Colegios "desreligiosizados"
. El hecho de que a la hora de reivindicaciones concordatarias, para-concordatarias o constitucionales, precisamente en estos colegios se libren escaramuzas, contiendas y hasta “cruzadas” en relación con ciertos idearios, fiestas y determinados símbolos “cristíferos”, no tiene por qué decidir en su raíz la auténtica religiosidad enseñada, impartida y aprendida en los centros de nuestra referencia.
. Desde los primeros pasos que en los caminos de la educación integral han de darse, siempre con nitidez, pedagogía y responsabilidad plena y eminentemente teológica y pastoral, habrán de prevalecer la idea y el convencimiento de que los signos y actos de culto, de por sí, no son los elementos básicos para la construcción del edificio de la fe y de la Iglesia. Son –habrán de ser- , consecuentemente, los valores apodados hasta ahora meramente como “humanos”, los que entrañan la realidad evangélica que compromete, y con los que se compromete, la condición de pertenencia activa a la Iglesia.
.A la mayoría de los colegios llamados “religiosos” , les sobran ritos, “congregaciones”, estampas y hábitos , santos y santas, retablos, ceremonias , uniformes, reglas y devocionarios.. En ocasiones, y cuando desgraciadamente se comprueba que en la mayoría de los casos, las Primeras Comuniones son, o habrán de ser, las últimas, quedando de las “Primeras” poco más que el blanco y balbuciente recuerdo del “Jesusito de mi vida”, de los regalos y de los besos y abrazos de familiares y amigos, la preparación del “acontecimiento del día más feliz de mi vida”, refrendado por la dirección de los centros religiosos, reclama una profunda y responsable revisión a la luz de la fe y de las obras, al menos por aquello de la “fe sin obras”, del “qué dirán” y de “obras son amores, que no buenas razones”
. La “desreliosización” de colegios como estos es tarea elemental tanto cívica como eclesial. El redescubrimiento de valores esenciales de la fe, como la solidaridad, el sentido de la participación, la alegría, el desprendimiento, la disponibilidad, el respeto, la comprensión, la tolerancia, la ternura… y tantas otras asignaturas y vivencias es de capital importancia en el planteamiento y organigrama mínimamente religiosos de los centros educadores, para los que la Iglesia es su marco de asignación y bautismo.
. En la inicua confluencia de educación, pederastia y centros religiosos, su mención y recordatorio para los casos registrados dentro y fuera de España, se hacen indispensables, necesarios e inexorables. “Tolerancia cero” es el marco único en el que se ha de encuadrar convergencia tan horrible, para lo que los responsables de la comunidad educativa habrán de proporcionar toda clase de facilidades para que sea la justicia la que determine los procedimientos a seguir, con la consiguiente asunción de cargas, resarcimientos penales e indemnizaciones. La colaboración, leal petición de perdón, la disposición de resolver o paliar los efectos y secuelas de los desafueros cometidos, es principio primordial de religiosidad y artículo de fe en la catequesis cristiana.
. Rehuir, explicar o esquivar cualquiera de estas exigencias y obligaciones acrecentaría aún más la gravedad del escándalo ante propios y extraños hasta límites y descalificaciones impensables. Ocultar estos desmanes, excusarlos o ampararlos de alguna manera, y no haberlos vigilado a tiempo, jamás podrán etiquetarse de cristianos. “Tolerancia cero” es virtud, referencia y comportamiento religiosos.
. Pese a las palabras claramente condenatorias y reprobadoras del Papa Francisco contra los pederastas censados en instituciones, organismos “religiosos”, los casos particulares más recientes, hubieran sido merecedores de intervenciones pastorales de los obispos, arzobispo, y cardenales de las respectivas diócesis, distraídos tal vez en masivas organizaciones a la sombra de siglas y eslóganes juveniles.
“Desreligiosizar” los colegios en los que a la pederastia se le rindiera el más mínimo y remoto acto de culto, supondrá una buena, ejemplar y edificante obra de misericordia. El Papa Francisco colaborará en la “desreligiosización” – reconversión de algunos de ellos, tanto o más que en la “conversión” de los “impíos y ateos” tradicionales, dando por supuesto, en determinados casos, el justo, y salvador, apelativo de “presunto”.