Nochemala en Muxía
Alucinaba. Sacudí mi cabeza y parpadeé. No podía ser real. ¡La TV no siempre es creíble! Podía leer "Muxía", "La Barca". Para más, el nombre de mi amigo fotógrafo muxián lo certificaba. Xesús Búa captó el incendio. Demasiadas evidencias. Era mi Santuario. El de mi infancia y adolescencia. El de mi ministerio y de mis fogosas homilías. El de mis interminables sesiones de confesionario. El de mis diarias visitas cuando estoy en la villa. Estaba ardiendo. Las llamas y el humo ascendían de su techo. Un enorme botafumeiro. Quedé inapetente ante el vistoso cordero pirenaico asado. El turrón se me antojó demasiado duro. Disimulé la humedad de mis ojos. El cava navarro me supo a hiel. Las potentes campanas de la catedral pamplonica habían enmudecido. Durante todo el día de ayer las cadenas de TV me lo certificaban. El Santuario de La Barca en Muxía, calcinado. Un rayo. Maldito sea. La ciclogénesis explosiva trajo la desgracia en la madrugada de Navidad. La Nochebuena. Nochemala.
Todos cuantos visitan la villa de Muxía se sobrecogen. Olas de hasta 10 metros. Piedras ciclópeas, talladas por el viento , la salitre y el agua. Tienen vida y leyenda. Y poderes. Una piedra , "a pedra de abalar", es única en el mundo. Se mueve caprichosamentre, dicen que milagrosamente, sobre todo cuando a ella se suben los visitantes. De forma irregularmente ovalada, superficie 60 m2, grosor 10 a 30 cms. Entre villa y Santuario, se levanta el mítico "monte Corpiño". En su falda se emplaza el templo parroquial, siglo XII, románico puro,única nave, perfectamente conservado. Como el del Pindo, el "monte Corpiño" fue sagrado, al menos desde los fenicios , los celtas, los suevos. Y continúa siéndolo.
A ese rincón de la Península, el codo europeo más cercano a América, acuden turistas y peregrinos. El "Camino de Santiago" finaliza en Muxía y Finisterre. "Albergue del peregrino", "Oficina de información al peregrino". Funcionan a diario. Sobre todo, en verano. Llegan a pie con cayado, en bicicleta o en autocares. Son gallegos, también de otras regiones, que obligan al párroco a abrir el Santuario mañana y tarde. Muchos "creen". Son muchos los que mimetizan costumbres de ancestros. En su mayoría, curiosean, estudian, se encuentran con la Madre Tierra. A los peregrinos se les otorga, firmado, el diploma "Muxiana". En Finisterre recibirán la "Fisterrana". Habrán de cumplir ciertos requisitos. Traer la credencial "Compostela", llegar a pie, en caballo o en bicicleta.
Muxía tiene escasamente 2.000 habitantes. Son 7.000 en todo el municipio. Catorce parroquias. Alguna, diminuta. Un ciento de aldeas. Sus habitantes hallan vida social y negocio en la villa. Además del ayuntamiento, notaría y juzgado de paz, la villa dispone de otros servicios y comercios. Casi como una ciudad autosuficiente. Son importantes su puerto, su flota pesquera, su lonja. Los dos secaderos de congrio son exclusivos en el mundo. Con el gobierno autonómico, gracias a las subvenciones europeas, el puerto ha sido renovado, ampliado y adaptado a refugio naval. En 2010 se inauguró un puerto deportivo. Muxía suele llamarse “novia del viento” porque recibe todas las borrascas que del Atlántico penetran en la península. La mar bravía es todo un espectáculo. Al lado del Santuario de La Barca está el antiguo humilde monasterio benedictino. Los monjes se fueron a mediados del siglo XIX. Después, sirvió de casa rectoral durante un siglo. En él se ha instalado recientemente el “museo del ahogado”. Y es que, cada poco, algún pescador o mariscador deja la vida en su trabajo. Muxía fue varias veces arrasada por piratas normandos o musulmanes. Se sabe que en el siglo XVII fue reconstruida bajo el patrocinio de los monjes del cercano Moraime, de cuyo rico priorato era dependiente.
