LA RELIGIOSIDAD DE LAS RELIGIONES
Alrededor de los altares en general, al menos se congregaron tantas corrupciones y corruptos como lo hicieron quienes se acogieron a su mágica y mística influencia religiosa con criterios de santos temores a la Divinidad que en los mismos se les rendía culto y adoración. La historia de las culturas y de las religiones, teístas o antropomorfistas, por cultas y sobrenaturales que fueran, y así se presentaran y nos lo hicieran ceer, apenas si da más de sí, y en la misma es dramáticamente factible descubrir coincidencias horrorosas de buenas intenciones y obras de misericordia , y a la vez, maldades, perversiones y vilezas. Para desgracia de la humanidad, apenas si cabe la posibilidad de eximir de tal correlación acreencias y prácticas ubicadas en unos lugares geográficos, y no en otros, que en concepciones e ideologías de distintas procedencias filosóficas, sociológicas y aún políticas.
. En evitación de que la Iglesia, de modo similar a como acontece en tantas otras opciones aviesas e hiperbólicas, y para contribuir a enjuiciar el problema religioso en la cercanía de las creencias que configuran el esquema de vida de la mayoría de nuestros lectores, en reciente adoctrinamiento impartido por el Papa Francisco en la solemnidad de tanta significación y contenido litúrgico como la de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, resumió la doctrina en la frase siguiente :”La Iglesia no es del Papa, de los obispos o de los sacerdotes. Ni siquiera es de los fieles. La Iglesia es de Cristo”.
. La sensación de que la Iglesia, de modo similar a como acontece en tantas otras opciones que se intitulan, dicen ser, y son, religiosas, pertenecen y son propiedad de sus administradores o ministros, estuvo y está tan extendida, que en algunas de las mismas su aceptación y reafirmación de uno de sus dogmas fundamentales, imprescindibles para su concepción y organigrama.
. Para muchos, la religión es un negocio, con todas sus consecuencias ínclitas, y no tanto, y hasta con la con la consiguiente y segura proyección salvífica más allá de las orillas terrenales, situación y territorio en los que también intentan extender su poder y enseñoreamiento, avalado todo ello con artículos de fe.
. La apropiación de Dios, de su Nombre y de sus características, siempre mayoritariamente viriles, “por haber sido creado a su imagen y semejanza”, es principio religioso inherente a la condición humana, al que difícilmente podrá llegar a integrarse, y asumir la mujer, por su propia condición como ser humano, habiendo de estar eternamente agradecida al hombre- varón en los raros casos en los que este consienta entreabrirles las puertas de su responsabilidad plena religiosa, y más si su opción concreta es la de la católica y romana.
. Religión- negocio masculino, y en su día, posiblemente también femenino, acaba definitivamente con cualquier brizna de lealtad y honradez en la relación del hombre con Dios, tornándolo indefectiblemente ateo a perpetuidad e incapacitando su filosófica definición de “naturáliter religiosus” aceptado en la mayoría de las culturas.
. Convertida la religión en negocio al servicio de sus intérpretes, administradores y grupos de presión, el deterioro de convivencia entre los humanos está asegurado y santificado “por los siglos de los siglos”, resultando lógicos y “voluntad divina” acontecimientos y leyes dimanantes de planteamientos teocráticos por naturaleza, explicable por la falta educación recibida en escuelas y centros de enseñanza, que fueron primeros objetivos en el organigrama de la aplicación de los fundadores o refundadores, vocacionados para ello.
. Entrañando tan sustantivamente todavía el concepto de lo religioso en cualquier esfera de la vida, resultan explicables con nitidez sociológica, las informaciones distribuidas día a día en los medios de comunicación, en las que muertes y atentados se legitiman por los partidarios de movimientos o creencias aceptados y definidos como religiosos, aunque en la mente de sus fundadores la paz, el servicio a los demás, la felicidad y la convivencia hubieran sustentado sus ideas, programas y ejemplos de vida. Es ilícito, inmoral y anti- histórico aplicar tal diagnóstico a religiones determinadas, y no generalizarlo, aunque en circunstancias concretas de lugar y de tiempo algunos se hayan corregido, sin faltar procedimientos y medios específicos de “legalizaciones democráticas”.
. Dinero, poder, superioridad, dominio, fuerza, acción, coacción, ambición, privilegio, negocio en esta vida y en la otra , jurisdicción y mando…, no se corresponden con terminologías religiosas, por muy canónicas que se revistan y por mucho que se sacralicen para engañar a los incautos, cuyo número felizmente decrece ya también en los contornos de los mismos altares y de los lugares “sagrados”.
