El malo soy yo.

Lo de Murcia lo he inventado yo. Sobre la nada. No existen Mendoza, la UCAM, Bertone, Cañizares, Monteiro, Siverio, Lorca y alguno otro más. No hay una diócesis herida y si los curas andan hoy a navajazos, que evidentemente, y lamentablemente, andan, es todo por una historia que yo me he inventado. Y como soy un genio, de maldad, por supuesto, todos se han creído mi invento.

Aquello era un campo minado y las minas no las puse yo. Me limité a señalarlas. Hay una persona que cuando no le gusta un obispo lo quita. O consigue que se lo quiten. Y que traigan al que le gusta. Y además lo airea.

Los que le complacen son personas obsequiadas por él. Y eso también me lo he inventado yo. Las listas de obsequios las escribí yo una tarde que me aburría. Y también fui yo el que las publiqué. Pues vean la que le montaron ahí al lado a Camps por bastante menos. La misa ad maiorem Mendozi gloriam es también otra historieta que jamás ocurrió y fruto de mi destada imaginación. Y curiosamente el oficiante es el nuevo obispo de Cartagena. Lo dio hasta la Televisión. El cardenal amigo, con minúscula, del cardenal in pectore exagera públicamente sus amores al colega. Y de lo que ve todo el mundo yo no debería enterarme.

La diócesis ha demostrado en dos ocasiones donde estaban sus afectos. Pero de lo que ha sido público y notorio, y además muy sonoro, no se debe poder hablar. O yo no debo darme por enterado. El telegrama del nuncio no existió. Ni el saludo de Lorca. Ni el abrazo que no es arriesgado calificar de agradecido. Ni Caravaca. Ni los avales. Ni las actas sobre la titularidad. Ni las posteriores declaraciones ante notario. Ni... Todo son insidias e inventos míos. E pur si muove. Lo quieran o no.

Todo ello tiene irritadísimo al personal. Que a veces se expresa de modo rechazable. Lo que lamento muchísimo. Pero esas cosas suelen ocurrir. Si a uno le pisan un callo repetidas veces tal vez responda airadamente. Y aquí se pisaron muchos callos.

Monseñor Lorca, legítimo obispo de Cartagena, llega a la diócesis bajo sospecha. Soy el primero en desear que sea un excelente obispo de Cartagena. Pero con todo lo que ha llovido se le va a mirar con lupa. Me encantaría que ni con la lupa se le hallaran cosas que reprocharle. Y si no las hay no voy a ser yo quien las invente. Pero como las haya también las contaré.

Creo que sobre lo que ha ocurrido ya se ha dicho todo. Los murcianos deben acoger a su nuevo obispo como la persona que la Iglesia ha puesto para gobernarles. Pero tiene que esforzarse más que otros colegas por hacerlo bien. Porque la mayoría de los obispos no llegan a sus diócesis con plomo en el ala. Y él sí. Ojalá todas las heridas, las del obispo también, cicatricen pronto. Para bien de la Iglesia. Pero para que cicatricen no hay que hurgar en ellas. Ni irritarlas más. El bálsamo es el obispo quien debe aplicarlo. Veremos si sabe o si quiere. Y lo que es seguro es que todos están observando como va a hacerlo. Desde aquí le aplaudiremos o no. Pero la pelota es él quien la juega. Yo, una vez más, me limitaré a ser el cronista de las jugadas.
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