Dios acoge a todos

Domingo 24 del tiempo ordinario, ciclo C
Lc 15,1-32


Dios es un padre amoroso que acoge a todos, que está «loco de amor» por cada uno de nosotros; aunque seamos malos hijos, aunque nos cueste aceptar al otro como hermano, porque es distinto, porque no es de los nuestros, porque no es de los «buenos»...

Es un Padre que nos devuelve la dignidad de «hijos de Dios», por mucho que la hayamos pisoteado; que está esperándonos siempre con los brazos abiertos, que hace una fiesta esplendida cuando volvemos, sin tener en cuenta lo que hemos hecho, por grave que sea, por mucho que se haya sentido –con motivo– despreciado por mí y por mi conducta. Lo que cuenta es la vuelta. La alegría inmensa es volver a encontrar al hijo, a la hija, que se habían perdido.


Pero también nos pide a nosotros, los que quizás no nos hemos ido, pero tampoco hemos entendido el amor gratuito del Padre; nos solicita que tratemos al otro como un hermano, como una hermana: mi hermano, mi hermana. Nos demanda que entendamos que el ser cristiano o cristiana no es vivir la vida de una forma rutinaria, seguir por costumbre, ir tirando... La «Buena Noticia» de Jesús es que Dios es mi Padre y que cada ser humano es mi hermano. Y esto es una constatación y un reto. No puedo estar indiferente ante lo que le pasa a mi hermano, a mi hermana.

Javier Velasco-Arias
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