El cardenal de Madrid "contesta" a los cuatro cardenales: "El Papa es el sucesor de Pedro, punto y aparte" Carlos Osoro: "La Iglesia es un cuerpo, nadie puede romperlo, y menos los que tenemos la misión de mantener su unidad"

(Jesús Bastante).- Carlos Osoro es un hombre inquieto. El cardenal de Madrid, que hace poco más de un mes recibía la birreta de manos del Papa Francisco, se muestra incombustible, con la agenda cargada, miles de mensajes que contestar poco a poco y la sensación de estar ante un reto mayúsculo: el de acompañar, como buen "peregrino", al Papa Francisco en su tarea de reformar la Iglesia.

Carlos Osoro nos recibe con un fuerte y prolongado abrazo, y dejando al lado móvil y reloj. Las tres horas (entre entrevista y comida) pasan en un suspiro, entre risas y confesiones mutuas. Sólo existes tú mientras estás con él. No es un caso singular, por más que quien esto escribe tenga a gala considerar al cardenal de Madrid un amigo. Muchos se sorprenderían si supieran los nombres de las personas a las que el arzobispo de Madrid ha recibido en las últimas semanas. Y es que Osoro no entiende de bandos, sino de un solo camino, el de los seguidores de Jesús. El de la Iglesia abierta, hospital de campaña, alegre... el del Evangelio.

Tal vez por eso se indigna cuando escucha que entre quienes más critican al Papa Francisco están aquellos -pocos, pero están- que juraron derramar su sangre por el Sucesor de Pedro. Aquí, el considerado por muchos hombre del Papa en España, es rotundo: "El Papa es el sucesor de Pedro, punto y aparte". Más a más: "La Iglesia es un cuerpo, nadie puede romperlo, y menos los que tenemos la misión de mantener su unidad".

Hace ya casi un mes desde que el Papa le entregó el anillo de cardenal. ¿Qué significa ser cardenal?

Ampliar el corazón y ampliar la mirada. Y haciendo esto, ayudar al Santo Padre, que tiene que mirar a todos los hombres y todas las situaciones en que las está la Iglesia en todas las partes de la tierra.

El colaborar con él en la inmediatez, supone también una oportunidad de gracia porque te exige abrir más tu corazón a todas las culturas, a todos los hombres, a todas las realidades eclesiales, a todas las realidades en las que hay que anunciar el evangelio, y ampliar la mirada, porque en el mundo, naturalmente, hay mucha más pluralidad, muchas más formas de pensar, de vivir, de ser y tienes que poder verlo con los ojos de Jesús.

Son momentos que viven muy pocas personas en la tierra: acercarse, arrodillarse y ver que el Papa le impone el capelo cardenalicio. ¿Qué se siente? ¿Qué pasa por la cabeza de Carlos Osoro en ese momento?

Pasa que en mi vida pude imaginar que me sucediese algo así. Es que ni en sueños. Y por otra parte, das gracias a Dios. Para mí es emocionante que el sucesor de Pedro, es decir Pedro, cuente contigo para que en lo que te pida ayuda, lo hagas, y vivas una intimidad de comunión profunda con él. Es un regalazo y yo lo vivo como una gracia, y como una exigencia y un compromiso también. No me siento digno, ni más que nadie. Al contrario. Pero es bonito ver cómo Dios cuenta contigo, a pesar de las pobrezas. Que no pone condiciones. El amor de Dios es incondicional, y lo ha hecho conmigo.

Un experto colaborador del Papa con un Papa distinto a lo que estamos acostumbrados, que está capitaneando un proceso de reformas en un mundo también en cambios, en el que está habiendo una tercera guerra mundial a trocitos, como él dice muchas veces, donde se está globalizando la insolidaridad, el descarte...

Tiene que asustar un poco, porque hay muchísimo que hacer para colaborar tan estrechamente en ese cambio.

Por una parte puede asustar. Por otra, uno ve cómo la historia de la Iglesia y de la vida de la Iglesia, no es ininterrumpida. Cuando ve a Juan XXIII abriendo el Concilio Vaticano II, diciendo en el discurso inaugural que la Iglesia tiene que pasar de ser una madrastra que va diciendo lo que está mal a ser madre que acompaña a los hombres, hasta el discurso de clausura del Concilio del padre beato Pablo VI...

