Efectos secundarios de la pedofilia clerical
Pienso que las autoridades eclesiásticas creyeron, que no dando a conocer el problema de la pedofilia de sus clérigos, defendían a la institución. La solución que ofrecieron fue el traslado de los culpables, de parroquia en parroquia, con lo que facilitaban el incremento de sus víctimas. Aparte de que estaban cometiendo un delito, el hecho ha resultado enormemente dañino para la Iglesia Católica.
Todos sabemos que en Irlanda, donde el catolicismo fue uno de los pilares de la sociedad, la gente ha dado la espalda a la Iglesia. Algo semejante ha sucedido en algunas diócesis de los Estados Unidos y en otras naciones europeas. Gracias a Dios, España se ha salvado de la quema.
Con el paso del tiempo, un problema nuevo ha ido emergiendo y es que muchos sacerdotes católicos son vistos con prevención y numerosos son acusados falsamente. El caso más paradigmático de esta apreciación es el del P. Reynolds, un sacerdote irlandés que partió a Kenia de misionero. En la televisión irlandesa se emitió un documental, Mission to Prey, en el que presentaban siete casos de sacerdotes misioneros a los que se acusaba, de que su intención misionera ocultaba la verdad, abusar fuera de su país. Como daban el nombre de 6 que ya habían fallecido, el único que se pudo defender fue el P. Reynolds que seguía con vida.
Contaron su caso. Una mujer keniata le acusó de haberla violado cuando tenía 14 años y tras el nacimiento de una niña, de haberle dado dinero para hacerla callar. Antes de que retransmitieran el programa, el acusado se ofreció para hacerse una prueba de paternidad pero la televisión no quiso esperar al resultado y emitió el documental que tuvo una afluencia masiva de público. Como consecuencia el P. Reynolds fue cesado de su parroquia. Poco después se conocieron los resultados del ADN y la cadena se disculpó, una disculpa que vio muy poca gente. Lo más curioso fue, que el apoyo a este inocente sacerdote, no vino de las estructuras oficiales de la Iglesia, sino de un grupo de compañeros clérigos. La tragedia final ha sido que, para el pueblo irlandés, un porcentaje muy alto de sus sacerdotes cometen delitos sexuales, cuando la realidad contempla cifras que no rebasan el 4%.
Este caso es muy conocido pero no es único y se ha dado en otros países. Es frecuente que las personas que quieren torpedear la labor de un sacerdote le acusen de desórdenes de este tipo, pues la atmosfera creada los hace muy creíbles. Pero lo que me interesa hoy señalar es otro efecto de esta crisis, esta vez en los Estados Unidos. Las diócesis americanas se han visto obligadas a pagar millones de dólares como compensación a las víctimas, lo que las ha dejado en la ruina y en la necesidad de cerrar asociaciones caritativas y templos.
Una comunidad de Cleveland, una diócesis en la que se han cerrado 50 templos, no ha acatado la orden de cierre pues no ha querido dispersarse. Los que antaño oraban y se reunían en una parroquia han buscado una antigua fábrica, que han habilitado, para celebrar sus liturgias guiadas por su párroco el P. Robert Marrone, que no los ha querido abandonar. Han apoyado su enfrentamiento contra el obispo, Richard Lennon, con el argumento de que “nosotros no abandonamos la iglesia, fue ella la que nos abandonó, cuando quisimos permanecer unidos como comunidad”. Otras razones esgrimidas eran que el templo funcionaba hace 150 años, que lo frecuentaba una comunidad estable, con 23 confirmaciones el año anterior y que estaba dispuesta a contribuir económicamente para evitar su cierre.
Otras parroquias de la zona, se han unido a la protesta y han firmado un documento conjunto que han enviado a Roma para que intervenga y el cardenal Mauro Piacenza les ha dado la razón. Ahora puede Lennon apelar pero las iglesias cerradas le exigen su apertura inmediata.
Yo creía que el obispo en su diócesis era la máxima autoridad, soy una ignorante del derecho canónico, pero parece que el motivo, que pueden alegar estas comunidades desobientes, se apoya en los cánones 515 y 1222, que obligan al obispo a consultar al colegio presbiteral y a todos los que se consideran con derechos en la iglesia, antes de decidir una supresión. Puede que esa consulta no se llevara a cabo lo que plantearía un problema formal pero ¿qué pasa si los consultados se niegan al cierre? ¿Puede el obispo, una vez escuchado su consejo, seguir con su decisión originaria?
Es un caso muy interesante porque plantea los derechos que pueden tener las comunidades concretas. No sé cual será la solución final pero creo que deberían de encontrar, entre todos, un camino pues estos cismas no son buenos, los grupos separados acaban desmantelándose y sus fieles se alejan. Tampoco es bueno el cierre de una iglesia porque a los fieles les cuesta ir a sitios alejados de sus hogares y desconocidos. La falta de clero se pudo suplir con diáconos y laicos, dado que muchos católicos de estas comunidades estaban dispuestos a aportar el dinero necesario para que se mantuvieran sus templos. Para la Iglesia es un daño colateral de esa pedofilia que no supo atajar en su momento.
