Iglesia de “DAMAS” y “CABALLEROS”
La Iglesia –“Nuestra Santa Madre la Iglesia”- es una y plural. Es de todos. Por igual y sin privilegios. Ni el mismo clero es superior, en ningún sentido salvador, al resto del pueblo de Dios. “Clericalizada”, deja de ser Iglesia la Iglesia, tanto o más que “secularizada”. Todos somos hijos y hermanos. Todos “padres” y “madres”. Todos libres y al servicio -ministerio- de la comunidad de creyentes – Común Unión- y hasta de quienes no lo sean, o lo sean de otra manera.
Así las cosas, y tal y como la Iglesia últimamente se asoma con tan denodada frecuencia por los balcones y vidrieras de los medios de comunicación social, convertida en noticia -no siempre “evangelio”-, a muchos les ha llamado la atención la difusión de un solemne acto de piedad y actividad “religiosa”, en el que sus protagonistas resultaron ser “damas” y “caballeros”, de quienes el diccionario de la RAE, “canonizado” por el pueblo, y al uso, define aristocráticamente como “mujer distinguida especialmente si es de origen noble”, y como “hombre adulto, hidalgo, y noble y más si pertenece a una Orden de Caballería”, es decir, “organización civil o militar creada para premiar con decoraciones los méritos de una persona”.
Está de más advertir que todos estos términos, tomados e interpretados con donosura gramaticalmente y al pie de la letra, del ámbito que se dice eclesiástico o religioso, por rituales y canónicos y litúrgicos que sean y así se profesen, tiene poco. Muy poco. Casi nada tanto de por sí, como al hacerse noticia, aun cuando la presidencia del ceremonial hubiera sido ocupada por un Cardenal, revestido de sus correspondientes galas purpúreas, y por parte del clero “Alto” para distinguirlo del “Bajo”, sin olvidarse de las letras mayúsculas iniciales.
“Damas” y “Caballeros” pertenecientes a estas esferas en la Iglesia actual -y de casi siempre-, siguen proliferando, aún después del Vaticano II, de la proclamación reiterada y abierta de la “sinodalidad” y de la “Iglesia en salida”, del papa Francisco, con palabras de autoridades teológicas, y pastorales. “Damas” y “Caballeros” acompañan y cortejan las advocaciones de Vírgenes, de santos y santas de relieve en el calendario litúrgico, sin faltar, por supuesto, los relacionados con hechos y misterios de la vida de Jesús, precisamente conocido como “el hijo de María y del artesano José” avecindados en Nazaret, poblacho del que bíblicamente se dudaba de si del “mismo podría salir algo bueno…”
Entretuve mis ocios en leer parte de los Estatutos aprobados en Madrid, el año 2003, relativos a la Orden de Caballeros del Santo Sepulcro de Jerusalén”, en activo y vigente en diversidad de diócesis de España, y decido subrayar algunos de los términos que se emplean, haciendo constar que entre los fines de la organización se halla también ayudar al prójimo y colaborar con quienes se cuidan de “Tierra Santa”.
“Ceremonia del Cruzamiento e investidura”; “Propósito: progreso mora de la sociedad a través de su recristianización por el ejercicio servicio de los demás”; “En la selección de los candidatos se tendrá en cuenta el concepto público que se tenga del mismo”; Se ofrecen detalles del “manto de coro, cordones, birretas, guantes blancos – o negros-, Cruz Patriarcal, pendientes de cadena dorada o, en su defecto, el frac”.
Los capítulos-artículos relativos a las condecoraciones y títulos están soberanamente plagados de referencias concretas al “Cardenal, Gran Maestre, Gran Prior, Conselier, Maestros de Ceremonias – clérigo y seglar-, Maestro de Neófitos, Fiscal, Clavero…”. En relación con las cuotas se refiere prudentemente, y sin citar cantidad alguna, “que se tengan en cuenta las circunstancias económicas personales”.
Respecto a la selección de candidatos a la Orden de Caballeros del Santo Sepulcro de Jerusalén, se insiste en el correspondiente artículo de sus Estatutos que “tengan una buena formación académica y, a ser posible, proceder de noble linaje, como el de pertenecer a alguna Orden de Caballería, con recompensa de alcanzar, en su día, los grados de “Damas y Caballeros del Collar, la Gran Cruz y Comendadores/as con placas –“Gran Oficial”- “. La Lugartenencia de esta Orden está inscrita en el Registro de Entes Eclesiásticos del Ministerio de Justicia de España.
Ante tan legal, canónica y “canonizada” Orden de Caballeros y Damas, en esta” batalla espiritual”, con visión “religiosa”, muchos se preguntan si en sus Estatutos, ceremonias y prácticas ha lugar para lo de la “Iglesia en salida”, a no ser que esta roce el ´límite de “salirse de madre, del Padre, del Hijo y del mismo Espíritu Santo, con parte del propio Colegio Cardenalicio sobre todo el asentado en la Curia Romana.
Es de esperar, y alabar, que en la reforma anunciada por el papa Francisco, se le dedique un noble y discreto apartado a estas, y otras, reliquias de la historia eclesiástica.
En cuanto a la Iglesia de los pobres, ya no bastan los lamentos y jeremiadas de ¡pobre Iglesia la Iglesia de los pobres…¡