El «misterio» en el pensamiento de Odo Casel
Odo Casel utiliza con profusión la palabra misterio. En realidad en esa expresión se concentra buena parte de su pensamiento. Incluso hasta el mismo cristianismo es entendido por él como un misterio. En ese sentido lo define como «una acción de Dios, como la realización de un plan eterno en una acción que procede de la eternidad de Dios, se realiza en el tiempo y en el espacio, y tiene su término en el mismo Dios eterno». De ahí se deduce que «uno se hace cristiano cuando se une a la persona de Cristo y participa de su obra redentora; cuando ha vivido con Cristo y como Cristo su obra de liberación; cuando ha muerto y resucitado con Cristo de manera mística, pero real».
En todo caso es conveniente aclarar los diversos sentidos que Casel da a la palabra misterio.
2) Cristo, epifanía de Dios y misterio personal. El plan salvador de Dios sobre el hombre se revela y se realiza en Cristo. En él y a través de él la acción salvadora de Dios, proyectada desde los siglos, irrumpe en la historia, se encarna en el tiempo y en el espacio; se hace visible y accesible para todos los hombres. En este sentido decimos, siguiendo el pensamiento de Pablo, tal como aparece sobre todo en las cartas pastorales, que Cristo se constituye en el misterio personal; en la revelación (epifanía) y presencia del proyecto salvador de Dios.
3) Los misterios de Cristo. En realidad hay que hablar del misterio de Cristo, uno e indivisible, en el que se condensa la totalidad de su vida. Es el misterio pascual por el que Cristo entrega la totalidad de su vida en la cruz y la recupera glorioso en la resurrección. Pero ese misterio único se fracciona en el conjunto de sucesivos actos salvadores que, comenzando en su nacimiento y en los eventos de su infancia, pasan por la aventura de su vida pública, pasión, muerte y sepultura, para culminar finalmente en la gloria de la resurrección, ascensión a los cielos y coronación a la derecha del Padre. En este caso hablamos de los misterios de Cristo.