“¡Líbranos, Señor, de los obispos “jefes”¡
En raras ocasiones se les sigue ocurriendo todavía a clérigos y a laicos referirse cordial y cálidamente a sus obispos como “jefes” en el sentido cálido, cristiano y religioso, que lo son “por la gracia de Dios” y por la Común Unión eucarística… Y es que, ni los cánones del Derecho Canónico, ni el protocolo, si las “ordenanzas” litúrgicas entienden, ni jamás entenderán de bromas, pese a que en la Iglesia- reino de Dios de la confianza, del amor y de la fratría- el lenguaje y el comportamiento verdadero debiera rezumarse como indispensable condición de salud y de salvación.
Comenzando por el principio, tarea que es fundamental en los planteamientos de la convivencia, humana y religiosa, y de la mano del “directos espiritual” que pudiera y debiera ser y ejercer para todos como tal “jefe”, y que no es otro que el diccionario de la RAE, los términos “obispo” y “jefe” precisan de atenta, devota y comprometida consideración.
Desde su raíz y semántica universales, entre los conceptos que acompañaron y acompañan al vocablo “obispo”, destacan los de “guardián, protector y vigilante”, con mención teológica especial en el contexto pastoral religioso, e inclusión, implícita y dada por supuesto, en el lenguaje del “román paladino” –público, claro y evidente-, tal y como lo desglosan los expertos.
Desde la raíz semántica, “jefe”, por muy espiritual que sea, y así se reconozca, procede del “chef” francés, y este del “caput” –cabeza- latino, que de por sí lleva consigo, entraña y proclama, sobre todas las cosas, la condición y tarea de “corregir “ y de “gobernar”. Es orientadora la advertencia de que “corregir”” y “gobernar”, en el lenguaje consuetudinario, y para desgracia de rodos, no son precisamente verbos que se conjugan en sus tiempos pasados, presentes y futuros al servicio de la colectividad. Se enuncian en la forma de presente para cada tiempo, modo, número y persona, con la perversa intención, y praxis, de servirse a sí mismo y a los intereses del grupo, del movimiento o partido político. Lo del servicio al pueblo es pura entelequia.
En los episcopologios diocesanos y archidiocesanos, el hecho es que, obispos-obispos, que son y ejercen como “jefes”, son muchos. Son mayoría Es explicable que el lema- en latín- del escudo de armas (¡¡), y los símbolos elegidos e impuestos, pretendan negarlo, pero los hechos son paganamente elocuente, como para que el pueblo, por fiel y devoto que sea, no se crea lo contrario.
¿Qué dicen las encuestas a las que de alguna manera tienen acceso los propios curas diocesanos? ¿Qué refieren y “cantan” las monjas y los monjes dentro y fuera de sus claustros? ¿Y las Órdenes Religiosas de ellos y ellas? Y, por encima de todo, y al margen de clericalismos, ¿qué comentan y murmuran laicos y laicas? ¿Es que acaso alguien que sea, se intitule, o lo intitulen, obispo, por poner un ejemplo, puede residenciarse y “disfrutar” en un palacio, solo para él y sus familiares, además de dedicar algunas dependencias a las oficinas diocesanas? ¿Acaso un obispo –obispo dentro y fuera de las funciones-ceremonias litúrgicas o para- litúrgicas, puede ornamentarse con atuendos y símbolos feudales, muchos de ellos, de procedencia pagana, que a los mismos “jefes-jefes” de este mundo, políticos o sociales, les resultan ya obsoletos, inadaptados a las circunstancias actuales, además de nada religiosos, placenteramente caducos y hasta escandalosos, sobre todo con lo que hoy ya se sabe y que el mismo papa Francisco anatematiza y condena?
Faltan sacerdotes, lo que en realidad es un problema grave. Muy grave. Tal vez más para los pueblos rurales, que para los de las ciudades. Y de los obispo ¿qué? ¿Faltan o sobran obispos?. Con honradez, testimonios, gestos, fotos, símbolos, Cartas Pastorales y declaraciones, aún por parte de ellos mismos, sobran obispos jefes y faltan obispos- obispos, es decir hermanos mayores, defensores de los pobres, amigos de los sacerdotes, practicantes devotos del Vaticano II y ex -palaciegos…
¡De los obispos jefes, tanto o más que de los jefes obispos, líbranos, Señor¡ , debería una de las peticiones, indulgenciadas o no, de las retahílas de letanías - plegarias, recitadas en castellano, en latín o en cualquier lengua vernácula…