La religión tiene más sentido: la ciencia más razón
Entrevista con Andrés Ortiz-Osés,
por Chema R. Morais (Heraldo de Aragón)
¿En qué piensa un filósofo cuando no está filosofando?
En que este mundo tiene remedios parciales, pero no remedio total; tiene remedos o remiendos, pero no remedio. Y es que la vida no tiene remedio, porque acaba en la muerte: pero mientras tanto caben muchos remedios humanos, incluso remedios para humanizar la muerte radicalmente.
¿De qué pecamos más hoy: de pensamiento, palabra, obra u omisión?
De omisión. Pensar pensamos poco, hablar mucho, obrar regular y omitir todo. Por supuesto no nos omitimos nunca a nosotros mismos, pero omitimos al otro y a los demás en nombre de nuestro ego inflado o infatuado. El de arriba –el arribista- desdeña al de abajo, abajado o rebajado. Nuestra sociedad sigue siendo faraónica y piramidal, a pesar de cierta democracia.
¿Es buen momento para repensar el mundo?
Es buen momento para cambiar de pensamiento y pensarse dos veces venir a este mundo. Pero una vez que nos han traído aquí, se trataría de replantear otros valores interiores, frente a esta cultura de exteriores y exterioridades, de poder y dominio, de rapiña y ambición loca o alocada, de engreimiento humano. Pues todo hombre es un pobre hombre, pero algunos además son hombres pobres.
Dice en su nuevo libro que existir duele. ¿Qué medicamento recomienda?
Reconvertir el dolor de ser hombre en el duelo de existir, abrir la existencia a la coexistencia, y finalmente asumir la solución o disolución final: requies aeterna (descanso eterno). En realidad no hay vida sin muerte, día sin noche, gozo sin dolor, positividad sin negatividad: se trata de evitar lo evitable y de asumir críticamente lo inevitable.
También hace años editó un ‘Diccionario de la existencia’. ¿Para cuántas páginas da nuestro caminar por el mundo?
Todas las páginas dicen lo mismo: felicidad e infelicidad, amor y guerra, vida y muerte. Se trataría de hacer el bien y evitar el mal en lo posible, porque realmente no podemos superar el mal radical heroicamente a lo Supermán, sino solo “supurarlo” y remediarlo humanizándolo.
Leo uno de sus aforismos: «Si quieres ser tú mismo estás aviado, y si no quieres estás averiado». O sea, que hagamos lo que hagamos, estamos apañados…
Apañados o remedados, pero no totalmente remediados. Lo mejor es ser uno mismo abierto al otro: el otro nos salva de nosotros mismos.
En su opinión, el origen de la crisis es el optimismo. ¿Saldremos de ella con pesimismo?
El pesimismo es la base (realista), el optimismo es la altura (sobrerealista). Hemos edificado la altura sin la base, pero necesitamos la base y la altura. Pienso que es mejor partir de abajo arriba, del pesimismo a su apertura, que al revés, de arriba abajo, del optimismo a su deflación o desilusión.
Es usted el ponente de la nueva edición del ciclo Religión y Ciencia. ¿Pero esas dos palabras no son enemigas acérrimas?
La una delimita a la otra, así se evita el fundamentalismo tanto religioso como científico. La religión sin ciencia es altura sin base, la ciencia sin religión es base sin altura.
Y en un duelo entre las dos, ¿cuál ganaría?
La religión tiene más sentido, la ciencia tiene más razón. Necesitamos sentido y razón. Y no tiene que ganar la religión ni la ciencia, sino el hombre y su humanidad.
Es usted catedrático de antropología. ¿Qué ha descubierto del ser humano en tantos años de estudio?
Que el hombre no es el homo sapiens que se nos predica arrogantemente, sino el hombre incipiente e insapiente. Pues el hombre ha llegado a ser hombre por el proceso de hominización, pero aún no ha llegado a ser humano por el proceso de humanización.
¿Ha tenido más sorpresas positivas o negativas?
Muy positivas y muy negativas. El hombre es un animal de contrastes, medio ángel, medio diablo. Por supuesto hay unos más angélicos y otros más diablescos: lo malo es que nos suelen dirigir no aquellos sino estos.
¿Ha encontrado ya, como pone en su perfil de Twitter, su máxima mínima?
