¿Bienaventurados los ricos? Las bienaventuranzas del revés

Estos días, oyendo los discursos de Francisco en su viaje por Cuba y Estados Unidos, no puedo menos de sentirme entre incómodo y feliz. Incómodo porque, no sólo ahora sino en toda su trayectoria, pone el dedo en las llagas más enconadas y visibles que duelen al mundo. Feliz porque, de una u otra manera, con gestos personales de acercamiento a los pobres, a los que sufren, o con su palabra incisiva, certera, está recordando continuamente la persona de Jesús y el núcleo del Evangelio.

Simplificando, el mensaje cristiano está en buena parte resumido en las Bienaventuranzas. Pero hete aquí que este famoso código de sabiduría dice cosas asombrosas, a contrapelo del instinto humano y de la pura racionalidad. Y lo admirable es que el papa Bergoglio las suelta, aplicadas a cada problema y a cada situación, con llamativa osadía. Sabe de antemano que sus palabras no van a ser bien recibidas por todos. Pero tampoco le importan las críticas. Cuanta con ellas de antemano como contó Jesús, para sí y para sus seguidores. Me hacía esta consideración ante el discurso de Francisco en el Congreso de los Estados Unidos, donde señalaba problemas y heridas que no son precisamente las más atendidas en las políticas al uso.

Sin señalar los focos de inhumanidad a los que el papa apunta cada día desde el Jesús del amor, la misericordia y el perdón, desde el Jesús de los enfermos y los pobres, me atrevo a ofrecer algo así como las bienaventuranzas del revés, las de la sabiduría del mundo y de los propios cristianos, si no espabilamos.

Bienaventurados los ricos, porque tienen pasta, manteca y tela marinera para pagarse todas sus necesidades y todos sus caprichos.

Bienaventurados los ricos, porque mucha gente cree que son más respetables que los pobres.


Bienaventurados los ricos, porque se pueden permitir tener a su alrededor gente que les sirva y les recuerde que lo son.

Bienaventurados los ricos, porque, aunque en este mundo no puede comprarse todo con dinero, se pueden comprar tantas cosas y a tantas personas…

Bienaventurados los ricos, porque cuanto más dinero acumulan, aunque no esté muy claro cómo, más listos parecen.

Dichosos los que ríen, porque eso relaja y es señal de buena salud, de cuentas saneadas en el banco y, acaso, de alguna bajeza para subir al éxito…

Dichosos cuando todo el mundo os dé palmaditas en la espalda, os pase la mano y os sonría, cuando os llamen don Fulano o señor Mengano y os abran de par en par las puertas de los círculos más selectos o, como ahora se dice, más exclusivos…

Bueno, ésas y otras parecidas serían las bienaventuranza de la sabiduría humana, donde la limpieza de corazón, el hambre y sed de justicia, la paz verdadera, la misericordia… sontérminos ajenos al lenguaje más común, muy escasamente registrados… Pero Jesús ha vuelto el código mundano del revés como si se tratara de un calcetín…

Este Jesús es un caso perdido. Y Francisco, en lo que se parece a Él, tampoco tiene remedio. Apuestan impasibles por el caballo perdedor. Son cosas del gran chiflado de Nazaret, pobre voluntario, con una debilidad irreprimible por los pobres. Son cosas de su discípulo Francisco que, como el propio Jesús, nos mete a menudo el desasosiego en el cuerpo.
Volver arriba