El Santuario de La Barca es fruto de la cristianización medieval operado en la zona. El templo ayer calcinado, siglo XVIII, fue edificado sobre el anterior del siglo XI. Los monjes, en el Alto Medievo, solían suplantar los lugares cúlticos preexistentes por propios templos. Aprovechaban así la innata y cultivada devoción de los lugareños reconvirtiéndolos en cristianos. En el caso, se trataba de tradiciones y religiones preferentemente celtas. También, resabios griegos y fenicios. El culto a los difuntos - especialmente vivo en Galicia -, las peregrinaciones a lugares emblemáticos, tales como colinas, montes, pozos, manantiales o parajes megalíticos. Todo ello se evidencia aún hoy en Muxía, así como en toda la comarca de Nemancos y en las limítrofes comarcas de Bergantiños, Soneira y Carnota. Son numerosos los vestigios míticos en la zona. Sólo un ejemplo. El nombre de Chorente, aldea cercana a Muxía, es evolución de Caronte, el barquero que transportaba al reino de Hades las almas que Hermes le proporcionaba. Sobre el monte de Chorente, desde tiempo inmemorial, se alza una ermita hoy dedicada a San Roque. Una prueba más del método evangelizador cristiano, operado por los benedictinos en la zona.
El terrible incendio de ayer no borrará sentimientos y creencias. Tampoco cortará el "Camino" a los peregrinos de Santiago. Pienso que se incrementarán las visitas. Así sucedió con el desastre del petrolero "Prestige". Muxía se hará más famosa, más conocida y visitada. Se multiplicarán los curiosos, los aventureros, los estudiosos, los devotos. El templo será restaurado. La autoridad autonómica se apresuró a prometerlo.
Pero nadie ni nada nos delvolverá los tesoros que encerraba el Santuario.Afortunadamente, la imagen de la "Virxe da Barca", de unos 60 cms., siglo XV, así como las coronas de oro y brillantes, que el obispo Souto Vizoso colocó sobre las cabezas de la Virgen y del Niño en la canónica coronación,1948, están a buen recaudo en el Banco Pastor. En el templo había una réplica de la artística imagen y de las dos coronas áureas. Eran tres los retablos de principio del siglo XVIII con tallas maravillosas. El retablo mayor, de 1717, era obra del escultor compostelano Miguel Romay. Historiado, barroco, precioso. En 1960, un muxián indiano, Romualdo Bentín, con una inmensa fortuna, sin descendencia, hizo cubrir de oro los tres retablos, entonces deteriorados. Yo mismo vi y toqué las láminas de oro, llegadas a manera de libro, cada semana, por correo. Kilos y kilos de oro en láminas semejantes a hojas de papel. Un trabajo concienzudo de artistas. Duró un año. Don Romualdo, de quien me hice amigo, también sufragó las dos actuales torres con 4 campanas, ya que el edificio, inexplicablemente, había quedado desmochado.
Hace unos 30 años, otro rayo partió la famosa y mítica "pedra de abalar". El rayo recorrió más de cien metros hasta encontrarla. Se ve el recorrido por el suelo. El presidente Manuel Fraga dedicó un buen pellizco del presupuesto autonómico para restaurarla. En el cometido se borraron huellas simbólicas milenarias en las rocas veneradas. Desde entonces, la piedra movediza no se comportó como en los anteriores miles de años. Su oscilación se volvió menos natural. Su ruído, menos profundo. Y es que donde los humanos metemos la mano solemos alterar la Naturaleza. Con frecuencia, a peor.
Todos cuantos visitan la villa de Muxía se sobrecogen. Olas de hasta 10 metros. Piedras ciclópeas, talladas por el viento , la salitre y el agua. Tienen vida y leyenda. Y poderes. Una piedra , "a pedra de abalar", es única en el mundo. Se mueve caprichosamentre, dicen que milagrosamente, sobre todo cuando a ella se suben los visitantes. De forma irregularmente ovalada, superficie 60 m2, grosor 10 a 30 cms. Entre villa y Santuario, se levanta el mítico "monte Corpiño". En su falda se emplaza el templo parroquial, siglo XII, románico puro,única nave, perfectamente conservado. Como el del Pindo, el "monte Corpiño" fue sagrado, al menos desde los fenicios , los celtas, los suevos. Y continúa siéndolo.
A ese rincón de la Península, el codo europeo más cercano a América, acuden turistas y peregrinos. El "Camino de Santiago" finaliza en Muxía y Finisterre. "Albergue del peregrino", "Oficina de información al peregrino". Funcionan a diario. Sobre todo, en verano. Llegan a pie con cayado, en bicicleta o en autocares. Son gallegos, también de otras regiones, que obligan al párroco a abrir el Santuario mañana y tarde. Muchos "creen". Son muchos los que mimetizan costumbres de ancestros. En su mayoría, curiosean, estudian, se encuentran con la Madre Tierra. A los peregrinos se les otorga, firmado, el diploma "Muxiana". En Finisterre recibirán la "Fisterrana". Habrán de cumplir ciertos requisitos. Traer la credencial "Compostela", llegar a pie, en caballo o en bicicleta.
