Identificar la vida del corazón con el mundo emocional es un gran límite. Ocuparse de acompañar en el sufrimiento, desde cualquier profesión, es entrar en el mundo del corazón, donde hay razones –que a veces la razón no entiende-, donde hay categorías de valor, sed espiritual, búsqueda de sentido, necesidad de trascendencia.
Nos duele el alma, nos duele la falta de horizonte, tenemos hambre de esperanza y sed de más allá de donde apuntan y alcanzan los sentidos con su capacidad perceptiva.
Es la hora de escuchar al corazón y tener una palabra para buscar el equilibrio, la humanización. El ser humano es algo más que homo faber o tecnicus, es también homo amans; es también homo patiens. Y también es homo orans.
En la intimidad del corazón, necesitamos conectar con el sufrimiento, el sufrimiento existencial, que pide ser narrado, ser expresado y presentado al Buen Dios que habita en lo más íntimo de nuestra intimidad.