TRABAJO PARA CURAS

Tardará más o menos tiempo, pero por los datos y apreciaciones que se vislumbran con relieve e indefectiblemente, la dotación estatal que percibe la Iglesia en algunos países, con preferente mención aquí y ahora para España, pasará a la historia…Se trata de un capítulo más de las relaciones Iglesia-Estado, cuyos argumentos para su plena justificación reclaman revisión desde perspectivas distintas.

¿Pero en todos estos países, acaso sus leyes, concordatos y pactos con carácter internacional, convicciones religiosas, tradiciones y costumbres, no pudieron y debieron asegurar su perdurabilidad casi sempiternamente?. Por supuesto que esa es la teoría, si bien la práctica y las estadísticas, aportan experiencias totalmente diferentes y contrarias. De ahí la necesidad de que se actualicen determinados elementos de juicio y de reflexión que puedan contribuir al análisis de los hechos, consecuencias y posibles soluciones.

. Es incuestionable cuanta y cual ha sido y es la labor de la Iglesia no solo en el orden religioso, sino en el cultural, convivencial, social e integral, tanto personal como colectivamente. La Iglesia ha ocupado, y ocupa, en la historia puestos tan primordiales, o más, que los mismos Estados, no pocos de cuyos trabajos, fines, actividades y misiones ejercieron, ejercen y patrocinan organismos y organizaciones de la Iglesia con carácter subsidiario.

. Pero los tiempos cambian, y no tomar conciencia de ello, le significaría a la Iglesia contradicciones nefastas y anti- religiosas. “A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César” –fórmula evangélica de convivencia y entendimiento entre “los dos poderes”-, no siempre tuvo la debida vigencia, lo que perjudicó, por igual, a ambos, con frenética y maligna incidencia en el pueblo. a cuyo servicio, y por definición, deberían estar uno y otro, y conjuntamente.

. Tanto el “uno” como el “otro” poder, dedicaron todos, o parte, de sus medios a servirse a sí mismos, a sus ideas, y partidos políticos, intereses propios o de la institución, con flagrante abandono del servicio al `pueblo, al que por “políticos” o por “jerarquía” se debían y se deben hasta semánticamente. Lo del “servicio al pueblo” se confunde ignominiosamente ” y en ocasiones, hasta “en el nombre de Dios” y juramentos solemnes ante la Biblia o la Constitución y el Crucifijo, con “servirse del pueblo”.

.El Estado “compró” a la Iglesia y a sus jerarcas, y le arrebató la capacidad de profetismo y de denuncia evangélica, no pensando en el bien del pueblo, de manera similar a como la Iglesia “compró” al Estado, también y por encima de todo, en beneficio propio y de los suyos.

. Pero en el reloj de la actualidad llegó salvadoramente la hora de que la Iglesia lo sea de verdad y, con concordaos o sin ellos, se cuestiona y desaparece la “ayuda estatal”, y han de ser los mismos fieles, con fórmulas y espíritu eclesial, de común unión, quienes sufraguen los gastos del “culto y clero” a cambio de no tener que constreñir la libertad en detrimento de la predicación del santo Evangelio y del mensaje encarnado en Crsto Jesús.

. Por lo que respecta a gran parte de los miembros del clero, la dedicación a otra profesión u oficio, que no sean estrictamente cultuales, litúrgicos o ceremoniales,, es, -será pronto- no solo útil sino imprescindible. La Iglesia se “desreligiosiza” cada día más y no se manifiesta ni solo ni fundamentalmente en los templos y en sus aledaños, por lo que la presencia del estamento clerical en medio del pueblo, sin privilegios de ninguna clase, encarnado en el mismo y tratando y tratado “de igual a igual”, ejercitará su ministerio de salvación y de vida en consonancia con el ejemplo de Jesús y sus apóstoles.

. El trabajo es misa. Es apostolado. Es misión y testimonio. “Ser uno más”, es ser el más santo de todos. Ser el último equivale a ser el primero en la Iglesia y más cuando uno está despojado de paramentos y colorines que se dicen sagrados y litúrgicos. Alejados del Código de Derecho Canónico se vive, o se puede vivir, tanto o más cercanos del santo Evangelio. Trabajar como uno más es “trabajar por el Reino de Dios”. Hacerlo sin necesidad de estipendios, tasas y nóminas diocesanas que se correspondan con la “dignidad” de algún cargo, encargo o ministerio, también diocesano, es una gracia de Dios.

. El trabajo “civil” de los curas, y la reforma fiscal de la Iglesia, llaman ya con persuasión y persistencia irrebatible, a las puertas de las responsabilidades religiosas. Eliminar, por ejemplo, cualquier similitud, por lejana que sea, del clérigo, con el funcionario del Estado, así como la exención del IBI a edificios y propiedades que no sean las estrictamente dedicados al culto, es –será- aspiración beneficiosa para unos y otros.
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