Muxía tiene escasamente 2.000 habitantes. Son 7.000 en todo el municipio. Catorce parroquias. Alguna, diminuta. Un ciento de aldeas. Sus habitantes hallan vida social y negocio en la villa. Además del ayuntamiento, notaría y juzgado de paz, la villa dispone de otros servicios y comercios. Casi como una ciudad autosuficiente. Son importantes su puerto, su flota pesquera, su lonja. Los dos secaderos de congrio son exclusivos en el mundo. Con el gobierno autonómico, gracias a las subvenciones europeas, el puerto ha sido renovado, ampliado y adaptado a refugio naval. En 2010 se inauguró un puerto deportivo. Muxía suele llamarse “novia del viento” porque recibe todas las borrascas que del Atlántico penetran en la península. La mar bravía es todo un espectáculo. Al lado del Santuario de La Barca está el antiguo humilde monasterio benedictino. Los monjes se fueron a mediados del siglo XIX. Después, sirvió de casa rectoral durante un siglo. En él se ha instalado recientemente el “museo del ahogado”. Y es que, cada poco, algún pescador o mariscador deja la vida en su trabajo. Muxía fue varias veces arrasada por piratas normandos o musulmanes. Se sabe que en el siglo XVII fue reconstruida bajo el patrocinio de los monjes del cercano Moraime, de cuyo rico priorato era dependiente.
El Santuario de La Barca es fruto de la cristianización medieval operado en la zona. El templo ayer calcinado, siglo XVIII, fue edificado sobre el anterior del siglo XI. Los monjes, en el Alto Medievo, solían suplantar los lugares cúlticos preexistentes por propios templos. Aprovechaban así la innata y cultivada devoción de los lugareños reconvirtiéndolos en cristianos. En el caso, se trataba de tradiciones y religiones preferentemente celtas. También, resabios griegos y fenicios. El culto a los difuntos - especialmente vivo en Galicia -, las peregrinaciones a lugares emblemáticos, tales como colinas, montes, pozos, manantiales o parajes megalíticos. Todo ello se evidencia aún hoy en Muxía, así como en toda la comarca de Nemancos y en las limítrofes comarcas de Bergantiños, Soneira y Carnota. Son numerosos los vestigios míticos en la zona. Sólo un ejemplo. El nombre de Chorente, aldea cercana a Muxía, es evolución de Caronte, el barquero que transportaba al reino de Hades las almas que Hermes le proporcionaba. Sobre el monte de Chorente, desde tiempo inmemorial, se alza una ermita hoy dedicada a San Roque. Una prueba más del método evangelizador cristiano, operado por los benedictinos en la zona.
El terrible incendio de ayer no borrará sentimientos y creencias. Tampoco cortará el "Camino" a los peregrinos de Santiago. Pienso que se incrementarán las visitas. Así sucedió con el desastre del petrolero "Prestige". Muxía se hará más famosa, más conocida y visitada. Se multiplicarán los curiosos, los aventureros, los estudiosos, los devotos. El templo será restaurado. La autoridad autonómica se apresuró a prometerlo.
Pero nadie ni nada nos delvolverá los tesoros que encerraba el Santuario.Afortunadamente, la imagen de la "Virxe da Barca", de unos 60 cms., siglo XV, así como las coronas de oro y brillantes, que el obispo Souto Vizoso colocó sobre las cabezas de la Virgen y del Niño en la canónica coronación,1948, están a buen recaudo en el Banco Pastor. En el templo había una réplica de la artística imagen y de las dos coronas áureas. Eran tres los retablos de principio del siglo XVIII con tallas maravillosas. El retablo mayor, de 1717, era obra del escultor compostelano Miguel Romay. Historiado, barroco, precioso. En 1960, un muxián indiano, Romualdo Bentín, con una inmensa fortuna, sin descendencia, hizo cubrir de oro los tres retablos, entonces deteriorados. Yo mismo vi y toqué las láminas de oro, llegadas a manera de libro, cada semana, por correo. Kilos y kilos de oro en láminas semejantes a hojas de papel. Un trabajo concienzudo de artistas. Duró un año. Don Romualdo, de quien me hice amigo, también sufragó las dos actuales torres con 4 campanas, ya que el edificio, inexplicablemente, había quedado desmochado.
Hace unos 30 años, otro rayo partió la famosa y mítica "pedra de abalar". El rayo recorrió más de cien metros hasta encontrarla. Se ve el recorrido por el suelo. El presidente Manuel Fraga dedicó un buen pellizco del presupuesto autonómico para restaurarla. En el cometido se borraron huellas simbólicas milenarias en las rocas veneradas. Desde entonces, la piedra movediza no se comportó como en los anteriores miles de años. Su oscilación se volvió menos natural. Su ruído, menos profundo. Y es que donde los humanos metemos la mano solemos alterar la Naturaleza. Con frecuencia, a peor.