. ¿Pero son de verdad religiosas nuestras religiones? ¿Lo son su Dios, y sus dioses, sus administradores, representantes, fieles y devotos, en la variedad de versiones, categorías, grados y graduaciones, pese a los “superlativísimos” títulos que caracterizan a algunos de sus miembros?
. En evitación de que la Iglesia, de modo similar a como acontece en tantas otras opciones aviesas e hiperbólicas, y para contribuir a enjuiciar el problema religioso en la cercanía de las creencias que configuran el esquema de vida de la mayoría de nuestros lectores, en reciente adoctrinamiento impartido por el Papa Francisco en la solemnidad de tanta significación y contenido litúrgico como la de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, resumió la doctrina en la frase siguiente :”La Iglesia no es del Papa, de los obispos o de los sacerdotes. Ni siquiera es de los fieles. La Iglesia es de Cristo”.
. La sensación de que la Iglesia, de modo similar a como acontece en tantas otras opciones que se intitulan, dicen ser, y son, religiosas, pertenecen y son propiedad de sus administradores o ministros, estuvo y está tan extendida, que en algunas de las mismas su aceptación y reafirmación de uno de sus dogmas fundamentales, imprescindibles para su concepción y organigrama.
. Para muchos, la religión es un negocio, con todas sus consecuencias ínclitas, y no tanto, y hasta con la con la consiguiente y segura proyección salvífica más allá de las orillas terrenales, situación y territorio en los que también intentan extender su poder y enseñoreamiento, avalado todo ello con artículos de fe.
. La apropiación de Dios, de su Nombre y de sus características, siempre mayoritariamente viriles, “por haber sido creado a su imagen y semejanza”, es principio religioso inherente a la condición humana, al que difícilmente podrá llegar a integrarse, y asumir la mujer, por su propia condición como ser humano, habiendo de estar eternamente agradecida al hombre- varón en los raros casos en los que este consienta entreabrirles las puertas de su responsabilidad plena religiosa, y más si su opción concreta es la de la católica y romana.
. Religión- negocio masculino, y en su día, posiblemente también femenino, acaba definitivamente con cualquier brizna de lealtad y honradez en la relación del hombre con Dios, tornándolo indefectiblemente ateo a perpetuidad e incapacitando su filosófica definición de “naturáliter religiosus” aceptado en la mayoría de las culturas.
. Convertida la religión en negocio al servicio de sus intérpretes, administradores y grupos de presión, el deterioro de convivencia entre los humanos está asegurado y santificado “por los siglos de los siglos”, resultando lógicos y “voluntad divina” acontecimientos y leyes dimanantes de planteamientos teocráticos por naturaleza, explicable por la falta educación recibida en escuelas y centros de enseñanza, que fueron primeros objetivos en el organigrama de la aplicación de los fundadores o refundadores, vocacionados para ello.
. Entrañando tan sustantivamente todavía el concepto de lo religioso en cualquier esfera de la vida, resultan explicables con nitidez sociológica, las informaciones distribuidas día a día en los medios de comunicación, en las que muertes y atentados se legitiman por los partidarios de movimientos o creencias aceptados y definidos como religiosos, aunque en la mente de sus fundadores la paz, el servicio a los demás, la felicidad y la convivencia hubieran sustentado sus ideas, programas y ejemplos de vida. Es ilícito, inmoral y anti- histórico aplicar tal diagnóstico a religiones determinadas, y no generalizarlo, aunque en circunstancias concretas de lugar y de tiempo algunos se hayan corregido, sin faltar procedimientos y medios específicos de “legalizaciones democráticas”.
. Dinero, poder, superioridad, dominio, fuerza, acción, coacción, ambición, privilegio, negocio en esta vida y en la otra , jurisdicción y mando…, no se corresponden con terminologías religiosas, por muy canónicas que se revistan y por mucho que se sacralicen para engañar a los incautos, cuyo número felizmente decrece ya también en los contornos de los mismos altares y de los lugares “sagrados”.
. ¿Pero son de verdad religiosas nuestras religiones? ¿Lo son su Dios, y sus dioses, sus administradores, representantes, fieles y devotos, en la variedad de versiones, categorías, grados y graduaciones, pese a los “superlativísimos” títulos que caracterizan a algunos de sus miembros?