Al que Francisco le debe mucho.

Le debe y se ha fijado. Yo creo que Evangelii nuntiandi es una plataforma en la que el papa Francisco ha situado también el ministerio y de alguna manera lee desde ahí el Vaticano II. Porque en el fondo, la Evangelii nuntiandi trata de poner en marcha el Vaticano II, que Pablo VI tan bellamente ha predicado. Y San Juan Pablo II continúa con la Dives in Misericordia.

Todo lo que nos ha dicho el Papa de la misericordia lo ha formulado San Juan Pablo II, y lo ha llevado a cabo con hechos concretos, no solamente dándonos afirmaciones de lo que supone el amor misericordioso de Dios, que son importantes, sino llevándolo a la práctica con gestos, con signos con tareas. Ha movido nuestra vida.

Y creo, además, por lo que decías antes del cambio época, que es real. Está. Y, por tanto, hay que mover la silla y eso cuesta a veces.

Y más en una Institución como la Iglesia, que lleva dos milenios entre nosotros. Esto no tienen parangón. Es la institución humana que más tiempo ha perdurado.

Y además con más capacidad, guiada por el Espíritu, por supuesto, para ver en cada momento cómo acercar el rostro de nuestro Señor a los hombres.

A veces los hombres, los cristianos, nos hemos confundido. Pero la Iglesia como tal siempre ha estado mirando qué camino tenían los hombres para, en concreto, en el camino que estaban, hacerles llegar la noticia de Cristo. Y esto es lo que el Papa hace, de una manera audaz y como un testigo privilegiado del Evangelio, porque él lo vive así.

El Papa es un hombre que tiene tantas horas de oración, que lo que dice lo ha pasado también por su corazón y su mente. Que las palabras que dice, no son palabras nacidas de él sino que nacen de la misma palabra de Dios. Uno lo ve en sus homilías, en las palabras que nos dirige en todo momento. Las que nos dirigió a los nuevos cardenales en la carta que nos escribe a los pocos días de nombrarnos: aceptad todas las felicitaciones que os den, pero tened cuidado, no os mundaniceis.

A mí, esto me ha llevado a lo que te decía antes, que el ser cardenal ni es un honor, ni un prestigio, ni ser más que otros. Es una llamada a la conversión, a ampliar tu corazón para hacerlo más grande y que entren todo los hombres. Y ampliar la mirada. Y eso, el Papa lo hace muy bien.

Hablaba de que estamos en un cambio de época y que el Papa nos estaba pidiendo que movamos la silla. Pero hay muchas resistencias de gente que tiene silla y no quiere que se la muevan. O a cambiar la orientación de la silla para ver a otra gente.

Cuando yo era joven, se cantaba: "un nuevo sitio disponed, para un amigo más". Y siempre comprobaba, incluso por parte de los jóvenes con los que trabajaba en la parroquia, que cuando venían otros jóvenes, les costaba dejar sitio a los que llegaban. Y era porque veían con otros modos, otras maneras, pedían otras tareas. Esto nos cuesta siempre.

Creo que es una época nueva en la que tenemos que dejar sitio, también para otros que, a lo mejor, han estado muy lejos y hay que acercarles o por lo menos, dejarles entrar. Que vean que las puertas están abiertas, y que pueden entrar y verificar que quien da vida y verdad, el cariño que necesitamos para crecer los hombres, sombra y cobijo, aire para que movamos y limpiemos el polvo que se va poniendo en nuestra vida, es Jesucristo. Aunque nos cueste a todos. También a mí.

Usted ya es cardenal. Se supone que un cardenal tienen que estar a muerte con el Papa incluso hasta el punto de derramar su sangre por él. Es una de las razones históricas del cardenalato. ¿Cómo se vive que haya cardenales, aunque pocos, que están lanzando nada menos que una campaña contra el Papa. O contra algunos de los aspectos de Amoris Laetitia? Suena desde fuera como un ataque en toda la línea de flotación. Un intento por desprestigiar incluso la autoridad del Papa.

