OBISPOS PARA MAÑANA
Sí, “obispos para mañana”, dado que, entre unas cosas y otras, de las que todos somos conscientes, los obispos de hoy en España son los que son y ya está. “Por los frutos conciliares y en ideas y comportamientos “intra” y “extra” eclesiásticos, los conoceréis”.
Y ya desde el principio de su nombramiento, hay obispos pobres y hay obispos ricos. Depende de muchos factores y de las perspectivas desde las que se sitúen y juzguen quienes se decidan a valorar los términos “riqueza” y “pobreza”. Pero, de todas maneras, es unánime la conclusión general a la que se llega de “¡pobres obispos¡”, tal y como se están poniendo los tiempos y tal y como habrán de ponerse de aquí en adelante…
Sí, pero siempre será necesario reconocer que, por ejemplo, en los actos de las “consagraciones, y “tomas de posesión”, episcopales, difícilmente hay otra institución humana como la del colegio prelaticio, que la supere en las solemnidades prescritas litúrgicamente con toda clase de ritos y ceremonias. No sé si lo que se afirma respecto a la solemnidad externa, es transmisible a la piedad, religiosidad, amor a Dios y al prójimo, que las presupone como inherentes y justifican toda clase de derroches de “incienso, oro y mirra” que enmarcan actos y tiempos tan sagrados… Tampoco sse sabe, ni se apuesta, por lo que de evangelio y religiosidad comporten, ni menos por la capacidad de de ejemplarización y crecimiento en la fe de los asistentes, en el marco turiferario de las palabras, de los gestos, signos y símbolos pontificales.
Son ya muchos los fieles cristianos, o no tan cristianos, que “pasan” de estos espectáculos, y a la más cercana y comprensiva de las conclusiones que llegan es a la de la sensación de experimentar, o haber experimentado, grande dosis de conmiseración y de pena, con la seguridad de que hay cosas sagradas que jamás podrían profanar costumbres y tradiciones, por misteriosas y multiseculares que sean…
Y, en este ámbito episcopaloide, ¿para cuándo la desaparición habitacional de los palacios – residencia de los prelados, cuando rigen sus diócesis o archidiócesis respectivas?. ¿A cuantos “hermanos en el episcopado” les estás sirviendo de ejemplo práctico casos tales como los del papa Francisco y de algunos –pocos- obispos que abandonan sus mansiones palaciegas y optan por avecindarse en un piso, con sus ascensores y escaleras, números y letras vecinales y el correspondiente código postal para completar su dirección?
¿Seguirá siendo “bueno y apetecible aspirar a ser obispo en el organigrama de la Iglesia- institución, cuando tantos signos y privilegios también sociales desaparezcan del ínclito y coloreado listado de ornamentos y títulos? ¿Seguirá siéndolo cuando por fin resulte ser de dominio, y conocimiento público popular, que la mayoría de tales signos y símbolos “sagrados” proceden de culturas y religiones paganas, sin conexión positiva alguna con los evangelios y con el testimonio de Cristo Jesús, que perdura y perdurará en ellos “por los siglos de los siglos”?
¿Cuál será la reacción generalizada cuando llegue la hora –que llegará- de que en las Conferencias Episcopales también participen las mujeres, en igualdad de condiciones -derechos y deberes- que el hombre-varón? ¿Cuál será la explicación que entonces se aporte al hecho previsible de que las Comisiones curiales presididas por ellas funcionen igual, o mejor, que las que presidan los hombres, tal y como acontece en tantos organismos y actividades de la docencia, de la economía, investigación, medicina y en otras carreras y profesiones…?
A no pocos, el ministerio episcopal no les resultará hoy y mañana apetecible. Los casos de renuncia, antes de su nombramiento para integrarse en el episcopologio, se hacen –y se harán- más frecuentes. Hoy por hoy, los casos no son ya ni excepcionales ni raros. El rechazo de los nombramientos por caminos distintos a los no democráticos, es en la sociedad en la que vivimos, rechazable por naturaleza. El dedo –la “dedocracia”- no se identifica con el Espíritu Santo y menos en la organización de la Iglesia y en la elección-selección salvadora de todos y cada uno de sus fieles…
Además de sentido común, de la libertad, de la capacidad de disponibilidad y servicio, de humildad, y humanidad, al obispo lo consagra su encarnación y compromiso con el pueblo, lo que elementalmente exige un replanteamiento radical del concepto, idea y vivencia de la jerarquía, con absoluta necesidad de trabajar “codo con codo” con los demás clérigos y con los seglares –ellos y ellas-. En tal tarea-ministerio resulta luminoso el diagnóstico ofrecido por un “santo” y sensato obispo, advirtiendo que “ el abuso del poder está en el ADN de la Iglesia, con mención singular para los obispos”, por lo que de “nada sin el obispo” habrá que pasar pronta y religiosamente a “nada sin el pueblo de Dios, es decir, sin los laicos”.