SAN “CUM”
Las palabras, por palabras, son definición elocuente, -y a su vez, convincente y conmovedora-, de las que disponen los humanos para comunicarse, y expresarse a sí mismos, tal y como son. Las palabras son el “yo” explícito, vivo y manifiesto. Sin palabras- gestuales u orales- , difícilmente los humanos pueden ser y comportarse como tales. Las palabras generan y transmiten la vida. Son procreadoras. Principio y fin de la existencia. Sin palabras, o con palabras-“palabros”, no tiene sentido la vida, tanto personal como colectivamente. Las palabras- palabras son comunidad. Humanidad y vivencia. Pero, para que estos milagros puedan producirse y reproducirse, jamás podrán convertirse y emplearse las palabras en otros tantos “palabros”, palabrería o palabrota, cháchara o palique. Las palabras son, y se dicen palabras, y ya está. Honor, santa, de ley, buenas o malas, darla o quitarla, última o penúltima…, son conceptos y adjetivaciones que hacen más o menos palabra a la palabra, con aplicación a las circunstancias de lugar y de tiempo concretos.
Por supuesto que las palabras que se suelen emplear con asiduidad mayor en las conversaciones, adoctrinamientos e informaciones son también y de modo eminente, otros tantos puntos de reflexión constructivamente cristiana. Haciendo uso frecuente de ciertas palabras, es difícil –imposible- ser y actuar, ni como cristianos, ni como religiosos y, en frecuentes ocasiones, ni como personas, aún cuando tal terminología sea emitida desde órganos que se dicen cristianos, como el púlpito, el ambón o los boletines eclesiásticos.
Hay lenguajes-elocuciones de por sí paganos que emplean unos y otros, como los hay así mismo cristianos, sin tener que analizar quienes sido sus usuarios. A título de ejemplos, convocamos aquí un rosario de palabras, cristianas por su propia esencia, que proclaman la hondura y veracidad de la fe y del compromiso dimanantes de vivencias y convencimientos, que muy bien, y con todos los honores, harían canonizar a quienes fueran sus asiduos usuarios.
Los términos castellanos que entraña el prefijo “con” –del latín “cum”- , rezuman ideas de reunión, cooperación, congregación y, por tanto, de Iglesia y de comunión por todas sus letras. Todas y cada una de estas palabras son testimonios fehacientes de fe. Quienes sean sus fervientes y fieles devotos son, por naturaleza, cristianos. De entre estos términos subrayo: comensal, convidar, comitiva, compaginar, congregación, complacer, componer, comunicar, compañero, compartir, conciliar, conexión, confiar, conjunción, consolar, concelebrar, confesar, condescender, conciencia, compasivo, conversar…
En cualquier grupo de personas en los que estas palabras, y otras procedentes del prefijo “con”, se hagan comunes, ha de resultar fácilmente comprensible la disposición de todos sus miembros a profesar la fe en Cristo Jesús, y a dar testimonio de ella en su comportamiento y evocación. La santidad en sus diversas y más altas esferas, al igual que la simple y elemental profesión de la fe cristiana, se nutre, manifiesta y proclama con términos en cuyos componentes etimológicos, se encuentre y brille con luz especial el “cum” de la común –unión y de la Iglesia de Cristo, Mucho más que el “Nos” mayestático de la jerarquía, que tantas veces, y hasta de modo esperpéntico se sigue empleando, el contribuyente, concertante o concomitante “con”, torna en “palabra de Dios” los párrafos y los discursos, sean pronunciados o escritos, lo mismo en recintos sacros, que en los de las relaciones humanas en general.
Auscultar el léxico propio y ajeno, eliminando del mismo, términos que para algunos hasta pudieran ser todavía sacros, y servirse de otros a los que torna comprensibles y comunicativos el prefijo “con”, podría muy bien constituirse en aspiración y meta de ideas transmisoras de la verdadera religiosidad y del santo evangelio. Son muchas las palabras que necesitan ser bautizadas desde sus propias raíces semánticas, de tal manera que jamás podrían ser utilizadas en conversaciones que se dicen cristianas. Las aquí referidas con el prefijo “con”, son de por sí, e indefectiblemente, portadoras de la gracia de Dios en el marco y contexto de la común-unión que forma y conforma
la esencia de la Iglesia. El prefijo “con” es santo y merecedor de complacencias eternas.