Yo lo vivo muy mal. Primero, porque cualquiera se puede acercar al Papa, y más un cardenal, para decirle lo que piensa, si lo cree necesario. Pero sobretodo, porque veo cómo el mandato del Señor, que los primeros que lo tenemos que vivir somos los que lo estamos predicando: "amaos los unos a los otros como yo os he amado", se rompe y se difumina.

Y en tercer lugar, porque la comunión tiene tres elementos constitutivos.

Uno de ellos, es aquello de cuando el Señor llama a Pedro para lavarle los pies en la última cena como lo estaba haciendo con los demás discípulos, y Pedro le dice: "de ninguna manera me hagas esto. Yo no quiero que me lo hagas". Y contesta el Señor: "Si no te dejas lavar los pies, no tienes nada que ver conmigo"

De tal manera, que para tener algo que ver con el Señor, es necesario dejarnos lavar los pies, nuestra suciedad. Y la primera suciedad que a veces tenemos, es no ver la realidad del otro. Y la realidad del Papa es que es sucesor de Pedro. Punto y aparte. Ésa es una realidad, mi suciedad, a veces, no me deja ver eso. Y si lo veo y tengo algo que decir, no se trata de echar en cara en pública subasta nada, sino de acercarme y decirle lo que yo no entiendo. Y seguro que en ese momento, lo entenderé mejor. Pero es constitutivo.

El segundo elemento, es que somos un cuerpo. La Iglesia es un cuerpo. Y ese cuerpo está unido. No se puede resquebrajar. Nadie puede romperlo y menos los que tenemos la misión de mantener su unidad.

Y el tercer elemento constitutivo, es lo que celebramos todos los días en la eucaristía cuando decimos: "haced esto en conmemoración mía". Es decir darse, entregarse, regalar al vida, darla para los demás. Esto es lo que nos pide el Señor. No que critiquemos y que dividamos, que cercenemos y rompamos.

Este tipo de maniobras ¿hacen daño? ¿Sirven de acicate para continuar con las reformas?

Yo creo que sirven para tener misericordia. La actitud de quienes somos cristianos ante cualquier cosa que sucede debiera de ser, entiendo, y así es la del Papa, estoy seguro, la de Jesús en la cruz cuando le están liquidando y dice: "perdónalos, porque no saben lo que hacen". Esto lo vive con una profundidad especial el papa Francisco. Me parece que lo ha vivido así siempre, y en estos momentos con más intensidad. Y nos da ejemplo de ello.

Aunque a veces parece que sí que saben lo hacen. Pero, en fin, ese es otro tema. Los obispos españoles sí que han escrito una carta en la que se adhieren al papa Francisco. ¿Cómo se gesta esa carta?

En la Conferencia Episcopal se vio la necesidad, entre todos, de mostrar una adhesión, que es la que tenemos, me parece que todos. Pero manifiesta, que se hiciese pública, para que se viera.

La Conferencia Episcopal Española ha sido muy clara siempre con respecto a la adhesión respecto al sucesor de Pedro. A veces puede que una persona tenga que hacer violencias. Pero esa adhesión ha sido inquebrantable siempre.

¿Hasta qué punto eso es así? Quiero decir, ¿la Iglesia española es una Iglesia franciscana?

Pienso que sí. Es que, además, no tenemos más remedio. Inventarse otra cosa sería estar en otra época y no situarse. Hay que estar con el sucesor de Pedro que tengamos.

En mi vida he tenido que pasar por varias diócesis. En la mía de origen, Orense, Oviedo, Valencia, Madrid... Y las realidades que he encontrado son muy distintas. Pero son las realidades de unos hijos que me ha entregado Dios. Y tengo que querer a la gente no como yo sueño que tendría que estar, sino como está. Es la que pone Dios frente a mí. Y exactamente igual que eso hace mi vida de pastor, también hace mi vida de comunión con los demás obispos y con el sucesor de Pedro. Tengo que dar la vida por el sucesor de Pedro, porque es el sucesor de Pedro, y esto nos tiene que bastar a todos.

Hablábamos de los cambios en la Iglesia liderada por Francisco. ¿Cuáles son, en su opinión, los puntos clave de esta Iglesia que estamos construyendo?

Son los puntos clave que el mismo Concilio Vaticano II nos dice y nos alienta a vivir.

