Los tics “franquistas” y la Religión
Titular bien y “como Dios manda” una información, comentario u opinión periodística, es “santo y seña” de profesionalidad entre quienes nos dedicamos a estos menesteres.. El titular lo es todo, o casi todo. Dice –refiere- lo mismo, o más que los textos. Da –proporciona- tantos o más lectores, que los que han de adoctrinar los párrafos a los que ampara, cobija e intenta ilustrar.
De una reciente primera página de RD., le presto especial atención, y comento, aquí y ahora, a estos dos encabezamientos:
1- “El episcopado español aún conserva tics “franquistas”. Sin tener que explicar que gramaticalmente tics es el plural de tic, de procedencia francesa, que significa “movimiento inconsciente que se repite con frecuencia y que está producido por la contracción voluntaria de uno o varios músculos”, es obligación catequizadora advertir, entre otras cosas, lo siguiente: Los referidos tics ni fueron, ni siguen siendo o estando, inoculados por Franco. Lo fueron, y lo son, por la propia Iglesia. Son tics ni solo ni fundamentalmente político-religiosos, por su condición del Nacional Catolicismos entonces imperante. Lo son, y lo siguen siendo, por “católicos, apostólicos y romanos”. Clericales “por esencia, presencia y potencia”, y con las correspondientes bendiciones de la jerarquía, que en sus altas instancias curiales, nombró –que no eligió- como miembros del episcopado, colocándolos al frente de las sedes previstas “ad hoc”.
Los tics que el ilustre monje e historiador del monasterio de Montserrat define como “franquistas”, en idéntica proporción, y aún mayor, siguen vigentes después de tantos años de la muerte del dictador, a quien sustituyeron otros –también los nacionalistas-, con apellidos distintos, pero con las mismas intenciones, acciones y “bajo palio”. Por tanto, que quede luminosamente claro, que los referidos tics no fueron productos “franquistas” en exclusiva. Lo fueron, y son “religiosos”, pero además con las consiguientes dosis políticas, que precisamente en todas las demarcaciones diocesanas blanden y agitan banderas de independentismos patrioteros, hasta desde perspectivas propias provenientes de la Conferencia Episcopal Tarraconense.
Todos los tics, y más los episcopales y abaciales, afean. Molestan a propios y a extraños. Son inconscientes, se repiten con dolosa frecuencia y hacen contraer los músculos y desfiguran la faz y los hechos. Distraen y desequilibran. No construyen. Destruyen. No hay un tic bueno. Ni “franquista”, ni “puyolista”, ni soberanista bajo cualquiera de las siglas que los amparen, a no ser que el pueblo- pueblo llegare algún día a ser su exclusivo beneficiario, sin administradores espurios.
2- En la misma página de RD. que comento destaca el titular de “Los profesores de Religión no hacemos mal a nadie”, con el subtítulo, excusa y explicación de que “proporcionamos a nuestros alumnos un horizonte de sentido apasionante”. El autor del titular, pedagogo y teólogo de profesión y oficio amplía la doctrina contenida en la conferencia, con estas acusatorias palabras: “algunos partidos políticos pretenden hacer mal a quienes eligen voluntariamente la asignatura de la Religión y a los que la impartimos”, con la puntualización pormenorizada de que “es difícil imaginar qué pasa por la mente de nuestros gobernantes, cuando obsesivamente desean poner trabas a un derecho fundamental”.
De entre las preguntas que algunos se formulan al leer el titular y el texto de estas declaraciones, acentúo las siguientes: ¿Pero es posible que los profesores de la asignatura de la Religión – cristiana o no- sean poseedores de tan malas entrañas como para que se llegue a pensar y a sentir, tanto personal como colectivamente, ante la sociedad democrática, de que ellos, como tales, hacen mal a alguien? ¿Quién o quienes nombran a los susodichos profesores? ¿Los nombran los obispos, dedocráticamente y a su imagen y semejanza, o, “como todo hijo de vecino” , han de afrontar las oposiciones, al igual que el resto de sus colegas de claustro?¿En el caso de que hubiera oposiciones, ¿su planteamiento y contenido serían tridentinos, pre-tridentinos, del Vaticano I, o del II y con anotaciones del papa Francisco?
¿Hasta donde puede haber llegado la falta de diálogo, con o sin Concordato, pactos o acuerdos, entre la Santa Sede y el Gobierno español, que hasta el presente se haya hecho inviable todo entendimiento político- religioso, unos y otros –todos- representantes legítimos del pueblo al que aseguran servir?¿Pero qué mal, con excepción del ejemplo, pueden causarle a la sociedad, a la familia y a la sociedad, la asignatura de la Religión, a no ser que esta no responda a planteamientos elementalmente evangélicos?
¿Qué es eso de “proporcionarles a los alumnos un horizonte de sentido apasionante? ¿Cómo “se come” esto? ¿Se trata de una expresión más propia de tiempos pretéritos, o pretende significar que sin “esta” enseñanza de “esta” religión la vida no tiene presente, ni futuro, sino que solo tuvo pasado? Si en realidad, “es difícil descubrir qué es lo que pasa por la mente de nuestros gobernantes”, aproximadamente lo mismo acontecerá saber lo que pasa por las de quienes imparten esta asignatura y los responsables de ello.
¿Para cuando, y por qué no ya, la autocrítica, que ayude eficazmente a encontrar formas y fórmulas adecuadas para educar religiosamente en la sociedad democrática actual? ¿Es que siempre, y aún en la fe, van a ser educadores “nosotros” y no “los otros”? ¿Acaso a los curas y a los obispos en exclusiva se les reserva la gracia de la “educación” y no a los laicos y laicas? Que conste que “a la hora de poner trabas” -“lo que estorba o impide la realización o el logro de algo”-, esta penúltima e “indiscreta” pregunta: ¿Suelen ser más expertos, quisquillosos y efectivos los políticos, o los eclesiásticos?