Sínodo de la familia: semejanzas con la Iglesia primitiva
El primero de ellos, narrado en el capítulo 2, acontece en el día de Pentecostés, y nos relata la venida del Espíritu Santo sobre la Iglesia. El segundo, en el capítulo 15, deja constancia del considerado el primer concilio de la Iglesia, la Asamblea de Jerusalén, donde se discute si la llamada al cristianismo es universal.
Por tanto, como vemos, la primera de las semejanzas entre estos dos momentos es que estamos hablando de dos acontecimientos importantísimos para el futuro de la Iglesia. Pero, además, hay otras características comunes entre ambos fragmentos.
En el relato de Pentecostés se acusa a los discípulos de Jesús de estar borrachos. Seguro que nos podemos imaginar el choque que supone recibir un ataque como este. No es fácil de digerir. Por mucha mansedumbre que se le aplique a este conflicto, el conflicto está ahí y habrá que desactivarlo.
Otro tanto pasa en la Asamblea de Jerusalén. No resulta difícil imaginar a la comunidad de Jerusalén, plagada de «fariseos que han abrazado la fe en Jesús» enfrentarse a Pablo acaloradamente. De lo vehemente que debió ser Pablo no hace falta imaginárselo ya que en sus cartas deja amplia muestra de ello.
Así pues, una segunda semejanza entre los dos momentos es la situación de conflicto. A la primera semejanza, el ser momentos cruciales, se suma esta segunda característica común, la aparición del conflicto.
Ante estos dos cuadros de conflicto eclesial, ante estos dos «nudos bien apretados», aparece la figura del que está llamado a ser «roca», a apacentar el rebaño. Pedro se pone en pie y toma la palabra. Pedro desata los nudos del conflicto.
Esta última semejanza entre los dos momentos es vital. La vida de la Iglesia sigue bien oxigenada gracias al garante de la comunión eclesial. A Él, a Pedro, se le ha encomendado ser factor positivo de cohesión, trabajar por la unidad de la Iglesia en torno a Cristo y su Evangelio.
Y decir que esta es la tarea de Pedro es decir que es la tarea del Papa. Antes, ahora y siempre… No es un trabajo sencillo. Y seguramente, nosotros los católicos tampoco se lo ponemos fácil. Somos muchos y bien diferentes, y es comprensible que a veces no nos pongamos de acuerdo. Como en Pentecostés o en la Asamblea de Jerusalén.
Pero ahí surge la necesidad de la comunión eclesial, que no es aceptar de buen grado aquello con lo que estoy de acuerdo, sino reconocer que la unidad se puede y debe construir desde la diversidad. Por tanto, exponer libremente esa diversidad para que Pedro, en pie y tomando la palabra, nos confirme en la unidad.
En el Sínodo de la familia todavía se está exponiendo la diversidad, se está escuchando al Espíritu. Hoy, como ayer, solo después de esta escucha, Pedro (el Papa Francisco) se pondrá en pie, tomará la palabra y… unos y otros estaremos llamados a formar parte, en comunión, de la misión de la Iglesia de Cristo.
PD: Me anda pidiendo el cuerpo que escriba sobre ciertos portales, webs y blogs que están atacando la comunión y la unidad, llegando incluso a insultar gravemente al Papa Francisco. Resultaría muy fácil mostrar su escasa catolicidad y nula caridad, pero el Espíritu me pide que olvidándome de ellos, haga así mi contribución a la unidad de la Iglesia.
Quique Fernández