Por una parte hay una clave que es muy importante y responde al misterio mismo de la encarnación. La constitución sobre la Iglesia en el mundo, la presencia en el mundo real donde están las situaciones de los hombres, que afectan a su vida y a su historia personal. A la construcción de la historia. El Papa ha hecho una opción por salir al encuentro de los hombres. Esa Iglesia en salida, que ama las situaciones de los hombres, porque solamente cuando se las ama, se puede cambiar las cosas. Si yo, ya retiro de mi paso las situaciones que no me gustan, eso no vale. Nuestro Señor no retiró nada del paso.

No apartó al pecador, sino que trató de abrazarle.

Los acogió y los cambió el corazón. Nosotros solo tenemos un arma que nos ha dado Jesucristo. Un arma que cambia el corazón, porque es como fuego. El amor es como fuego, cambia la vida. Y ese es un aspecto: una Iglesia en salida. Alegre. Que sale con la alegría de Cristo, porque el encuentro con Cristo es esencial, fundamental.

Él critica mucho a los sacerdotes, a los pastores con cara de vinagre.

Pues claro, es que el encuentro con Cristo no es de cara de vinagre. Cristo libera, salva, enriquece, me hace encontrarme con los demás, crear puentes, retirar bulos...

Esta mañana estaba escribiendo la carta pastoral de esta semana (por la pasada semana) y hablo de cinco retratos de la Virgen que para mí han sido claves en mi vida.

El primero, el que conocí al nacer, la Bien Aparecida. Esa mujer que dice sí a Dios. Y hace tal contrato con Dios que, atravesó la región montañosa, que tenía sus dificultades para ser atravesada, pero lo importante es que ella llevaba la noticia de Dios. Este retrato, también el Papa nos lo hace ver.

El segundo retrato, es el de Santa María Madre, que es la patrona de Orense. Tener una madre de la categoría de la Virgen, que es la madre de Dios, la mujer que se ha propuesto que nadie esté solo, tú imagínate lo que esto para la Iglesia.

Y para el mundo en el que vivimos, donde hay tanta soledad.

Esta es la propuesta del Papa: que nadie esté solo. Que todos se sientan acompañados. Que sientan la maternidad de la Iglesia.

La tercera es la Santina de Covadonga, esa advocación que te lleva a la misión. El encuentro con Jesucristo, que te hace salir de ti mismo, si es verdadero encuentro, y reencontrarte con los demás. Especialmente con los más necesitados. Santa María te provoca esa salida.

Y la Virgen de los Desamparados, la cuarta.

Ya en el nombre está implícito.

Ya lo dice. Es la Iglesia que nos ha estado predicando este año de la misericordia el papa Francisco. La Iglesia que sale a las miserias, a los encuentros, a las necesidades, a las situaciones de ruptura para crear unión, a las necesidades de las familias. Amoris laetitia, es un modo de decir dónde tiene que estar la Iglesia. En la situación real en la que está la familia hoy. Y si hay problemas, solucionarlos. Iluminarlos. No poner más fardos y ver cómo hacer posible que la familia descubra la belleza que Dios da a la familia cristiana.

Y, por supuesto la última, es la que tengo ahora, la Virgen de la Almudena. Que en la tradición histórica, me llena de alegría pensar que está acompañándome en estos momentos que tantos muros hay en el mundo, que existen tantas guerras por partes como dice el Papa, que no dejamos a veces entrar a la gente que lo necesita y no tiene un suelo que pisar. Qué maravilla que se sitúe la Virgen, la que Jesús nos entregó como madre, para decirnos hay romper muros y crear puentes, ir a la búsqueda de la gente. Vete, haz puentes para verles. Esto trae consecuencias a veces, porque hay gente a la que no le gusta que vayas a ver gente.

Solo quieren que vayas a verlos a ellos.

Sí. O les disgusta que vayas, porque quizá no han conocido de verdad el mensaje de Nuestro Señor, que es un mensaje universal y que quiere llegar a todos. Porque la liberación es para todos. El domingo, el profeta Isaías, en la primera lectura, nos hablaba del páramo que se convertiría en un vergel impresionante, donde habría flores. Pero esa flor es Jesucristo. Presentémonos en esos lugares que a veces no nos gustan. Hay que ir a por ellos.

