Mensaje para la Navidad
«El ángel les dijo: «No temáis, os anuncio una buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor» (Lc 2,10-11).
Un saludo afectuoso a todos los que compartimos espacio y tiempo, gozos y sufrimientos en esta apasionante diócesis de Madrid.
Como pastor que sirve a esta Iglesia quiero acercarme a vuestras vidas para desearos una feliz Navidad y recordaros la razón principal de lo que celebramos en estos días.
Tanto si somos creyentes activos y vigorosos, como si nos sentimos alejados de la comunidad creyente, me acerco a través de este medio para decirte, para decirles, que formamos parte de este momento concreto de la historia y compartimos un proyecto común.
Es tarea de todos los hombres y mujeres de buena voluntad ser felices, hacer felices a los otros y construir esta casa común en este preciso tiempo.
Entre el ruido y el estrés de estos días podemos olvidar el mensaje central que celebramos. Es que la humanidad es tan valiosa y tan amada para Dios, que Él mismo ha decidido formar parte de ella y quedarse con nosotros, en el día a día, en el abrazo, en el beso, en el trabajo y hasta en las lágrimas.
Que la Palabra eterna de Dios se haya hecho carne (cf. Jn 1,14), significa entonces que Dios nos dice quién es y donde está. Por eso ser humanos es aprender a acoger todo lo que significa ser divinos.
Acoger lo humano significa acoger lo limitado. Lo que provoca en mucha gente una relación conflictiva y angustiosa. Compartimos fragilidades y vulnerabilidad. La enfermedad, el sufrimiento, la soledad, la pérdida de salud física, mental, afectiva , todo eso acompaña nuestras vidas desde la infancia hasta la vejez como parte de nuestra humanidad. Esa que Dios acoge desde su presencia en Belén.
A nivel global nos encontramos con un mundo en guerra.
En la tierra donde nació Jesús, en Tierra Santa, acompañamos con dolor las muertes violentas, la sangre inocente que se sigue derramando diariamente.
En Ucrania se ha cronificado el conflicto. El drama de los refugiados que vagan por campamentos insalubres y olvidados de las miradas de occidente.
Hay muchos lugares de nuestro mundo donde la humanidad se ve pisoteada y vulnerada en sus derechos fundamentales.
Vivimos en un mundo al que no podemos llamar «salvado» y los creyentes celebramos que nos va a nacer un Salvador.
Si no queremos caer en la ingenuidad o en una celebración postiza, de «maquillaje», que se camufle ante el sufrimiento ajeno, nos comprometemos a estar despiertos, tomar conciencia y no hacer invisible el sufrimiento.
Acoger la Navidad es una toma de postura para prestar nuestras vidas para ayudar a salvar las realidades cercanas que necesitan de nuestra intervención y nuestra ternura.
Lo que os anuncio y deseo compartir es que no estamos solos para ser humanos. No estamos solos en los rincones de la vida. Nuestra existencia es acompañada.
Él está con nosotros: El Enmanuel, el “Dios con nosotros” es capaz de fortalecernos en todos los momentos de nuestra respiración. En la salud, en la enfermedad todos los días de nuestra vida. Y nos anima a devolver con generosidad todo el amor y toda la gracia recibida.
Me gustaría encender una nueva luz de Navidad. Especialmente recordando a nuestros amigos de la cañada real y a la parroquia que está allí, después de estos años sin luz ni condiciones dignas en las que vivir en medio de este Madrid tan iluminado.
Por eso , y por tantas otras realidades , os animo a que todos, codo con codo, sonrisa con sonrisa, nos encontremos, por mirar a los que nadie mira y favorezcamos la cultura del encuentro y la convivencia más humana y humanizante. Que todas las instituciones, tanto públicas como privadas levantemos la mirada y descubramos un horizonte esperanzado en que nadie sobra, no hay humidad descartada ni abandonada.
Pongo al servicio de toda la sociedad la amplia riqueza institucional que la Iglesia de Madrid tiene con esa clara vocación de servicio. Somos una comunidad de puertas abiertas para ser luz y sal del mundo, para ser levadura que fermente y haga crecer a toda la sociedad.
Implorando la protección y el cuidado de nuestra madre la Virgen vivo la profunda convicción de que la Buena Noticia del nacimiento de Jesús es capaz de renovar nuestras vidas, nuestras relaciones, nuestro tejido social.
Contad conmigo para acompañar este tiempo de esperanza, de paz, de amor. Junto al portal de Belén nace el sol que da calor y luz, que vence toda la oscuridad que cubre a nuestro mundo. Ponemos en las manos de Dios este apasionante tiempo que vivimos, con sus encrucijadas históricas donde estamos tu y yo y tantos otros que harán de el lugar de la Navidad de Cristo.
Os envío mi bendición con un caluroso afecto, vuestro hermano y obispo.