El arzobispo de Barcelona aboga por "construir una sociedad en paz, en libertad y para todos" Juan José Omella: "El sectarismo y la confrontación no son evangélicos"

(Jesús Bastante).- "Lo peor de todo es el sectarismo y la confrontación: tú no eres de los míos". El arzobispo de Barcelona, Juan José Omella, abrió el congreso de Doctrina Social de la Iglesia, organizado cada comienzo de curso por la Fundación Pablo VI.

"Hacia una política del encuentro", es el lema del congreso, y a ello se dedicó el prelado, presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, quien utilizó un lenguaje "marinero" para expresar la actual situación política, social y eclesiástica. "Ahora que vivo junto al mar, estoy aprendiendo su lenguaje: las brisas, las olas, que van y vienen... Así es la vida, así es la Iglesia", apuntó.

Omella destacó el "repunte de interés" acerca de la Doctrina Social de la Iglesia, "porque forma parte integrante de la evangelización". En este punto, el arzobispo lamentó que "siempre vamos dando bandazos: o nos vamos mucho a la oración, o nos vamos mucho a lo social. Y no, hay que intentar hacerlo todo".

En este punto, Juan José Omella abogó por la cultura del encuentro en mitad de "momentos históricos muy importantes". El arzobispo, que participó ayer en algunos actos de la Diada, destacó cómo "todo estaba centrado en la acogida del inmigrante en la historia". Y es que "hemos sido gente de acogida, y debemos aportar un mensaje de respeto y acogida".

"Respeto y acogida de todos, especialmente a las personas que vienen de distintos sitios, con su religión, sus costumbres... no digamos en el ámbito político y social". Para Omella, "debemos hacer todo lo que podamos por acoger, por converger todos en una misma dirección, por el bien de todos, especialmente de los más desfavorecidos". Porque "lo peor de todo es el sectarismo y la confrontación: tú no eres de los míos. Eso no es evangélico". Ante esto, la clave: "construir una sociedad en paz, en libertad y para todos".

Por su parte, Fernando Fuentes, destacó en su presentación la necesidad de que la Iglesia, y los católicos, puedan participar en el debate político y social, desde el Evangelio y en distintas formas, desde la política hasta la sociedad civil, caminando siempre hacia la cultura del encuentro.

La conferencia inaugural corrió a cargo de Julio Martínez, sj., rector de la Universidad Pontificia Comillas, quien disertó acerca de "La cultura del encuentro y la tolerancia, un desafío social".


La conferencia inaugural corrió a cargo de Julio Martínez, sj., rector de la Universidad Pontificia Comillas, quien disertó acerca de "La cultura del encuentro y la tolerancia, un desafío social". A la vera de la cultura del encuentro surgen metáforas como la de los puentes frente a los muros. "¿Un voluntarismo idealista?", se preguntó. "Claro que hay mucho utopía, pero sin utopía la vida sólo sería un ensayo hasta la muerte", apuntó. Citando al Papa, subrayó cómo "Francisco insiste a tiempo y destiempo que nuestra vida ha de dar prioridad a las personas y sus situaciones concretas, y no a los clichés".

Porque "es preciso cambiar la mirada: la realidad es más importante de la idea, para no dejar que ideologías nos alejen de la realidad o intereses mezquinos nos cambien la agenda" En definitiva, se trata "de no perder de vista lo humano".

"Es difícil negar que la tragedia de los refugiados en Europa se haya tratado durante años como una mera cuestión funcionarial, y no como una crisis moral y humana de primer orden, que exige medidas para no romper tan flagrantemente con los valores que decimos sostener", denunció el rector de Comillas, quien apuntó cómo "los oportunismos hacen su agosto ante la incapacidad de los políticos para permitir la existencia de un Gobierno. Una incapacidad muy grave para llegar a acuerdos y comprometerse con el futuro de España", añadió, subrayando "nuestra crisis moral y espiritual", azuzada desde el exterior por desafíos tan graves como los del Estado Islámico.

"Europa se ha embalado sin reservas a una pendiente de una cultura magnífica pero sin raíces". Lo que dijo Ortega hace casi un siglo sirve para la situación actual. También las palabras de Francisco ante el Parlamento Europeo o en la entrega del Premio Carlomagno, o su Amoris Laetitia, que calificó de "texto magisterial", que aboga por "una Iglesia de brazos abiertos a todos, especialmente a los que más sufren". Esto también es cultura del encuentro, de la que tanto necesitamos.

¿Tiene algo valioso que aportar la Iglesia europea al alma del continente? "Creo que sí, que ya aporta muchas cosas, pero que tiene la obligación moral de aportar mucho más, porque Europa está en una gran necesidad". Porque "la crisis no es solo crisis en la política. Es escasez de vocaciones, desorientación de muchos, descenso de la praxis religiosa, falta de diálogo entre los distintos grupos de la Iglesia, el surgimiento de un individualismo que nos afecta como creyentes, no saber qué hacemos, reacciones identitarias que rozan el fundamentalismo, y que ante el ataque yihadista se van a poder incrementar".

Y es que "los cristianos necesitamos de nuevo escuchar el Evangelio, y que esa llamada nos lleve a actuar. Pero para eso necesitamos dejar que la realidad nos interpele", y así poder ofrecer a la sociedad, y a la política, "fundamentos prepolíticos, esperanza y fuentes que la alimenten". Ahí está la gran llamada del Papa a toda la Iglesia, presente en la Evangelii Gaudium y que hunde sus raíces en el Vaticano II. "El Concilio está absolutamente vivo", recalcó.

"Tenemos que salir de nuestras inercias y nuestras fronteras, pasar de una pastoral de conservación a una pastoral misionera, saliendo al encuentro de los que fueron o de los que nunca han venido", aseveró, haciendo suyo el documento "Iglesia, servidora de los pobres" aprobado recientemente por la CEE.

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