicamente los mismos pasos, a rehacer los mimos recorridos. Va a ser ciertamente un caminar hacia la pascua; pero vamos a caminar desde la nueva historia que estamos viviendo este año; desde las luchas abiertas por la limpieza y la regeneración de los partidos, de las estructuras administrativas, de las instancias sociales; desde la desazón popular, desde el sentimiento de impotencia, desde el clamor por la justicia, desde la angustia contenida y desesperada de los millones de trabajadores en paro. Desde la inesperada renuncia de Benedicto XVI, tan llena de incógnitas y de sorpresas. Desde esa plataforma tan poco alentadora comenzamos este año la cuaresma. Por eso ésta es una cuaresma nueva, no una repetición ritual de las otras.

Las claves para el recorrido cuaresmal que comenzamos esta semana nos sugieren la idea del camino, de la peregrinación; una peregrinación envuelta en la provisionalidad y en el abandono; a través de un itinerario difícil, hostil, lleno de riesgos y peligros. Como la de Israel, por el desierto; así va a ser la nuestra. Nuestra experiencia de lucha por la subsistencia no es ciertamente un camino de rosas; es un peregrinar, lleno de encrucijadas y de trampas, luchando por la justicia, por la honradez, con la esperanza puesta en un final feliz, en el que se haga la luz y puedan brillar de nuevo nuestros ojos; esa será este año nuestra pascua. Una pascua nueva, con destellos nuevos, abierta y total.

Cuaresma siempre supone un esfuerzo, una lucha. Es un combate abierto contra el pecado, contra la maldad, contra todo tipo de injusticia. Por ahí debe ir este año nuestra cuaresma; por ahí deben ir nuestros ayunos, y nuestras abstinencias, y nuestros sacrificios, y nuestras mortificaciones. Ya pasaron los tiempos de los sacrificios y de las abstinencias ficticias, artificiales; nuestro sacrificio debemos hacerlo desde la implicación social, desde el compromiso histórico, desde la solidaridad evangélica y la compasión. Al asomarnos a la realidad social que nos circunda, tan dura y tan desesperada, aflora en nosotros un sentimiento de cercanía y solidaridad. Desde ahí debemos ir recorriendo la andadura cuaresmal, unidos a ese Cristo doliente que camina en los hermanos abatidos.

En el horizonte, la pascua. Porque nunca debemos desorientarnos, perder el horizonte hacia el que peregrinamos. Porque caminamos, como peregrinos de la vida, en la esperanza. Las comunidades cristianas debemos transmitir esperanza. Esa debería ser nuestra consigna. Porque creemos en Jesús; porque creemos que su palabra es sólida, fuerte como una roca; porque el suyo es un mensaje liberador, de vida, de felicidad. Esa es la meta: que seamos felices. Por eso, además de confiar en la palabra de Jesús, aportamos nuestros esfuerzos, nuestra lucha, nuestras denuncias proféticas. Porque la promesa de Dios no anula nuestra colaboración. Porque Dios nos ha hecho, a imagen suya, libres, responsables y autónomos. Por eso espera nuestra colaboración.

Camino, lucha y esperanza; peregrinación y desarraigo. Por ahí debe ir nuestra cuaresma de 2013. Una cuaresma nueva, liberadora; no una repetición rutinaria, ritualista y aburrida. Sin apartar lo ojos, sobre todo, de esa pascua nueva y regeneradora, hacia la cual nos encaminamos.
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