Todos sabemos que en Irlanda, donde el catolicismo fue uno de los pilares de la sociedad, la gente ha dado la espalda a la Iglesia. Algo semejante ha sucedido en algunas diócesis de los Estados Unidos y en otras naciones europeas. Gracias a Dios, España se ha salvado de la quema.
Con el paso del tiempo, un problema nuevo ha ido emergiendo y es que muchos sacerdotes católicos son vistos con prevención y numerosos son acusados falsamente. El caso más paradigmático de esta apreciación es el del P. Reynolds, un sacerdote irlandés que partió a Kenia de misionero. En la televisión irlandesa se emitió un documental, Mission to Prey, en el que presentaban siete casos de sacerdotes misioneros a los que se acusaba, de que su intención misionera ocultaba la verdad, abusar fuera de su país. Como daban el nombre de 6 que ya habían fallecido, el único que se pudo defender fue el P. Reynolds que seguía con vida.
Contaron su caso. Una mujer keniata le acusó de haberla violado cuando tenía 14 años y tras el nacimiento de una niña, de haberle dado dinero para hacerla callar. Antes de que retransmitieran el programa, el acusado se ofreció para hacerse una prueba de paternidad pero la televisión no quiso esperar al resultado y emitió el documental que tuvo una afluencia masiva de público. Como consecuencia el P. Reynolds fue cesado de su parroquia. Poco después se conocieron los resultados del ADN y la cadena se disculpó, una disculpa que vio muy poca gente. Lo más curioso fue, que el apoyo a este inocente sacerdote, no vino de las estructuras oficiales de la Iglesia, sino de un grupo de compañeros clérigos. La tragedia final ha sido que, para el pueblo irlandés, un porcentaje muy alto de sus sacerdotes cometen delitos sexuales, cuando la realidad contempla cifras que no rebasan el 4%.
Este caso es muy conocido pero no es único y se ha dado en otros países. Es frecuente que las personas que quieren torpedear la labor de un sacerdote le acusen de desórdenes de este tipo, pues la atmosfera creada los hace muy creíbles. Pero lo que me interesa hoy señalar es otro efecto de esta crisis, esta vez en los Estados Unidos. Las diócesis americanas se han visto obligadas a pagar millones de dólares como compensación a las víctimas, lo que las ha dejado en la ruina y en la necesidad de cerrar asociaciones caritativas y templos.
Una comunidad de Cleveland, una diócesis en la que se han cerrado 50 templos, no ha acatado la orden de cierre pues no ha querido dispersarse. Los que antaño oraban y se reunían en una parroquia han buscado una antigua fábrica, que han habilitado, para celebrar sus liturgias guiadas por su párroco el P. Robert Marrone, que no los ha querido abandonar. Han apoyado su enfrentamiento contra el obispo, Richard Lennon, con el argumento de que “nosotros no abandonamos la iglesia, fue ella la que nos abandonó, cuando quisimos permanecer unidos como comunidad”. Otras razones esgrimidas eran que el templo funcionaba hace 150 años, que lo frecuentaba una comunidad estable, con 23 confirmaciones el año anterior y que estaba dispuesta a contribuir económicamente para evitar su cierre.
Otras parroquias de la zona, se han unido a la protesta y han firmado un documento conjunto que han enviado a Roma para que intervenga y el cardenal Mauro Piacenza les ha dado la razón. Ahora puede Lennon apelar pero las iglesias cerradas le exigen su apertura inmediata.
Yo creía que el obispo en su diócesis era la máxima autoridad, soy una ignorante del derecho canónico, pero parece que el motivo, que pueden alegar estas comunidades desobientes, se apoya en los cánones 515 y 1222, que obligan al obispo a consultar al colegio presbiteral y a todos los que se consideran con derechos en la iglesia, antes de decidir una supresión. Puede que esa consulta no se llevara a cabo lo que plantearía un problema formal pero ¿qué pasa si los consultados se niegan al cierre? ¿Puede el obispo, una vez escuchado su consejo, seguir con su decisión originaria?
Es un caso muy interesante porque plantea los derechos que pueden tener las comunidades concretas. No sé cual será la solución final pero creo que deberían de encontrar, entre todos, un camino pues estos cismas no son buenos, los grupos separados acaban desmantelándose y sus fieles se alejan. Tampoco es bueno el cierre de una iglesia porque a los fieles les cuesta ir a sitios alejados de sus hogares y desconocidos. La falta de clero se pudo suplir con diáconos y laicos, dado que muchos católicos de estas comunidades estaban dispuestos a aportar el dinero necesario para que se mantuvieran sus templos. Para la Iglesia es un daño colateral de esa pedofilia que no supo atajar en su momento.