Teólogos Antidemocratas

Lo de que, por fin, para mayor provecho de la sociedad y el afianzamiento integral de la persona, España es un país en el que la democracia desplegó ya sus gloriosas posibilidades, no pasa de ser una invención, una fábula y un cuento simple e interesado, en cuyos alrededores las “caperucitas” rojas o azules, según, juegan al corro de la desfachatez, de la corrupción y del libre albedrío. Se suelen observar a veces, no siempre, las apariencias, y ya está.

Y es que también “en democracia”, en algunas de sus diversas formas y expresiones, con mayor y grasienta gordura se siguen recogiendo granadas cosechas, por supuesto que en beneficio de los de siempre, marginando a los de toda la vida. Cuando además a alguno o algunos de este colectivo les cabe la suerte “política” y partidista de exiliarse del mismo, aprende inmediatamente, y a la perfección, ejercicios dictatoriales, como si tal hubiera sido su aspiración eviterna.

Toda ley o sistema de educación que no tenga como meta preparar al personal para ser y ejercer como demócrata, no merecería ser promulgada, por muchos votos que la avalaran y por fuertes, y aparentemente concordes que fueran los pactos que hicieron posible su aprobación y vigencia. Los “do ut dés” constitucionalmente legales, pero que en la realidad no beneficien al pueblo, ni serán legítimos ni genuinos. Los pactos relativos a la educación de los individuos y de los pueblos, habrán de revestirse y practicarse con honestidad persuasiva y patente.

Para los responsables de la tarea educadora a todos sus niveles, la de su cualificación democrática será prioritaria, mejor con “cruces” religiosas, que sin ellas, pero siempre y cuando prevalezca la formación- dedicación al servicio de la colectividad.. En manos “religiosas” una parte importante de la educación hoy en España, a su jerarquía, centros y colegios, propiedad o regidos por Congregaciones, Órdenes e instituciones les compete la sacrosanta misión de adoctrinar, enseñar y practicar la democracia con plenas garantías y sabiduría, contando además con una especial vocación y la gracia de Dios.

Y es precisamente en este contexto en el que se necesita y urge reflexionar acerca de la calidad de esta enseñanza. La misma idea de Iglesia y la mayoría de sus organismos, instituciones y obras, no son ejemplos claros de referencias de comportamientos, modos y maneras democráticas. Con eso de que la “teocracia” sea nota constitucional y distintivo en la Iglesia, como institución, son frecuentes y significativos los reparos que se ofrecen como condicionantes de la licitud y efectividad de cuanto se proclame y ejerza como propio de la metodología en la que el pueblo-pueblo es co-protagonista, en igualdad de derechos y deberes.

La idea y presentación de la Iglesia “oficial”, todavía vigentes, no son manifiestamente democráticas. O, al menos, son simplemente mejorables. Es opinión generalizada entre los especialistas del ramo, demostrable con multitud de episodios, doctrinas y comportamientos, cuyas murallas pastorales y teológicas el Papa Francisco se esfuerza ya en descimentar, calificado de “escandaloso” en algunos sectores “supercatólicos” instalados en convicciones rutinarias y tradicionales.

El estudio de los evangelios, la contemplación de los ejemplos de Cristo y la atención a la Iglesia en los tiempos primeros, así como el testimonio de sus santos- santos, canonizados o sin canonizar, pero auténticos educadores en la fe, abren las puertas al convencimiento infeliz de que el camino por recorrer en los colegios “religiosos” y en las familias llamadas “cristianas”, es todavía largo, escabroso y hasta cuestionado “en el nombre de Dios”

Los teólogos, intérpretes oficiales de la palabra de Dios, clérigos de por vida y por vocación, estuvieron, o están, enemistados con la democracia, con sus exigencias y sus planteamientos, tal vez a instancias del imperativo de los votos de castidad, pobreza y obediencia y otros adjuntos. No es exagerado reseñar que nuestros teólogos, al menos oficialmente, son –tienen que ser- anti demócratas. De similar valoración participan los Papas, los obispos y la clerecía en general. De democracia, nada de nada o, en el mejor de los casos, lo estrictamente indispensable.

La teología demanda a perpetuidad el conocimiento y praxis de cuanto se relaciona y vive la antropología, destino veraz del mensaje de redención y de vida que proclama y justifica la fe.
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