El milagro de compartir



El Evangelio de hoy (Mc 8,1-10) nos narra la Segunda Multiplicación de panes y peces. ¿Segunda? Sí. Los cuatro Evangelios nos narran la Primera Multiplicación, la más conocida, en que Jesús con cinco panes y dos peces da de comer a una multitud de cinco mil hombres hasta quedar satisfechos.

Pues bien, los evangelistas Marcos y Mateo nos ofrecen una Segunda Multiplicación. Las variantes son que ahora la multitud es de cuatro mil hombres y que los panes son siete y los peces son varios sin determinar. Esta Segunda Multiplicación con sus variantes nos anima a creer que este milagro Jesús lo realizó varias veces porque varias veces lo consideró necesario.

Pero junto a esas variantes hay unas constantes en los seis relatos (los cuatro de la Primera y los dos de la Segunda):

- El seguimiento de Jesús admitía una cierta gradualidad: los Doce, formando una pequeña comunidad; los discípulos, seguidores entre los que había, incluso, mujeres y niños; la multitud que está a la escucha de la Palabra y es alimentada por Jesús en las asambleas.
¿No es acaso esto imagen de la Iglesia? Obispos, sacerdotes, religiosos y fieles, todos a la escucha de la Palabra y alimentados por la Eucaristía.

- Así pues, estamos ante una preciosa prefiguración de la Eucaristía, que por medio de la Consagración se multiplica para que así Jesús nos pueda alimentar a todos los que le seguimos a la escucha de su Palabra.

- También es llamado el Milagro del compartir, porque la mirada llena de Misericordia de Jesús se fija en la necesidad de la multitud para que no sean ovejas sin pastor. El Buen Pastor se preocupa por ofrecer el alimento necesario y, para ello, si hace falta, entrega su vida.
Esa entrega puede ser martirial, como la de Jesús, pero también puede ser una entrega generosa de la vida en cuanto a que se entrega el tiempo, las fuerzas, el hermano y el servicio a su necesidad son la prioridad.

- Y, por último, también Jesús nos enseña que todo eso solo es posible uniendo nuestras pequeñas fuerzas a su gracia. Los apóstoles presentaron objeciones porque contaban solo con sus fuerzas. Si lo queremos hacer sin Él, no sumamos suficiente. Si nos prestamos a hacerlo con Él, poniendo eso si lo poco que somos, Él, Jesús, multiplica, se multiplica.

Quique Fernández
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