Hablaba de esos muros, las vallas donde al otro lado hay mucha gente deseando entrar porque se están jugando la vida. ¿Qué respuesta podemos dar como Iglesia y como sociedad?

Vuelvo a decir que hay crear puentes. Yo sé que puede haber dificultades, pero siempre son superables cuando buscamos el bien de los demás, que el otro sienta de verdad que yo soy su hermano. Yo busco todos los medios para hacérselo ver y verificar. Y no pongo impedimentos.

Otra cosa es que tengan que ponerse medios para que esto se haga con una mínima garantía de que eso provoque unidad y fraternidad. Reconciliación.

Pienso que es esencial que todo ser humano tenga un lugar donde puede dignificar cada día más la vida.

No se trata solo de traerlos.

El otro día estaba leyendo una cosa que me impresiona mucho. Ya lo había visto otras veces pero no me había puesto a pensar en ello: en la segunda guerra mundial hay unos 25 millones de soldados que mueren y otros 25 millones o más de civiles que mueren también. Más de 50 millones de personas muertas. Pero había unos 50 millones de desplazados que no tenían sitio. No sabían a dónde ir. Esto es terrible.

Un cristiano, un discípulo de Jesús que reza el padrenuestro, que sabe que Dios es padre de todos, tiene que ser expresión de esa oración, que no son solo unas palabras. Es un modo de ser, de estar en al vida, de relacionarnos y de mirar a los demás. Un modo de abrir fronteras y crear puentes.

¿Cómo hacemos desde la Iglesia para abrir esos puentes? Para permitir que esas personas no solo vengan, sino que sus hijos puedan formarse, que tengan las oportunidades que se merecen.

Pienso que el Papa está siendo muy claro en lo que está diciendo de cómo tiene que ser la Iglesia. Yo hablo de la Iglesia de Madrid. Hemos estado dispuestos a recoger. Y hay congregaciones que han puesto sus lugares al servicio de los refugiados: edificios, apartamentos, casas.

Se lo digo porque el Papa pidió a cada familia y a cada parroquia europea que acogiese a una familia de refugiados. Y me consta que hay muchas diócesis que están dispuestas y preparadas. Hay una mesa de la hospitalidad que está trabajando en eso.

Madrid como ciudad, es una de las ciudades-refugio. Han estado reunidos en el Vaticano por este motivo. Y sin embargo, la imagen que se da es que al final no vienen. Y ¿qué podemos hacer más allá de echarle la culpa al gobierno o a la Unión Europea, para que esas personas, de verdad, puedan venir.

Hay que hacer algo muy importante: ser conscientes, especialmente los que dirigen este mundo, de que la persona humana está por encima de todas las cosas. Que la persona es el centro. Que cuando se descentra la persona y se ponen otros interese de por medio, no hay lugar. Y este es un esfuerzo que tenemos que hacer.

Se garantiza la vida cuando se pone a la persona en el centro. Se obnubila la vida humana y sus derechos más elementales cuando se descentra la persona y tenemos otros interese diferentes. Ayudar a que esto se haga verdad, a que se haga con equilibrio, y se haga con la densidad que tiene que hacerse. Esta es la gran tarea, y que la sociedad responda, también. Es tarea de todos, no solamente de un gobierno.

A mí me parece que urge. Si estamos diciendo que hay guerras por partes, urge la reconciliación, que no se consigue por decretos, se consigue por hacer hogar en este mundo. Y se hace hogar en este mundo cuando se hace en concreto, cuando se recibe a las personas, se alerta y se apuesta por resolver situaciones. Es una tarea muy bonita. No es fácil, pero sí necesaria y urgente.

Después de un año de sucesivas elecciones e imposibilidad de llevarlo a cabo, estamos con un nuevo gobierno. ¿Qué le pediría al nuevo gobierno? ¿Qué puntos cree que son más esenciales en estos meses, en estos años, para apuntalar el presente y el futuro de nuestro país?

Yo no soy nadie para pedir. Sí, para decir lo que me parece que debiéramos hacer. Porque estoy seguro de que este gobierno, igual que otro gobierno, intenta hacer lo mejor para que la convivencia y el bienestar de los españoles y de todos los pueblos se haga posible.

