El Vía Crucis y la virtud del equilibrio
“Y cómo hablar también del Vía Crucis. Quizá en la gran mayoría de parroquias esté circunscrito a la Cuaresma y Semana Santa. Pero precisamente por ello, porque no son tantos días los que practicamos esta meditación de la Pasión y Muerte de Jesucristo, merece la pena dedicarle la necesaria atención. Y ello requiere no solo preocuparse del recorrido de la Cruz, sino también de los textos bíblicos, las meditaciones, los lectores, los cantos, las imágenes… Pocas veces una oración se presenta tan poliédrica”.
Siguiendo, pues, con los elementos bíblicos de las celebraciones de Semana Santa, quisiera fijarme en este artículo en el Vía Crucis, una oración que surge de la meditación de los capítulos de la Pasión y Muerte de Jesucristo en los cuatro evangelios.
Bien es verdad que la propuesta tradicional conlleva el que varias de las catorce estaciones no tienen su base en los textos bíblicos (las tres caídas o el encuentro con la Verónica), pero Juan Pablo II lanzó un propuesta alternativa, dejando libre y abierta la elección, con las catorce estaciones extraídas todas ellas de los cuatro evangelios.
A partir de ahí, hay que decir que hay Vía Crucis en los que se le da mucha más importancia al recorrido (sea en el interior de un templo o sea por las calles del barrio), al tamaño de la Cruz, a la vestimenta de los portantes… que a la meditación de las estaciones. Pero hay que decir que el Vía Crucis no nació como una variante de la procesión sino como meditación de la Pasión de Jesús.
Podemos llevar la cruz por muchos lugares y de muchas maneras, que si no hay presentación de las estaciones para ser meditadas, no hay Vía Crucis. En cambio, puedo meditar las estaciones en un rincón de mi habitación, y aunque mi cruz sea de bolsillo y no la mueva para nada, habrá habido Vía Crucis.
Es por ello que distorsionamos el verdadero objetivo, y por tanto su sentido, si pesa más lo accesorio que lo fundamental. Y en el Vía Crucis lo fundamental es meditar los pasajes de la Pasión de Jesús.
Es por eso que hay que medir muy bien qué impacto tiene en el equilibrio de proporciones, en el que la meditación bíblica ha de destacar, el tamaño de la cruz o las vestiduras de los portantes. Es peligroso pasarse el tiempo dedicados a sufrir por si la cruz se le caerá al nuevo portante, que no domina aún la técnica… Es peligrosa la imagen de una cruz que solo pueden llevar hombres, bien fuertes y vestidos casi de “nazarenos”.
Quisiera fijarme en el Vía Crucis del Coliseo de Roma, que preside cada año el Papa. Porque ese Vía Crucis sí que es un buen ejemplo de equilibrio entre la meditación y lo colateral. En él se le da muchísima importancia al texto bíblico. Nunca se omite, al contrario, se lee pausadamente. Su lectura corre a cargo de un buen lector, que suele ser algún famoso actor o presentador italiano. Igualmente la meditación de cada pasaje. Que cada año se le encarga a una persona diferente, consiguiendo diversas perspectivas de la meditación de la Pasión.
Y también va variando qué personas llevan en cada estación la cruz. Muchos laicos, muchas familias, siempre algún enfermo, incluso en silla de ruedas, representantes de comunidades de la Iglesia perseguida… es posible tal variedad porque la cruz la puede llevar hasta un niño. Porque lo importante no es el peso de esa cruz “accidental” sino lo que significa acompañar a Jesús en el camino de la cruz y que cada cristiano lleve la suya.
Quique Fernández