Una Semana Santa lluviosa
Estoy en Andalucía donde no ha hecho más que llover durante esta semana santa. Los negros nubarrones ocultaban el sol, el suelo, lleno de charcos, mojaba los pies y los ánimos estaban decaídos, tanto el de los turistas como el de los originarios de la zona. Los cofrades veían que los esfuerzos que habían llevado a cabo durante todo el año resultaron baldíos ya que no podrían pasear sus imágenes por las ciudades para que fueran veneradas. Los turistas, que soñaron con la playa, se tuvieron que conformar con tomar el aperitivo en chiringos playeros y la ropa que llevaron en sus maletas resultó inadecuada para las temperaturas más bien frías
Pero creo que del mal tiempo se puede sacar también una buena lección. Hemos convertido la Semana Santa en un tiempo recreacional, en un descanso del trabajo bien merecido, pero acaso hemos olvidado lo que estos días representan para nuestra fe. Son días tristes en los que vemos discurrir el sufrimiento de Jesucristo hasta su muerte en cruz. Las esperanzas truncadas de sus discípulos que soñaban con un mesías político que venía a echar a los romanos de Israel. El tiempo más bien gris se corresponde con el ánimo de los seguidores de Jesucristo
Y sin embargo esta semana tuvo un final feliz en Palestina. Ocurrió la resurrección de un hombre muerto que anunciaba el mismo destino para todos los seres mortales. La muerte ya no era el fin sino la entrada en un nuevo estado junto a Dios
Pues bien, esas gotas que hemos sufrido a lo largo de la semana vienen también preñadas de esperanza; la esperanza en la recuperación de una tierra seca necesitada de humedad; la esperanza de unas espigas que nacieran de esa tierra antaño agostada; la esperanza de unos racimos jugosos capaces de producir un buen vino: la esperanza de unas cañerías que llevarán chorros de agua a los pastizales, a las fuentes, a los hoteles, a los bares, a las casas de los habitantes de las ciudades y a los turistas que nos visitan.
La resurrección de Jesucristo viene acompañada de un agua de vida que estábamos echando de menos y que se unía a los peores pronósticos cuando se hablaba de un cambio climático que amenazaba especialmente a España. Sea bienvenida este agua, preñada de esperanza, que acompaña a la resurrección de Jesucristo