BÁCULO Y “BACULAZO”

Los adjetivos aumentativos -“aplícase a los vocablos que aumentan en algún sentido la significación de los positivos de que proceden”-, aportan gramaticalmente a la vida religiosa y a sus valores, matices, colores y tareas que con dificultad puede hacerlo el lenguaje rigurosamente teológico, inventado, inventariado y administrado por los mismos profesionales del ramo, con toda clase de argumentos bíblicos, patrísticos y litúrgicos . El aumentativo de “padre” – “padrazo”-, por citar un ejemplo, es portador de contenidos religiosos con incontenible proyección salvadora, difícilmente homologable con la que reflexiones acerca de la idea de otros puedan revelarse en los textos sagrados, por mucho carisma y estudios que caractericen a los intérpretes oficiales de la misma. Aumentativos como este redimen a la religión de no pocos peligros de malas interpretaciones, y de manipulaciones indefendibles, que padece el “pueblo fiel“, tan desamparado, a veces, por sus propios pastores.

Los aumentativos gramaticales forman y conforman la religión como asignatura y como proyecto y estilo de vida, tan certera y evangélicamente o más, que los términos catequísticos procedentes de los dogmatismos y de los artículos de la fe elaborados en concilios, en los que hasta la política regia e imperial dejó su huella, rezo que hoy recitamos con la correspondiente dosis de devoción y sin el más leve atrevimiento a atentar contra creencias profesadas desde tiempos pretéritos tan indecisos.

Pero hay aumentativos “religiosos” a los que, posiblemente porque sus sustantivos positivos no lo fueron de verdad, también se les descubren contenidos impropios del trato del hombre con Dios, por mucha imaginación y espíritu de tolerancia, pasividad y resignación que caracteriza a la grey, sin otra preocupación que la de seguir rituales, rutinas y costumbres, al dictado del “misterio”, de la sumisión y sin ejercer otra crítica que la del omnímodo y obsequioso “Amén”.

El prólogo-presentación del tema resulta un tanto difuso, precisamente por su conexión con la realidad de los tiempos que nos está haciendo vivir el Papa Francisco, en cuya concepción, contexto y terminología, por supuesto que sus aumentativos jamás podrían ser diferentes a los que enjoya su rica gramática pastoral desgranada de ideas tan convivenciales, educadas y educadoras, cristianas y evangélicas, como tolerancia, amor, respeto, comprensión, terneza-ternura y diálogo, en cuyos párrafos jamás caben deslices verbales como el que el signo “pastoral” del báculo -“baculazo”-, podría ser portador canónico irrefutable.

En nombre del Papa Francisco no ha mucho tiempo que le fue propinado un “baculazo” arzobispal a un sacerdote de Madrid con descalificación para su obra socio-religiosa, con la constatada comprobación, aquiescencia y complacencia de sectores- movimientos de la Iglesia, precisamente instalados en el retrogradismo más perseverante, contra los que el propio Papa levanta su voz y acentúa sus interpretaciones evangélicas con tan sabias, prudentes y optimistas reacciones entre católicos y no tan católicos.

Al espectro de los “baculazos” que creíamos ya superado en la Iglesia, no se le puede conceder esperanza alguna. Es posible que en circunstancias de lugar y de tiempo, reducidas y concretas, los báculos hayan contribuido, aunque raramente, a la edificación de la Iglesia. Pero fue, y sigue siendo todavía tan nefasta y frecuente la conversión del “báculo” en “baculazo”, que el solo titular como noticia, de ser empleado en la praxis pastoral, desalienta a los más optimistas y devotos de la figura del Papa Francisco.

Es de lamentar que, a estas alturas eclesiales y eclesiásticas, los “baculazos” sigan siendo noticia, y siempre propinadas en la misma dirección, con carencias de argumentos y con denuncias anónimas, sin consistencia fiable para la jurisdicción civil, aunque en los Tribunales Eclesiásticos siempre, o casi siempre, algunos de sus miembros estén en disposición favorable hasta de indulgenciar su tramitación correspondiente.

Guardar los báculos en los museos diocesanos, suprimir en los rituales cuanto se relaciona con ellos y su uso litúrgico o canónico, eliminar sus significaciones “pastorales” en catequesis y predicación de la doctrina cristiana y ahorrarles al erario diocesano, a familiares y amigos el precio y la elección de sus adornos y material que los confeccionan, sería una buena obra de misericordia y de sensatez, con positivo rechazo para la más remota posibilidad de que en alguna ocasión “baculazo”, en aumentativo, sea empleado, con lejana remembranza, a “signo sagrado de protección, guía y entendimiento…

Recientes noticias, con la consabida documentación del abrazo de paz entre el arzobispo y el Padre Ángel, proclamaron que el báculo tornó a su “lugar descanso”, disipándose toda posibilidad de ejercer algún día la función de “baculazo”. Y es que es también preciso ser comprensivos y piadosos con los tiempos…Los cardenaliciamente “rouco-varelianos” en los que con inmisericordia, e inverecundia, se hizo uso del “baculazo” se dan por superados. ¿”Inverecundia?”. Pueden valer también los sinónimos piadosos de “descomedimiento” o “desproporcionalidad” .
Volver arriba