Lo primero que me parece necesario, es descubrir que nuestro mundo no es un mundo en el que lo más importante sea someter a la gente a una disciplina, digamos, dictatorial. Tampoco nuestro mundo necesita solamente tecnócratas que busquen resultados inmediatos. Nuestro mundo necesita la ética. Y la ética comienza por descubrir valores que son esenciales para convivir y hacer vivir a los demás. Para respetar a los demás y defender los derechos de todas las personas. Poner los cauces necesarios para que se lleve a cabo una convivencia en paz.

Una fraternidad en verdad, en la búsqueda del bien de todos. Esto requiere como decía antes, poner a la persona en el centro. No retires valores que son esenciales en la vida. Y en esto sale el cura, claro está, que soy yo. No retires a Dios. Dios no estorba a nadie.

En el tema de esos valores, en el que entra la religión y la clase de religión, hay otras preguntas. Por lo menos, yo siempre tengo dos. Una, cuál es el lugar que tiene que tener la clase de religión. Y dos, si la Iglesia no tenía que hacer una especie de mea culpa por haber, supongo que sin querer, circunscrito el tema de religión a la clase de religión, peleando por estar presentes en una asignatura con material propio. Controlada, por así decirlo. Y que eso haya conseguido que haya desaparecido del resto de materias. Que hayamos perdido ese paso.

En general, una sociedad tecnocrática provoca esto. Provoca el que se respete que yo pueda rezar en mi casa. Pero no es eso. Solo la técnica, solo las legislaciones, no bastan. Hay valores que son necesarios en la sociedad. Cuando te encauzan tanto y quieren resolver los problemas desde la técnica, desde los deseos, eso es malo. Una sociedad tiene que tener valores que son esenciales. Valores que han sido válidos a través de muchos siglos de convivencia, que han construido la sociedad y que es necesario que sigan siendo valores permanentes.

Yo no digo que es obligatorio que todos tengan esos valores, pero sí que estén presentes. Que puedan además, incluso los que los viven, ponerlo a la vista de todos. Porque son buenos. Porque crean coherencia. Hacen densidad de transformación a bien de sociedad. De más solidaridad. De más capacidad de entrega los unos de los otros.

Pienso que todo eso es necesario. El riesgo que tenemos hoy, y siempre, es pasar de dictaduras a tecnocracias. Por supuesto que hay que respetar a todos. Pero respeta los que son valores esenciales que ayudan a la convivencia.

Si a una ONG que trabaja en solidaridad con los necesitados de algún lugar la valoramos, cómo no voy a valorar a quienes fruto de una experiencia de Dios en su vida, abren su corazón a todos. Y abren las puertas a todos.

¿Cree que el pacto educativo será posible y que también habrá pacto con la cuestión de la religión? Porque hay algunos que sí que ponen eso como una línea roja.

Yo diría que el pacto educativo es necesario y ya es hora que se dé en España. Y de que nos tomemos en serio el tema. Pienso que el problema más grave de cualquier país del mundo, y por supuesto de España, es la educación.

El papa Francisco, en la encíclica Laudato si, habla de como hacer posible que mantengamos bien esta aldea común que tenemos todos, que la cultivemos. Pero ¿qué es necesario para hacer esto? Pues un sistema educativo nuevo. Un sistema que engendre y que respete valores que son esenciales.

Cuando hablo de esto, no estoy defendiendo solo la religión. Hay otros valores que también los defiende la religión pero que son valores esenciales de la vida humana. Y con una sociedad que solamente se rige por legislar absolutamente todo, hasta la hora en al que tienes que levantarte, vamos a mal sitio. Si no hay corazón y si no hay valores profundos, va a la deriva. Y tenemos que hacer un esfuerzo para evitarla. En el fondo, las contestaciones de mucha gente, están respondiendo a que hay valores esenciales de los que uno tiene hambre, y que los necesita para vivir.

Estamos en un mundo en crisis, en una sociedad en crisis. Y aunque digan que en post-crisis, todavía hay mucha gente sufriendo que no termina de entender su propio sufrimiento, como es lógico. ¿Qué palabra se le puede dar a tantas y tantas personas que no llegan a fin de mes, que se les corta la luz o que son desahuciados, que están en esos límites y que se encuentran desesperados y sin esa capacidad de ilusionarse por algo?