Por supuesto que San “Cum” no necesita proceso canónico alguno para que, cristianos o no cristianos, nos encomendemos a él y lo reconozcamos como intercesor valioso ante Dios. La pedagogía del “descarte” no se identifica con la del santo evangelio. Sí lo hace la pedagogía de la “común-unión”.
Por supuesto que las palabras que se suelen emplear con asiduidad mayor en las conversaciones, adoctrinamientos e informaciones son también y de modo eminente, otros tantos puntos de reflexión constructivamente cristiana. Haciendo uso frecuente de ciertas palabras, es difícil –imposible- ser y actuar, ni como cristianos, ni como religiosos y, en frecuentes ocasiones, ni como personas, aún cuando tal terminología sea emitida desde órganos que se dicen cristianos, como el púlpito, el ambón o los boletines eclesiásticos.
Hay lenguajes-elocuciones de por sí paganos que emplean unos y otros, como los hay así mismo cristianos, sin tener que analizar quienes sido sus usuarios. A título de ejemplos, convocamos aquí un rosario de palabras, cristianas por su propia esencia, que proclaman la hondura y veracidad de la fe y del compromiso dimanantes de vivencias y convencimientos, que muy bien, y con todos los honores, harían canonizar a quienes fueran sus asiduos usuarios.
Los términos castellanos que entraña el prefijo “con” –del latín “cum”- , rezuman ideas de reunión, cooperación, congregación y, por tanto, de Iglesia y de comunión por todas sus letras. Todas y cada una de estas palabras son testimonios fehacientes de fe. Quienes sean sus fervientes y fieles devotos son, por naturaleza, cristianos. De entre estos términos subrayo: comensal, convidar, comitiva, compaginar, congregación, complacer, componer, comunicar, compañero, compartir, conciliar, conexión, confiar, conjunción, consolar, concelebrar, confesar, condescender, conciencia, compasivo, conversar…
En cualquier grupo de personas en los que estas palabras, y otras procedentes del prefijo “con”, se hagan comunes, ha de resultar fácilmente comprensible la disposición de todos sus miembros a profesar la fe en Cristo Jesús, y a dar testimonio de ella en su comportamiento y evocación. La santidad en sus diversas y más altas esferas, al igual que la simple y elemental profesión de la fe cristiana, se nutre, manifiesta y proclama con términos en cuyos componentes etimológicos, se encuentre y brille con luz especial el “cum” de la común –unión y de la Iglesia de Cristo, Mucho más que el “Nos” mayestático de la jerarquía, que tantas veces, y hasta de modo esperpéntico se sigue empleando, el contribuyente, concertante o concomitante “con”, torna en “palabra de Dios” los párrafos y los discursos, sean pronunciados o escritos, lo mismo en recintos sacros, que en los de las relaciones humanas en general.
Auscultar el léxico propio y ajeno, eliminando del mismo, términos que para algunos hasta pudieran ser todavía sacros, y servirse de otros a los que torna comprensibles y comunicativos el prefijo “con”, podría muy bien constituirse en aspiración y meta de ideas transmisoras de la verdadera religiosidad y del santo evangelio. Son muchas las palabras que necesitan ser bautizadas desde sus propias raíces semánticas, de tal manera que jamás podrían ser utilizadas en conversaciones que se dicen cristianas. Las aquí referidas con el prefijo “con”, son de por sí, e indefectiblemente, portadoras de la gracia de Dios en el marco y contexto de la común-unión que forma y conforma
la esencia de la Iglesia. El prefijo “con” es santo y merecedor de complacencias eternas.
Por supuesto que San “Cum” no necesita proceso canónico alguno para que, cristianos o no cristianos, nos encomendemos a él y lo reconozcamos como intercesor valioso ante Dios. La pedagogía del “descarte” no se identifica con la del santo evangelio. Sí lo hace la pedagogía de la “común-unión”.