Canonizaciones. Beata Evita de Perón

La competencia en causas de beatificación y canonización estaba, hasta 1970, atribuida a la Congregación de Ritos. Más exactamente, era una sección, la segunda, de ese dicasterio. Pablo VI convirtió las dos secciones en dos Congregaciones: Culto y Causas de los Santos. De esa reforma surgió un inusual incremento de beatificaciones y canonizaciones. En la práctica, una devaluación de la santidad canónica que, tangencialmente, produjo unos mayores ingresos extra para el Vaticano. El tradicional elenco de los santos se duplicó. Juan Pablo II beatificó y canonizó a más personas que todos sus antecesores juntos.

En ocasiones, el Santo Oficio debía emitir informes sobre candidatos a los altares. Era por su implicación en temas doctrinales o de otra categoría afín. Padre Pío, por ejemplo, no estaba involucrado en ideas heterodoxas, pero su extraña personalidad lo hacían cliente nuestro.

Sebastián Laboa (posteriormente nuncio en Panamá) era el único oficial español en Ritos, luego Culto, como yo lo era en el Santo Oficio. Durante años coincidíamos en el almuerzo. Con frecuencia, surgía el tema de las beatificaciones y canonizaciones. Laboa era un hombre muy lúcido y en nada compartía el proceder de la Iglesia en la materia. Esa no era la única sintonía entre nosotros dos.

Se comprende que la Iglesia Católica ensalce o proponga como modelos a algunos de sus miembros después de su muerte. Lo hacen los pueblos con sus próceres. Y, de manera similar, las organizaciones o instituciones con sus mejores miembros o líderes. Pero la normativa eclesiástica de las beatificaciones y canonizaciones está repleta de puntos negros, incomprensibles y escandalosos.

Roma acaba de canonizar conjuntamente a Juan XXIII y a Juan Pablo II. Un acto de clara endogamia, de exhibición, populismo, autoritarismo, discriminación y puede que deshonesto. El Papa que los canonizó, así como los responsables del evento, no sólo conocieron a los ahora santos, sino que, además, fueron beneficiados por uno u otro en vida. De forma claramente discriminatoria, el Vaticano "dispensó" a Juan XXIII del segundo milagro, requerido por Ley para todos los candidatos a la canonización. Es una "dispensa" similar a la que había realizado Pablo VI a favor de nuestro Juan de Ávila. En el caso del "santo súbito", estamos ante una canonización "exprés". Surge una pregunta. ¿Quién está detrás y quien paga? Puedo asegurar que el Vaticano nunca paga. Cobra y recibe. No se ha tenido en cuenta la repulsa de muchos fieles hacia Juan Pablo II, particularmente - y no sólo - por la involución por él operada respecto al Vaticano II y por su conocida desidia o complacencia en el tratamiento de eclesiásticos pederastas. Francisco tuvo en su mano la ocasión para clausurar la Congregación de las Causas de los Santos. Una oportunidad perdida.

Días después de la doble canonización, los medios han dado a conocer la inminente beatificación de Pablo VI. Al parecer, por su intercesión, un feto diagnosticado inviable por los médicos se habría convertido en viable. Sucedió en California en los años 90. La madre se habría encomendado a Montini para dar a luz el fruto de su vientre no obstante los negros pronósticos de los médicos. El bebé nació sin problemas.

Mi estima y veneración por Pablo VI están fuera de duda. Como persona y como Papa fue superior a los dos ya canonizados. Este mi juicio no se debe exclusivamente a que Pablo VI me haya distinguido llamándome a ser su colaborador. Se esperaría que yo aplaudiera su beatificación. Y no es así. Estoy convencido de que en santidad y ejemplaridad, Montini no fue superior a muchas personas de las que nadie ha propagandeado su nombre para que de ellos se imploren "favores" y milagros. Sin ir más lejos, no me parece que haya sido más santo que mis padres, que varios de mis compañeros, que unos vecinos cuyas andanzas y problemas conozco.
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A este respecto, quiero dejar constancia de un episodio cuyos intervinientes me son muy próximos. Con algunos – los que todavía viven - estoy en contacto permanente. Podrían confirmar cuanto estoy a punto de revelar. La historia podría titularse "Beata Evita Duarte de Perón". Y es que, los hechos tuvieron lugar en Buenos Aires, pocos años después de la muerte de la "defensora de los descamisados" y cuando su fama ya era idolatría.