Yo diría que más que palabras hay que hacer gestos reales. Si yo conozco a una persona, qué es lo que yo puedo darle para que viva. Qué alternativas sociales puedo yo crear para que de verdad el que tiene hambre, pueda comer, el que tiene sed pueda beber, el que tiene necesidad de cariño, lo pueda tener. Y no se aparte nadie de él. Que el que esté tirado por la calle, pueda ser recogido y que haya personas dispuestas a recogerlo y tratarlo como se merece y como es realmente, porque es una imagen real de Dios que no se puede estropear de ninguna manera.

El Papa nos ha dicho este año en las obras de misericordia cómo se arregla esto. Es verdad que valen las leyes, pero fundamentalmente lo que es necesario es que haya corazones que estén dispuestos no solamente a pensar, que ya está bien, sino a que lo que se piensa, se haga. El evangelio es muy claro en esto, nos pide que cambiemos el corazón, cuando Jesús dice: "amaos los unos a los otros como yo os he amado".

A Jesús le vemos en el camino. A los que habían echado del pueblo porque tenían la lepra y había que retirarles de la vida, Él los cura y los reintegra. A la `pobre viuda que no tenía nada y que se le muere su único hijo, como sabe que esa mujer no va atener ningún derecho, le devuelve la vida a su hijo.

Es decir, que en el evangelio tenemos a quien es egoísta y mira para sí mismo, y al que Jesús dice: "baja aquí que quiero entrar en tu casa", y le cambia el corazón. Y este hombre devuelve lo que ha robado y no solo eso, sino decide repartir con todos lo que él tiene. Y así sucesivamente. Conclusión: obras son amores...

Y no buenas razones.

Exacto.

Para terminar, ¿dónde ve a pasar la Navidad?

Aquí en Madrid, con la gente de Madrid. Mi familia está aquí ahora. Yo tengo una familia muy grande e intentaré estar con todos. Como he hecho otros años, los que llevo aquí.

¿Veremos al Papa Francisco en España?

Pues no lo sé. Por gusto, se le recibiría. Pero hay muchos sitios que tienen la necesidad de una presencia real del Papa por muchos motivos. Y estamos aprendiendo que él sabe hacer muy bien las elecciones de dónde tiene que ir. Y está yendo a lugares que a veces no le dábamos importancia.

Está abriendo horizontes.

Sí y nos está señalando con sus idas y venidas dónde debemos estar nosotros también.

Y hay que hacerle caso, ver donde están los otros y ver dónde sufren. Muchas gracias don Carlos. Si no nos vemos, feliz Navidad, y un último mensaje si quiere, a los oyentes y a los lectores de Religión Digital.

El otro día les decía a los seminaristas de Madrid, cuando bendecía el Nacimiento, donde además de las figuras del portal, hay otros muchos personajes, dije: "en en este tiempo hasta que llegue la Navidad, un día coged una figura y decid, este día voy a ser esta figura". También la burrita o hasta el soldado romano. Es decir, cómo me sitúo yo en este mundo.

Todos tenemos momentos en que nos situamos de una manera o de otra. Pero el centro es situarse como se sitúa Jesús: en lo más pequeño, para hacerse para todos. Eso cuesta porque hacer un corazón que sea para todos no es fácil. Tenemos falsas seguridades, porque en el fondo no son seguridades reales, pensamos que eso nos hace grandes.

Pero lo que nos hace grandes es identificarnos con esa idea. Por eso para todos os deseo que si tenéis nacimiento o lo veis por las calles, cojáis una figura. Y el día de Navidad tomad la decisión concreta de decir: "yo quiero ser ese Jesús que se acerca a todos los hombres para hacer el bien y para dar la vida por todos".

Y eso lo hago en mi familia, en mi trabajo, con mis amigos. En las responsabilidad es que tenga. Con las personas que no tienen nada y que veo por la calle, tiradas en los bancos.

¿Cómo hago posible que una ciudad sea nueva, que cambie? Jesús nos da los medios para hacerlo. Y las armas también. Felicidades.

Gracias y feliz Navidad.

Gracias.

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