Sí, la clave de la existencia es la apertura existencial. Todos los problemas provienen de la cerrazón, todas las soluciones provienen de la apertura, llámese diálogo de contrarios, mediación de opuestos o remediación de conflictos.
por Chema R. Morais (Heraldo de Aragón)
¿En qué piensa un filósofo cuando no está filosofando?
En que este mundo tiene remedios parciales, pero no remedio total; tiene remedos o remiendos, pero no remedio. Y es que la vida no tiene remedio, porque acaba en la muerte: pero mientras tanto caben muchos remedios humanos, incluso remedios para humanizar la muerte radicalmente.
¿De qué pecamos más hoy: de pensamiento, palabra, obra u omisión?
De omisión. Pensar pensamos poco, hablar mucho, obrar regular y omitir todo. Por supuesto no nos omitimos nunca a nosotros mismos, pero omitimos al otro y a los demás en nombre de nuestro ego inflado o infatuado. El de arriba –el arribista- desdeña al de abajo, abajado o rebajado. Nuestra sociedad sigue siendo faraónica y piramidal, a pesar de cierta democracia.
¿Es buen momento para repensar el mundo?
Es buen momento para cambiar de pensamiento y pensarse dos veces venir a este mundo. Pero una vez que nos han traído aquí, se trataría de replantear otros valores interiores, frente a esta cultura de exteriores y exterioridades, de poder y dominio, de rapiña y ambición loca o alocada, de engreimiento humano. Pues todo hombre es un pobre hombre, pero algunos además son hombres pobres.
Dice en su nuevo libro que existir duele. ¿Qué medicamento recomienda?
Reconvertir el dolor de ser hombre en el duelo de existir, abrir la existencia a la coexistencia, y finalmente asumir la solución o disolución final: requies aeterna (descanso eterno). En realidad no hay vida sin muerte, día sin noche, gozo sin dolor, positividad sin negatividad: se trata de evitar lo evitable y de asumir críticamente lo inevitable.
También hace años editó un ‘Diccionario de la existencia’. ¿Para cuántas páginas da nuestro caminar por el mundo?
Todas las páginas dicen lo mismo: felicidad e infelicidad, amor y guerra, vida y muerte. Se trataría de hacer el bien y evitar el mal en lo posible, porque realmente no podemos superar el mal radical heroicamente a lo Supermán, sino solo “supurarlo” y remediarlo humanizándolo.
Leo uno de sus aforismos: «Si quieres ser tú mismo estás aviado, y si no quieres estás averiado». O sea, que hagamos lo que hagamos, estamos apañados…
Apañados o remedados, pero no totalmente remediados. Lo mejor es ser uno mismo abierto al otro: el otro nos salva de nosotros mismos.
En su opinión, el origen de la crisis es el optimismo. ¿Saldremos de ella con pesimismo?
El pesimismo es la base (realista), el optimismo es la altura (sobrerealista). Hemos edificado la altura sin la base, pero necesitamos la base y la altura. Pienso que es mejor partir de abajo arriba, del pesimismo a su apertura, que al revés, de arriba abajo, del optimismo a su deflación o desilusión.
Es usted el ponente de la nueva edición del ciclo Religión y Ciencia. ¿Pero esas dos palabras no son enemigas acérrimas?
La una delimita a la otra, así se evita el fundamentalismo tanto religioso como científico. La religión sin ciencia es altura sin base, la ciencia sin religión es base sin altura.
Y en un duelo entre las dos, ¿cuál ganaría?
La religión tiene más sentido, la ciencia tiene más razón. Necesitamos sentido y razón. Y no tiene que ganar la religión ni la ciencia, sino el hombre y su humanidad.
Es usted catedrático de antropología. ¿Qué ha descubierto del ser humano en tantos años de estudio?
Que el hombre no es el homo sapiens que se nos predica arrogantemente, sino el hombre incipiente e insapiente. Pues el hombre ha llegado a ser hombre por el proceso de hominización, pero aún no ha llegado a ser humano por el proceso de humanización.
¿Ha tenido más sorpresas positivas o negativas?
Muy positivas y muy negativas. El hombre es un animal de contrastes, medio ángel, medio diablo. Por supuesto hay unos más angélicos y otros más diablescos: lo malo es que nos suelen dirigir no aquellos sino estos.
¿Ha encontrado ya, como pone en su perfil de Twitter, su máxima mínima?
Sí, la clave de la existencia es la apertura existencial. Todos los problemas provienen de la cerrazón, todas las soluciones provienen de la apertura, llámese diálogo de contrarios, mediación de opuestos o remediación de conflictos.