Actores. Mi sobrino Héctor, 55 años, Madrid. Su padre, hermano mío, Ramón, fallecido. Su madre, Sitilita, 86 años, mi cuñada, Buenos Aires Capital. El Doctor Gil Balagué, fallecido, eminente ginecólogo, de renombre mundial, jefe de Ginecología del afamado Hospital Anchorena, Buenos Aires. Mi hermano Manolo, enfermero en el mismo Hospital, ahora en España. Ricardo y Lola, hermanos de Sitilita, Buenos Aires Capital.

Sitilita había sido intervenida por Gil Balagué en ocasión de un aborto. Histerectomía total con anexectomía. Mi cuñada y mi hermano fueron advertidos. Ninguna posibilidad de gestar. Se resignaban a quedarse sin descendencia. Meses después, Ramón y Sitilita comunicaron al ginecólogo los síntomas de embarazo. Gil Balagué, por teléfono, les respondió que el embarazo era absolutamente imposible. "Solo un milagro podría contradecirme", aseguró. Sucesivas visitas y consultas certificaron el "milagro". Gestación y parto fueron normales. Está aquí. Es Héctor Alcaina, de profesión electricista, inmigrante en la época del "corralito".

He preguntado a mi cuñada si ella y/o su marido se encomendaron a Evita para quedarse embarazada. Lamentablemente, no comprende qué es eso de "encomendarse". Recuerda que, por aquel entonces, todos los porteños lloraban la desaparición de Evita. Creían que vivía después de su vida, que era la más santa de las santas, que continuaba protegiendo a los trabajadores.

Esta es mi interpretación, mi convicción, mi creencia: Hector es el milagro de Evita, ya proclamada "Jefa Espiritual de la Nación". Estoy redactando un escrito que daré a un conocido "postulador" romano para que incoe el proceso de beatificación de Eva Duarte de Perón. Los arriba nominados, Héctor, Sitilita, Manolo,Ricardo y Lola serán aleccionados para "deponer". Nada negativo, todo positivo sobre la candidata. Porque los muertos han de ser elogiados. Su comportamiento, a veces detestable, se obvia o se endulza. Y, tratándose de candidatos a los altares, son santos, ejemplares, intercesores ante el Altísimo.

Seguro que Evita operó otros milagros. Siempre de ídole sanitaria, claro. Si en vida fue rica en fama, en honores, en poder, en bienestar, es obligado que ahora disfrute de similares bienes y prerrogativas. Su "transito" fue a mejor vida. Eso es lo que ocurre con la mayoría de los canonizados. Dios atiende a los afortunados o poderosos y prolonga su felicidad más allá del paso por esta nuestra Tierra. Y Dios lo demuestra atendiendo a sus deseos de privilegiar a algún que otro mortal, al tiempo que inmortaliza al propio intercesor elevándolo a los altares. Los pobres, los humildes, el pueblo llano, muy raramente son escuchados por ese dios. Atención, argentinos: ¡Favor de comunicar "favores" obtenidos por intercesión de Evita!
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"Canonizaciones. Milagros imposibles o pueriles". Es el artículo que colgué en mi blog http://blogs.periodistadigital.com/enigma.php hace cuatro años. Fue recogido en algunos portales y otras publicaciones. Me permito reproducir sólamente el grito con el que concluía el post. Espero que alguien me rebata. O no. Para mi tranquilidad.

Un dios que discrimina a sus criaturas, aunque sea positivamente, no es el Dios. Un dios que encumbra a los ricos y famosos, a los poderosos, a los fundadores de algo, a los amigos de los jerarcas, postergando a los humildes y anónimos, ése no es el Dios. Implicar a nuestro Dios en tales hechos y para tales fines es simplemente un imposible, un infantilismo que conlleva la negación de Dios. Los fenómenos inexplicables son sólo eso, inexplicables. Algún día o nunca se explicarán. No se puede achacar a Dios algo que podría proceder de un ídolo, de un patrón, de un mandarín. La hipótesis de que Dios ha creado el mundo con sus leyes es la más plausible. Resulta absurdo que cada poco, incluso una sola vez, ese Dios haga excepciones a sus leyes. Todavía más absurdo cuando se lo demanda algún que otro humano y con el fin de encumbrar a un humano. Y, repito, peor todavía cuando la excepción conlleva acepción de personas. Entendemos y creemos que Dios creó este mundo con amor, por amor, para que nos amemos. Trasladando ideas filosófico-teológicas de A. Torres Queiruga en un artículo sobre el desastre natural de Haití, Dios creó este mundo para el bien y deja que la Naturaleza siga sus propias sabias leyes. Nos toca hacer buen uso de nuestras facultades y de nuestra libertad.
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