Pues dejemos de hablar durante un tiempo ¿no? Hablar de eutanasia, en lugar de enfocar la cuestión de la paliación o la adecuación del esfuerzo técnico en procesos diagnósticos y terapéuticos, estaba sobre la mesa. Parecía urgente.
Y llegó el coronavirus. Y nos hemos callado.
Espero que sigamos un poco en silencio y nos demos cuenta de que, mientras ensalzábamos la autonomía con ínfulas, nos prohibimos unos a otros salir de casa (no autonomía) y nos impusieron leyes recortando tantas libertades, a cuenta de prevenir, justamente. Pero saltaron también todas las alarmas: “¡que viene el lobo! ¡Atentos los mayores y los frágiles, se los va a comer!”. Y así ha sido y es.
De repente todos nos dimos cuenta de que, ante la fragilidad humana, la respuesta más humana es: ¡Atentos, todos a cuidar! Eso todos a cuidar, sobre todo a los más frágiles y, muy especialmente, a los que no encuentran sentido a la vida y al vivir muy débil.
Sueño con que nos cuidemos tanto y tan bien, que nadie se quiera morir. Un milagro de la humanidad.