La Iglesia de Francia, hoy.
El monumental fracaso de ese catolicismo que casi hizo desaparecer la religión de Francia ha apagado muchos mimetismos y hoy aquella Iglesia ya no es ni sombra de lo que fue. A los perdedores no les sigue nadie. Y las ruinas son tan evidentes que los caminos que a ellas llevaron nadie se atreve a recomendarlos.
Aquello se puso tan mal que en el mismo seno eclesial comenzaron a surgir reacciones y hoy se constata una mejora evidente de la situación. En Roma también se dieron cuenta de la catástrofe a la que se había llegado y, si bien con cuentagotas, se ha comenzado a nombrar obispos que no tienen nada que ver con los que llevaron a la ruina a aquella Iglesia. Ya hay en Francia por lo menos media docena de excelentes obispos y son más de una docena los muy aceptables. Hace treinta años no pasaban de uno o dos. Si es que se encontraban.
En estos días hay dos noticias que vale la pena señalar. La primera ya está confirmada. El nombramiento como rector del Seminario francés de Roma de un sacerdote, el abbé Bataille, que ha indignado al progresismo. Sólo por eso ya me parece un excelente nombramiento.
La otra es el rumor de que el Papa se quiere llevar a Roma al cardenal Barbarin, arzobispo de Lyon. Que es el segundo más joven del Sacro Colegio, sólo superado por el húngaro Erdö. Le asignan Justicia y Paz o en el caso de que no le cayera ese Pontificio Consejo, las Congregaciones para los Obispos o la Evangelización de los Pueblos, que hoy ocupan los cardenales Re y Días. Otro francés al que no tragan los contestatarios y cuyo posible nombramiento romano les pone nerviosísimos.