La vida de una consagrada.
No es un libro apasionante ni de imprescindible lectura. Pero no carece de interés. Ascensión Sánchez fue una joven manchega de corta vida y dedicada a Cristo. Nació en Sonseca (Toledo) en 1911 y falleció en Madrid en 1946. No hizo grandes cosas pero las que hizo estuvieron muy bien hechas.
De familia acomodada y numerosa, su padre era notario de pueblo, desde muy joven manifestó cualidades organizativas y de liderazgo poco comunes. Que puso en obra en Villacañas al frente de las jóvenes de Acción Católica. Son páginas interesantes para conocer como se vivía entonces el catolicismo en los pueblos de España y la tragedia que se preparaba.
La guerra le sorprende en Santander, donde había acudido a los cursos de verano de Acción Católica. El relato de aquellos días en la "zona roja" también merece la pena ser leído aunque son hechos harto conocidos. Allí conoce al sacerdote Don Doroteo Hernández Vera que tanto influirá en los restantes y escasos años de su vida.
Y me parece digno de mención el que el apostolado que Don Doroteo decidió emprender fuera en las cárceles de mujeres donde estaban tantas que se habían señalado en la persecución a la Iglesia. Y algunas hasta cob las manos teñidas de sangre.
Y a ello se dedicó Ascensión con toda el alma pese a que dos hermanos habían muerto en la contienda y sus padres habían tenido que abndonar el pueblo y el ejercicio de la profesión. Y en ello embarcó a sus jóvenes amigas no sin resistencias de algunas a socorrer a quienes habían perticipado en el asesinato de sus familiares.
El padre de Ascensión, que no guardaba recuerdos gratos de Villacañas, se trasladó a Mora y allí continuó la joven sus trabajos en Acción Católica. Pero ya estaba comprometida con el Instituto Secular que estaba formando Don Doroteo.Y era sin duda una de los más prometedores miembros del mismo.
Hasta el punto de que ofreciéndoles una residencia para mujeres salidas de la cárcel en Madrid el fundador le encarga a Ascensión la dirección del mismo. Creo que vale la pena resaltar la caridad de la Iglesia desde los primeros momentos de la victoria de las fuerzas nacionales por atender a tantas mujeres que no se habían significado precisamente por el afecto hacia ella.
En la dirección del centro citado debió tener algunas dificultades pero el libro sólo alude vagamente a ellas. Y la salud se le quebró. Una extraña enfermedad que precisó una larga convalecencia y cuando se había reintegrado a sus funciones el tifus se la llevó de este mundo.
No encontraréis en el pequeño libro nada especialmente extraordinario. Salvo una vida entregada a Dios. Que no es poco. Pero pienso que eso ocurre con otras muchas religiosas o consagradas.
El libro que comentamos alude a noches oscuras de su alma que no recibía de Dios lo que esperaba o quería, o creía no encontrarlo. Ella no era una mística pero daba cuenta de esas sequedades de su alma. Fenómeno por otra parte que no es infrecuente. Pero siendo yo absolutamente lego en esas cuestiones me limito a señalarlo.
Y eso es el libro. Que ciertamente no hará daño a nadie sino bien. Por tanto, lo recomiendo aunque sin estusiasmo.